10/05/2020 por Sergio León

Palabras libres: crítica, arte y literatura

Por Oscar Cordova Sanchez

A inicios de la primera década del siglo XX, el dominio liberal perfilaba un destino beneficioso para el país y su dirección prometía un desarrollo fructífero. Sin embargo, se empieza a analizar, cuestionar y debatir  desde ciertos sectores universitarios las falencias del liberalismo y  los vestigios que quedaron del conservadurismo criollo. 

Por una falta de objetividad y por la demanda de “hacer notar” los defectos políticos,  sociales y culturales; se determinó la idea de un puñado de jóvenes paceños conformar un cenáculo literario con el objetivo de plasmar sus inquietudes sobre la conducción del país en cuentos, ensayos, poemas y análisis político.

 El nombre del grupo pasaría a llamarse Palabras libres, conformado por Alcides Arguedas, Armando Chirveches, José Luis Tejada Sorzano, Abel Alarcon, Fabián Vaca Chávez, Benigno Lara, Roberto Zapata, Walter Méndez, Roberto Zapata y Rosendo Echazú.

Palabras libres  fue el nombre de la nueva columna periodística que decidieron emprender; creada en mayo de 1905 y publicada en el periódico El Diario tres veces a la semana. Este nuevo cenáculo literario tendría sus orígenes en la fraternal colaboración de encuentros entre sus miembros mucho años atrás. 

Arguedas y Chirveches se conocieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Paz, en 1902. Chirveches, que había publicado su primer poemario Lilí en 1901, le daba una estimación para ser tomado en cuenta junto con los demás poetas bolivianos contemporáneos. 

En cambio, Arguedas,  empezaba con sus trabajos en prensa sobre la importancia de la crítica y la necesidad de crear un nuevo movimiento cultural. Además, los universitarios Tejada Sorzano y Alarcón unirían lazos de conocimiento sobre las nuevas vanguardias literarias y artísticas que provenían del exterior. 

En 1905, Arguedas entraba al grupo con dos obras publicadas y una a punto de ser liberada: Pisagua (1903), Wata Wara (1904) y Vida Criolla (1905), esta última aparecía el mismo año de la inauguración de Palabras libres. Mientras tanto Chirveches, ya siendo columnista regular del periódico, tenía en su corta edad tres libros publicados: Lilí (1901), Noche estiva (1904), ambos poemarios; y Celeste (1905), novela que muestra el gran talento del futuro escritor de La Candidatura de Rojas. 

Palabras libres tuvo un épico desempeño La euforia de estos muchachos, contemporáneos y ninguno pasaba de los 30 años, fue de gran repercusión. Personajes como Rosendo Villalobos, Sixto Lopez Ballesteros, Julio Cesar Valdez, Angel Diez de Medina y, su íntimo colaborador sin ser parte del grupo, Francisco Bedregal, apoyaban dicho movimiento.

Los miembros de Palabras libres, en su trayectoria, pasaron de una visión romántica y simbolista, mediada por el modernismo que invadía a nuestros poetas, a una de tipo naturalista y realista, inspirado bajo los términos de Flaubert y Zola. 

Fue Arguedas el artífice de esos cambios por el hecho de conocer las verdades crudas y no imaginarlas vanas, llenas de augurio y prosperidad que aún no aplicaba el problema rural e indígena. 

Según uno de sus miembros, Vaca Chávez, la intención de haber creado este grupo fue por la necesidad de “escribir sobre temas nacionales con la franqueza y la sinceridad que debe caracterizar al escritor en esta época de realismo”. 

Cada uno de sus miembros se encargaba de dirigir las cuestiones y problemáticas de nuestro medio, ya sea en el cuento, crítica literaria o análisis político. 

Chirveches, se dedicaba sobre temas de arte, literatura, cuentos cortos; Arguedas, escribía críticas directas sobre las cuestiones políticas y su “pobreza moral” que se iba degenerando cada vez más; Alarcón, enfocado en el estudio de la lengua española y sobre los litigios territoriales de Bolivia con Paraguay; Vaca Chávez, publicaba fábulas y reseñas de libros; Tejada Sorzano, Lara y Zapata dirigían sus escritos a los problemas sociales como el derecho de la mujer, el pongueaje y el   alcoholismo.

También deciden entablar relaciones intelectuales con otros grupos, como las jovencitas de El puñado de rosas, haciendo una convivencia social entre nuevos movimientos culturales emergentes.

De alguna manera, la observación y las críticas del grupo harían que el gobierno tenga que anular la difusión de sus cuestiones e inquietudes de nuestro medio. La primera medida que dictaron fue eliminar al primer transgresor y líder del grupo: Alcides Arguedas, quien fue acusado por sus publicaciones sinceras, sarcásticas y reales. Por esta razón, decide expatriarse y dirigirse, por segunda vez en su vida, a París.

En octubre de 1905, Arguedas escribirá por última vez en la columna de Palabras libres, su artículo titulado “Manifiesto de despedida”, que desprendía la ruptura fatal del progreso que encaminaba sus constantes escritos; evidentemente el “montismo”, ahora denominado así por la fama de sus adeptos en seguir la palabra de Montes y no la del Partido Liberal, tenía en la mira a Palabras libres.

Dos días después, Chirveches publica una nota en respuesta al artículo de Arguedas, con la seguridad de que todos sus demás compañeros sigan el mismo camino de marcharse a París.

Palabras libres siguió publicándose hasta marzo de 1906, momento en que deciden cerrar la columna, tan diversa en las temáticas, con más de 250 artículos publicados. Los motivos del cierre se debían a que la mitad de sus miembros se encontraban ausentes y otros salían al interior del país. Alarcón, años después refería que “los artículos de Palabras libres muchas veces arremetían con brío, afrontando las malquerencias, las enemistades… un desbande, no de derrota, sino convencional, puso fin… La despedida fue amarga”.

Sólo diez meses duró la hazaña que, ahora y gracias a las políticas internas del país, cerraba y dispersaba a los jóvenes que pronto iban a promover su disgusto en sus futuras obras. 

Tejada Sorzano, Vaca Chávez y Chirveches pronto se reunieron con Arguedas en París, analizando la posibilidad de la reapertura de Palabras libres, ahora desde el exterior. No tuvieron éxito. Tejada Sorzano se iría Londres; Chirveches y Vaca Chavez volvían a Bolivia. Sólo Arguedas, que recién volvería en 1910, se queda en París. 

En los siguientes años se consagraron Chirveches, Arguedas, Alarcón y Vaca Chávez con sus obras que pasarían a la posteridad como fuente de estudio hasta el día de hoy.

Fuente: Página Siete