Por Mariana Lardone
La obra de Liliana Colanzi explora lo que puede llegar a germinar cuando se superponen tiempos y espacios a los que no solemos pensar como parte de un mismo conjunto. Y eso es un poco también lo que hace –quizás de una manera mucho más radical- en Ustedes brillan en lo oscuro: superpone escenas que suceden en tiempos y espacios extremadamente ajenos los unos de los otros y las deja así, yuxtapuestas y en capas, para que aparezca en esa superposición el rastro de lo que brilla en lo oscuro, como dice el título.
Ya desde la pluralidad del universo que se arma si vamos colocando uno al lado del otro los escenarios en los que se desarrollan cada uno de los seis cuentos. Porque si bien las historias confluyen en un tiempo y un lugar al que podríamos llamar -entre comillas y con todas las aclaraciones de caso- la actualidad, no participan todas de la misma percepción ni se alinean según la misma experiencia del mundo. Por el contrario, cada cuento se ancla en la singularidad atmosférica de sus paisajes y de sus temporalidades, tan diferentes y alejadas entre sí, además, como la de la selva, los andes, el monte, la ciudad, la prehistoria, el ecosistema que habita un hongo, las ruinas de un pueblo fantasma, etc.
Pero, además, porque esas historias que intentan evocar con detalle y minuciosidad la ebullición de todo el cosmos a gran escala están narradas desde una estructura también fragmentada y en ebullición: al interior, cada cuento se sigue fragmentando en pequeñas escenas que forman parte de la estructura mayor sin quedar subsumidas a ella y que están separadas por espacios en blanco, títulos o símbolos.
Entonces, si con cada una de las historias narradas en el libro ya se va conformando un universo de por sí plural, luego se suma el hecho de que las partes de ese universo se siguen fragmentando en más universos con sus respectivas partes, sin que se pueda atisbar un punto de origen o final. Como si se tratara de un retablo ayacuchano, dijo la misma Liliana en una entrevista, cuyas escenas evidencian la convivencia conflictiva de los tiempos heterogéneos de la modernidad andina pero, además, de un modo superpuesto, porque las escenas y los motivos se dispersan en el frontis, en el interior, por afuera y por adentro de las puertas, arriba, abajo, en los costados, etc. O como si se tratara de un altar del barroco americano, me permito agregar -para ir pensando en más genealogías-, que además de superponer abigarradamente diferentes momentos de un relato mayor yuxtaponen materiales en contraste.
La Cueva, por ejemplo, está compuesto por diez relatos más que narran lo que le sucede en una misma cueva a humanos, hongos, bacterias y animales en diferentes tiempos que van desde la prehistoria hasta el futuro ficticio. Atomito, por fragmentos que van contando lo que les sucede a diferentes personajes cuando irrumpen en un futuro alteño imaginado rebeliones del pasado. Ustedes brillan en lo oscuro, por registros ficticios y documentales de un desastre nuclear ocurrido en Goiana, Brasil.
Pero incluso en La deuda, El camino angosto y Los ojos más verdes, que tienen una estructura más “clásica”, la historia no es para nada lineal, sino que lx lectxr tiene que ir hilvanando sus piezas de a poco, por sobre una superposición incómoda de tiempos, perspectivas e incluso registros, como el realismo, la ciencia ficción, el fantástico, el gótico, la oralidad, el grafiti, el ensayo.
La apuesta de un libro como este, creo, radica en que el foco de la narración va iluminando, turno por turno, pequeñas escenas de un mismo fresco al que hay que ver de a una escena por vez porque no se puede ver de modo panorámico. No porque no haya elementos que le den unidad a una especie de todo –de hecho, cada cuento e incluso el libro, a un nivel mayor, tiene en mayor o menor medida un personaje, un espacio o un clave narrativa que hilvanan-, sino más bien porque ese todo es una superficie resquebrajada que no oculta los resquicios que se abren cuando se intenta juntar partes heterogéneas entre sí.
De ese modo, con esa estructura en ebullición que no sintetiza ni ordena la ebullición del mundo, como podría haber hecho la tradición más letrada del pensamiento latinoamericano, el libro le hace lugar a la manifestación de algo así como una chispa, un latido, una pulsión. Una condición de posibilidad para la percepción de algo más en un tiempo en el que rige el mandato de lo idéntico, modelado según los tiempos, tecnologías e imágenes neoliberales.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio