08/21/2020 por Sergio León

Sobre “Paseador de perros” de Sergio Galarza

Es una novela que parece escrita con la suela de los zapatos. Cuenta y describe y señala y critica la vida en la ciudad de Madrid (casi cualquier ciudad valdría ahora) desde el zapato del caminante que conoce y ha pisado (observado) el alquitrán, en ebullición, de una urbe mientras la engulle y hasta la fagocita. La escritura como digestión durante 134 páginas por las que el lector acaba siendo también un peatón que transita su mirada leyente riéndose (a carcajadas en muchísimas ocasiones), al mismo tiempo que va percatándose de la incomodidad o esa cosa que a veces tiene la literatura que te toca los adentros y te hace mirarte y examinar (para constatar y redescubrir) la realidad que te rodea y la persona en la que te estás convirtiendo.

Usa Sergio Galarza un estilo de sinfonía estudiadísima y tono palpitante y nos regala una novelita (el diminutivo es por su breve extensión) que tiene esa literatura (hoy, por desgracia, casi inexistente) de atesorar una magnífica historia que, además, abarca atrevimiento crítico (de los punzantes por penetración y sutileza). Su protagonista es un narrador en primera persona con incontinencia relatora, de lengua satírica y áspera que desmenuza un Madrid que jamás aparecería en las guías turísticas. Trabaja como paseador de perros y este puesto laboral sirve para desmenuzar un mosaico psicológico, brutal y variadísimo de la fauna que habita el Madrid profundo, el patético, el que mama y vomita soledad, amargura, hastío y desesperanza. Y el autor nos hace esta radiografía sin artificios psicológicos o ínfulas adoctrinadoras.

Hay en Galarza narrativa inteligente, prosa estética sin subterfugios y con mucha frescura, contenido hondo, mucho fútbol y canciones buenísimas. Y, por si fuera poco, una manera de describirnos el desencanto que taladra conciencias y que vomita contra la ira que provoca el mundo. Pero todo narrado desde la delicadeza y la sagacidad que, bendita sea, aparece revestida de divertidísima y tronchante socarronería.

Y resulta que esto es una trilogía (“Trilogía Madrileña”), así que he empezado el segundo que tiene como protagonista a uno secundario en esta primera entrega (y que ya es aquí un personaje golosina).

Fuente: Editorial Nuevo Milenio