06/14/2013 por Marcelo Paz Soldan
Óscar Cerruto, pulsión de la perfección verbal

Óscar Cerruto, pulsión de la perfección verbal

índice

Óscar Cerruto, pulsión de la perfección verbal
Por: Martín Zelaya Sánchez

Hay coincidencias y diferencias a la hora de definir y valorar a Óscar Cerruto (1912 – 1981). Es unánime la idea de que tanto como poeta cuanto como prosista fue, ante todo, un perseguidor de la “perfección verbal”, como bien señala el filólogo Luis “Cachín” Antezana.
Pero a la vez, hay dudas y discrepancias a la hora de definirlo como un innovador de la literatura boliviana, o más bien como “un recuperador de las dimensiones fantásticas” de la narrativa colonial o un cultor de la poesía “más enraizada en la tradición castellana”, según entiende el literato Leonardo García Pabón.
Lo cierto es que este escritor, intelectual y diplomático paceño -de cuyo nacimiento se recordarán 101 años el jueves 13 de junio- es dueño de una obra esencial para las letras nacionales, tanto por su prosa -por su única novela, Aluvión de fuego, una de las 15 novelas fundamentales de Bolivia, y por sus lúcidos cuentos de Cerco de penumbras- como por su obra poética, por la que la académica Mónica Velásquez lo ve “junto a Saenz, Camargo y Wiethuchter como uno de los caminos más consolidados en cuanto mundo, en cuanto a apuesta de lenguaje”.
¿Perfección verbal? “La noche de la pampa galopaba ya por el cielo. En el viento de la tarde que corre como retrasado, con los últimos pájaros; en los gritos breves de estos mismos pájaros; en la melodía apagada de una música que no se sabe dónde nace; en el zumbido entrecortado de los insectos; en las luces tenues que se encienden en el cielo y sobre las distancias, se la veía venir. Se percibía su olor nocturno de potro” (Aluvión de fuego).
Sobre esta obra -una de las elecciones casi unánimes en cualquier intento de canon literario nacional- dice Cachín Antezana: “Se las arregla para articular todas las narrativas de la época (fue escrita en 1935) mientras se ocupa del interior del país durante la Guerra del Chaco. Es toda una síntesis de la novela boliviana de esos tiempos”.
¿Recuperador de dimensiones fantásticas? A la hora de hablar de la temática de preferencia de Cerruto, García Pabón dice que “en sus cuentos, inscritos en lo que se ha llamado realismo fantástico, un tema mayor es la frontera entre lo real y lo fantástico, la vigilia y el sueño, lo racional y lo mágico”.
Y complementa Cachín: “Cerco de penumbras marca un hito en nuestra literatura, pues implica el salto del realismo dominante al uso de la ficción en su sentido más extremo: la posibilidad de darle verosimilitud no sólo a lo posible sino, también, a lo imposible”.
“Hay una zona de la conciencia que se toca con el sueño, o con mundos parecidos al sueño. Creía estar pisando esa zona, esa linde a la que los vapores azules del alcohol nos aproximan. Y con la misma dificultad del ebrio o del delirante, su espíritu luchaba por discernir la realidad” (El círculo, Cerco de penumbras).
¿Innovador? La publicación de esta colección de relatos en 1958 marcó una especie de inflexión, que no cambio o reforma contundentes, ni mucho menos.
El panorama literario boliviano saturado entonces de obras costumbristas, de contenido social o referencia histórica se tomó un respiro con una original y bien lograda propuesta que -como ya describieron los dos entrevistados- escarba en latitudes no del todo mundanas ni vernáculas.
Un año después Marcelo Quiroga Santa Cruz sacó Los deshabitados y confirmó la tendencia que, no obstante, durante varias décadas no logró asentarse, pues la etapa dictatorial devolvió a la literatura nacional el estigma de compromiso del que la mayoría de autores -más allá de la idoneidad, pertinencia y calidad de su propuesta- no pudo librarse.
Pero, más allá de estas relativizaciones, ¿fue o no Cerruto un renovador de la literatura?
– (García Pabón): No creo que Cerruto sea uno de los grandes innovadores. Se ha repetido, de forma inexacta, lo que escribió Luis Antezana sobre el papel de Cerco de penumbras en el desarrollo de la literatura boliviana.
Antezana reparaba en que Cerruto se distinguía de la tradición narrativa dominante en el siglo XX boliviano que era realista y sociológica, pues su obra narrativa presenta dimensiones fantásticas (oníricas, imaginarias) que no eran privilegiadas por los escritores de la época.
En realidad habría que decir que Cerruto recupera estas dimensiones fantásticas que aparecían de forma frecuente en la literatura del siglo XIX latinoamericano y boliviano, y que el realismo del siglo XX había desplazado.
Incluso, si siguiéramos retrocediendo en el tiempo, a la Colonia, toda la obra literaria de Bartolomé de Arzáns está llena de cuentos fantásticos.
Y en cuanto a su poesía, pasa más o menos lo mismo. Cerruto es un artífice del lenguaje, sin duda, pero un artífice que sigue los moldes clásicos de los poetas españoles del siglo XVII y los modernistas latinoamericanos de los siglos XIX y XX.
Su poesía es única pero profundamente enraizada en la tradición más castellana de la poesía en lengua española.
– (Antezana): Creo que se dice que fue un innovador porque en todo lo que tocó (novela, cuento, poesía) siempre abrió otras posibilidades, varias de las cuales se ocupó de desarrollar, y, en todos los casos, con grados excepcionales de perfección formal.
Es, quizá, nuestro más claro artífice, en el sentido del “Hacedor” (Maker) del que hablaba Borges.
En 1976, mientras trabajaba para su tesis sobre Aluvión de fuego, la literata Raquel Montenegro entrevistó a Óscar Cerruto.
“En un momento de la charla -escribe Montenegro- me dijo que su novela ‘está escrita en forma artística’’ y, claro, eso lo confirmamos acordándonos de algunas frases que son versos: ‘la paja brava donde la soledad crece y permanece’; los focos de los mineros que son ‘las únicas estrellitas de su cielo’’”.
Y sí, Cerruto, poeta, narrador’ innovador o recuperador, fue ante todo un “hacedor” de la palabra, un “artífice del lenguaje”, “una pulsión de la perfección verbal”.
Un siglo y un año han pasado desde que llegó al mundo, y bien vale la pena recordarlo.
Fuente: Página Siete