06/09/2022 por Sergio León

Ustedes brillan en lo oscuro, de Liliana Colanzi

Por Mariana Ruiz Romero

Cuando Liliana ganó el premio Ribera del Duero, en España, celebré como si hubiésemos metido un gol. Un golazo equiparable a los que se mandan las futsalistas bolivianas, ganadoras de todas las categorías que se puedan imaginar, triunfadoras de América Latina… y a las que nadie conoce mucho.

Somos mejores en el futsal que nuestros colegas varones y escribimos con la misma intensidad, la misma rabia, con la que juegan todas esas jugadoras a las que les pidieron se quedaran en la banca demasiado tiempo, en los torneos barriales, tan solo por haber nacido construidas de una manera diferente a la que le gusta al patriarcado.

Lo lindo de ahora es que formamos equipo, rompemos estereotipos y conversamos con las otras ligas femeninas allá afuera. Nuestras goleadoras son muchas y escriben bárbaro: Magela Baudoin, Giovanna Rivero, Camila Urioste, Paola Senseve, Elvira Espejo y Liliana Colanzi son las estrellas del equipo, pero a la zaga vienen muchas más, todas con una voz poderosa, incontestable: Quya Reyna, Isabel Suárez Maldonado, Isabel Antelo, Natalia Chávez… las debutantes pintan bien, prometen.

Me alegra mucho que Liliana haya detestado la primera versión de estos cuentos, y que los haya re-escrito. Que venga ganando reconocimiento en Iberoamérica y que tenga el tiempo de escribir en residencias. El tiempo para escribir ha sido –por centenares de años- un tiempo robado a otras tareas para las mujeres. Uno hecho entre ollas, rímeles y otros espantosos lugares comunes, donde la maternidad (se suponía) nos debía colmar tanto como para no desear hacerlo, como para nunca querer escribir y publicar y, sin embargo, aquí estamos.

Me encanta el diálogo entre sus artículos y su narrativa (como este de Goiânia, maravilloso), entre sus cuentos y los de las otras autoras, entre el feminismo y la ciencia ficción. Es refrescante y nos muestra un lado turbio de sus personajes, especialmente los femeninos, que hasta hace un rato era difícil de representar. Las capas de sentido se sedimentan y acumulan, y tienen la certeza de una flecha fosforescente disparada en la oscuridad.

Me encanta que esa gran autora que es Rosa Montero la conozca y descubra lo que nosotras sabemos desde siempre: Bolivia fue el secreto mejor guardado de América Latina y es mega diversa en sus expresiones, no solo en su riqueza biocultural. Es fantástico el apoyo y la red que se ha estado construyendo gracias a intelectuales/profesores/escritores como Edmundo Paz Soldán y Giovanna Rivero, porque al hacer lazos con las editoriales independientes han abierto a patadas el camino que le fue vedado a generaciones anteriores de escritores y escritoras. Todo esto está rindiendo frutos y podremos, cada vez más, hacer llegar nuestra palabra, nuestra visión del mundo, a los demás.

Me encanta, además, una frase del cuento Ojos verdes: “Quien nace tatú muere cavando”. En esta sociedad encuevada, donde rechazamos (no siempre, pero ya saben a lo que me refiero) el diálogo con el afuera y donde hasta las preferencias políticas a veces nos llenan la cabeza de prejuicios acerca de la literatura, no dejamos nunca de mirar hacia adentro.

Sin embargo, cuando logramos salir, dialogar, abrirnos; cambiamos fundamentalmente nuestra esencia, y llegamos a ser otro tipo de especie, la de los tatuses alados, si se quiere, y tenemos muchísimo para dar al universo.

Los cuentos ganadores son cinco y se publican añadiendo, de yapa, un sexto. Tienen que ver con el tiempo y su elasticidad, con la radioactividad y los animales, con la selva y los deseos. Todos terminan de una manera abierta y sugerente y, como dice Rosa Montero, nos invitan a resbalar hacia su interior, hacia una realidad ambigua, inquietante, hermosa y aterradora. Como nosotros.

Fuente: Editorial Nuevo Milenio