Por Jorge Saravia Chuquimia
Como todos sabemos, Oscar Cerruto (1912-1981) pertenece a la tradición de los grandes escritores bolivianos, del siglo XX. Escritor que me parece debería ser, fundamental leerlo para entender nuestra realidad literaria. Ahora, en esa grandeza que atesora como escritor, es de suponer, que como escribía, también leía. Esa combinación la encuentro en el modo de practicar estas competencias en dos prólogos para dos novelas nacionales de distintas épocas.
El primer prólogo es para La candidatura de Rojas (1964), de Armando Chirveches, perteneciente a la colección Serie del Nuevo Mundo, de la Editorial universitaria de Buenos Aires y el segundo es para la novela, Khanaru (Hacia la luz), del año 1978, escrita a cuatro manos por los autores Waldo Cerruto Calderón de la B. y Oscar Vargas del Carpio, de la serie Fondo de Cultura Nuevos horizontes, de la Editorial Crítica.
Mi intención es referirme, por supuesto, a su construcción discursiva, desde la mirada del lector-escritor-provocado, porque considero que si Oscar Cerruto construye versiones introductorias de obras bolivianas es un acontecimiento estimulante para cualquier lector examinar estos discursos. Posiblemente ahí está el efecto activista de Cerruto, retarnos a leernos a nosotros mismos. Por supuesto, su figura de escritor se agranda exponencialmente al leer tres autores, de dos épocas y estilos disímiles, críticamente.
Concibo que el gesto de la lectura y escritura lo hace sintiendo la forma nacional aprovechando la ficción (Ricardo Piglia). Otra manera de ver, en él, lo provocador está en la importancia tal cual visualiza mundos narrativos diferentes a manera de re-escritura. Considero que la convicción prologal de Cerruto es arribar a las novelas seleccionadas perdiendo el miedo “ante los hechos y las cosas”, literarias.
El primer escrito titula Armando Chirveches, donde Cerruto prologa para el clásico La candidatura de Rojas. Él reconoce que “su mundo, el mundo del novelista, transcurre bajo un cielo claro, (…) Corre el año 1909” (1964: 5), en Bolivia. Ubicar el año de publicación de la novela es mi primera aproximación de lectura. El dato expone una simple anécdota, ya que el prologuista no habría leído la primera edición de La candidatura, de 1908, al contrario, lee la segunda, editada en París, en 1909, de la serie Sociedad de ediciones literarias y artísticas (Librería Paul Ollendorff), con prólogo de Alcides Arguedas. Por su parte, Cerruto en su prefacio toma, de inicio, posición histórica al indicar que en otros tiempos existían escritores solitarios como Gabriel René-Moreno y Nataniel Aguirre. Actualmente –replica–, existen cenáculos de escritores al final del romanticismo y en los albores del modernismo, donde tres sobresalen en “atmósfera apacible”: Armando Chirveches, Alcides Arguedas y Jaime Mendoza. Añade que La candidatura denuncia la filiación romántica del autor, además de ser “literatura sin arraigo, más bien gratuita”. Con todo esto, sentencia que nace la primera novela de entidad, quizá la más grande de todas en la producción de Chirveches.
El segundo prólogo lo nombra Presentación, texto elaborado para la novela Khanaru, “creación colectiva” de los novelistas Waldo Cerruto y Oscar Vargas. De hecho, el estudio nace previamente como artículo periodístico publicado en El Diario, en enero de 1954. 24 años después recién se publica la novela y, en ésta, la nota acompaña al libro como introducción. En el texto preliminar, Oscar Cerruto persiste en posicionarse desde el enfoque histórico para considerar (un lugar común), el acontecer literario nacional actual. En esa condición define que “la literatura, si es testimonial, es la única que moldea un material vivo” (1978: 5), como lava candente. Reconoce que las transformaciones políticas aplicadas en Bolivia ¿1952? deben tener una “dimensión literaria”.
Khanaru sería –complementa– un “serio intento en esa dirección”. Exterioriza que la obra de los noveles escritores resume el “proceso” vivo de la vida social de la historia boliviana, con recursos literarios. Esclarece que no es un alegato político, porque no usan la literatura como instrumento denigrativo. Apunta, en resumen, que la novela no “cae en la desvirtuación del propósito literario”, intención suprema de los autores.
Curiosamente los dos preámbulos que traza Cerruto, entre 1954 y 1964, subrayan la “expresión de un muy típico estado social nuestro” (Carlos Medinaceli, 1969: 173), literariamente. Por un lado, indica que, en La candidatura el argumento de “una peripecia política” revela lo que es el país: una llaga. Sentencia que “los novelistas de su tiempo, en Bolivia, no estaban preparados para encarar la realidad de otra manera” (1964: 7), por ende, la obra cumple misión testimonial.
Complementa que la novela satisface con la estructura del género, desde el “humorismo y la sátira”, sobresaliendo “el vacío, la destitución, el desdén” (7), más que el romance o el amor. En el final del prólogo reconoce al personaje invisible de la novela: el tedio. Tedio que parece trasmitir a su creador, pues Armando Chirveches, en 1920, en París, se dispara un balazo en el corazón, “asesinado por la soledad y el hastío”.
Por otro lado, en Khanaru manifiesta que “asistimos al desfile del cuadro completo de la vida boliviana, con todos sus problemas enlazados” (1978: 6), síntesis que logran los autores. Destaca que los diálogos “responde(n) a la construcción sintáctica del modo aymara” (7), recurso que los lectores definirán si es efectivo, o no. Confirma que el personaje principal es un indio, que sería “la evaluación sin lirismos de un potencial humano inerte”.
Cierra su idea explicando que el indio destacará si logra vencer en la lucha racial y social mediante “la verdad espiritual y étnica de un pueblo”. Concluye expresando que los bolivianos tenemos poco literariamente, poco de auténtico. No obstante, visualiza que la labor de los prosistas por hacer literatura social lo forjan “a puros empellones de artificio, a pura falsificación”.
Oscar Cerruto (en los dos prólogos detallados), no cabe duda, muestra ser un gran lector-provocador. El testimonio de mi lectura está fijado en la práctica de escritura de los introitos, generando discursos auténticos. Dos lecturas hechas con un “modo de leer” novelas nacionales reflejando, en el discurso, el carácter social boliviano. No me equivoco al insertar, para cerrar esta parte, un pensamiento de Cerruto: “No importa equivocarse, pero a condición de no traicionar ni la propia intimidad ni a la literatura” (Khanaru, 1978: 8).
Fuente: Letra Siete