12/09/2022 por Sergio León

Leer poesía boliviana

Por Martín Zelaya

Escribe Mónica Velásquez, editora general del proyecto La crítica y el poeta en las palabras preliminares del volumen dedicado a Jaime Saenz: “una sola pasión ha gobernado siempre mi vida: la poesía. En ese arduo camino pocos han sido los interlocutores constantes, aquejados por el mismo mal, el mismo don-castigo”.

Así explica la conformación del equipo y la determinación de trabajar en los volúmenes críticos monográficos, tan reconocidos desde hace ya más de una década, y cuyo cierre de ciclo se dio hace poco con la presentación de dos gruesos volúmenes especiales dedicados a la poesía del siglo XIX y de los siglos XVI-XVII.

– ¿Por qué y para qué se creó el proyecto La crítica y el poeta? 

Los objetivos fueron dos: formar lectores del género poético y de su tradición boliviana, cuya labor crítica actualizara un canon y sus variantes. Además, se quiso crear un grupo de interlocución que pusiera en práctica la noción de una comunidad académica capaz de producir y cuidar de sus miembros desde la amistad, la complicidad y el intercambio de ideas.

– ¿Por qué acaba ahora, acaso estaba definido de inicio trabajar con estos 14 tomos?

No, nunca estuvo definido. De hecho, el proyecto fue creciendo paulatina y azarosamente, según íbamos avanzando. Se termina ahora porque verifico cambios en la agenda académica, en sus intereses y procedimientos y, en un plano mayor, creo que el mundo pandémico demandará otras investigaciones, discusiones y objetos de reflexión a una academia involucrada de otras maneras con el contexto social.

– ¿Cómo se escogió cada uno de los poetas incluidos, con qué criterios?

Los criterios fueron mutando. Se eligieron, en una primera etapa, poetas ya reconocidos como fundamentales en el canon nacional: Tamayo, Jaimes Freyre, Saenz, Cerruto, Camargo y Wiethüchter.

Luego, en una segunda etapa, se incluyó a Zamudio, Campero Echazú y Otero Reiche, como íconos culturales regionales que llevaban al canon una densidad diferente.

En una tercera etapa se actualizó ese mapa con escritores cuya obra ya permitía rastrear sus influencias y sus legados: Pedro Shimose y Eduardo Mitre.

Finalmente, en la cuarta etapa (que resultó la última), se extendió la mirada a poetas del siglo XIX (etapa que tiene, además, una antología poética como parte de la colección) y, recientemente, a los de los siglos XVI-XVII.

– Háblanos del equipo, la modalidad de trabajo e investigación.

Se partió con alumnos de tercero a quinto año de la Carrera de Literatura. Luego se fueron incorporando nuevas generaciones y en el último volumen se trabajó con otro editor, Andrés Eichmann. Desde el principio, se trabajó con puestas en común de la lectura de obras, crítica, contexto y teorías pertinentes. Después, durante la escritura de ensayos, funcionamos como un taller de lectura, comentarios y reescrituras.

Los modos de investigar variaron de acuerdo al corpus en cada etapa. Si algunas obras tenían edición actualizada y al alcance de los/las investigadores/as, pues nos concentramos en la búsqueda de crítica (labor siempre más compleja por lo inaccesible y la dispersión de textos publicados fundamentalmente en prensa).

En el caso de los llamados íconos culturales, el tiempo tuvo que dividirse en: recopilación de la obra y de crítica por regiones (implicó viajes y ayuda de gestores locales en Santa Cruz, Cochabamba y Tarija). En los trabajos dedicados a Shimose y Mitre, el desafío se dio más bien en el acceso a una crítica publicada en medios internacionales y en generar lecturas actuales.

En el rescate de obras decimonónicas y anteriores, el trabajo estuvo enfocado en entrenarnos en un enfoque de corte filológico (lectura y atención a las singularidades de escrituras y formas poéticas que no corresponden a las actuales, sino a modelos y convenciones de género) y en su actualización, para hacerlas relevantes en el presente.

Esta parte exigió viajes a Sucre para trabajar en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, semanas de transcripción y, luego, muchos meses de comprensión de un corpus muy distinto al producido durante los siglos XX y XXI.

– Cada libro tiene una estructura divida en “Los mismos” y “Los otros”. ¿Cuáles son las características de estas secciones?

La sección denominada “Los mismos” incluye los trabajos producidos por el equipo de investigación. Mientras que en “Los otros” se invitó a profesionales no literatos, cuyas visiones no siempre coincidieran con nuestra perspectiva. Se ha trabajado con psicoanalistas, comunicadores, sociólogos, críticos de cine, etc. Esta estructura propició otro diálogo más interdisciplinar que contrastó diversos modos de leer poesía.

– Más allá de los aspectos comunes, seguro cada obra tiene sus particularidades según las características del autor. Hay autores cuya obra tiene ya vasta bibliografía, pero otros no.

Sí, en los primeros seis volúmenes el aporte es de actualización de esos universos-lenguajes, mientras que en las fases segunda, tercera y cuarta se da a conocer obras menos conocidas.

En el caso de Shimose y Mitre, el aporte consistió más bien en su adscripción a la tradición, el diálogo con sus menores y el asentamiento de su legado. Donde más aporte hay, en términos de circulación y de accesibilidad, es en los tomos dedicados a los siglos XVI-XIX (tanto de la obra, en la Antología de poetas del siglo XIX, que recupera a 48 autores/as, como de críticos de ese siglo, como Gabriel René Moreno, los hermanos Amunategui, etc.).

– ¿Cuál es el balance y las conclusiones al dar por finalizado el proyecto?

Hoy, frente a toda la colección completa, la verdad es que me siento muy satisfecha. No solo por haber formado a cuatro generaciones, sino por haber propiciado la publicación de 18 investigadores y 18 invitados de otras disciplinas. Sobre todo, por haber asentado miradas críticas de poetas de diferentes generaciones, procedencias y estilos; de modo que cualquier estudioso de la poesía boliviana podrá tener un panorama bastante completo de nuestros autores/as y de las perspectivas con que han sido leídos/as.

En todo el proceso ha sido un cómplice imprescindible la editorial Plural y los fondos para investigación de la Universidad Mayor de San Andrés. A ellos, mi gratitud.

Ahora muchos de los colegas y estudiantes formados migran a otro proyecto extra universitario que hemos formado, llamado X21, dedicado a escrituras latinoamericanas del presente siglo. Otros siguen sus propios caminos como escritores y críticos/as. Más que un adiós es un giro, una mutación.

Una empresa enorme y hasta temeraria, como todo lo que engloba a la poesía, tan mentada y tan poco leída, incentivada y promovida. Nada ni nadie, no obstante, tras este largo camino, quitará lo andado: la recompensa de Mónica y su equipo es haber dejado un legado permanente e invaluable, una referencia ineludible para la historia de la literatura boliviana.

Fuente: Revista La Trini