04/07/2022 por Sergio León

Arqueología para un presente expandido

Por Jesús Montoya Juárez

Para Darko Suvin, lo caracte­rístico de la literatura de ciencia ficción es la presen­cia de un ‘novum’, suerte de innovación que genera una disonan­cia cognitiva, que corto circuita las expectativas que los lectores al­bergan de identificar el mundo ficcional con el propio. Próxima a la narrativa de lo insólito, ningún otro género puede ofrecernos mejores herramientas para describir algunos síntomas de una experiencia de realidad de nuestro tiempo influida decisivamente por el simulacro multimediático, una extrema dificultad para pensar el futu­ro y un horizonte posthumano de creciente complejidad. ‘La vía del futuro’ es una excelente puerta de entrada a estos asuntos.

El libro construye esa disonan­cia a partir de elementos suWes, que afectan al campo de la tecnología y, más ampliamente, al de la cultura, y acaban determinan­do no solo lo macro, el funcionamiento político del universo ficcional, sino, sobre todo, lo micro: la intimidad y psicología de los individuos. Como ocurría en series como ‘Black Mirror'(2011) o ‘Years and years’ (2019), los rela­tos del libro se mueven unas veces en el territorio de la hipérbole, saturando la ficción con fenómenos perfectamente posibles (las muer­tes por sobredosis y la proliferación de cámaras de video vigilancia en las urbes, como los del cuento ‘En la hora de nuestra muerte’); otras, subrayan una intensidad nueva de ciertos fenómenos, que difieren ambiguamente de cómo en la realidad acontecen (el buceo recreativo asistido por un programa de realidad virtual en ‘Las calaveras’; o el consumo de drogas de diseño que permiten un aparente viaje interdimensional en los sueños de ‘Bienvenidos al nuevo mundo’); otras, dibujan paisajes culturales donde lo fantástico irrumpe sorpresivamente en la realidad, aunque los personajes lo aceptan como parte accidental de unas vidas tediosas (por ejemplo, la rutina de un astronauta latino en la Estación Espacial Internacional en convivencia con seres artificiales y voces de compañeros muertos, en ‘El astronauta Michael García’; o supuestos avistamientos ovnis tomados como mero divertimento en ‘Mi querido resplandor’).

Tiempos poshumanos 

El tema más recurrente en sus cuentos es la convivencia entre humanos y máquinas inteligentes. ‘La muñeca japonesa’, por ejemplo, trata la temática de las relaciones afectivas posthumanas y los robots sexuales. Su protagonista, un empresario juguetero boliviano, viaja con frecuencia a Buenos Aires para importar mercancía de un taller clandestino de electrónica, donde plagian, abaratan do su costo, diferentes robots japoneses de compañía. El final de esa cadena de modelos es Erin, una robot defectuosa e hipersensible, de gustos góticos y propensa a una depresión agravada por los malos tratos recibidos a cargo de su dueño, al que acaba abandonando. El cuento proyecta una visión del ser humano sujeto a su propia obsolescencia. El protagonista masculino deviene un cuerpo defectuoso más, desecho abandonado junto al del resto de réplicas robóticas acumuladas tras años de viajes.

Navegar a la intemperie 

Paz Soldán ha acometido a lo lar­go de su trayectoria un proyecto de reescritura de modelos clási­cos de la literatura latinoamerica­na del siglo XX en moldes radical­ mente novedosos. Un lector de literatura latinoamericana advertirá el eco en este cuento de la críptica ‘nouvelle’ ‘Las Hortensias’ (1949), de Felisberto Hernández, además de una relectura del gótico clásico.

La tecnología en el libro contribuye a multiplicar una extraña sensación de orfandad, una in­ temperie o melancolía nuevas, en las que no solo viven los seres humanos, sino también las criaturas robóticas que heredan sus mis­ mas neurosis. El relato que da tí­tulo al libro sirve, quizás, de su mejor catálogo. Narrado a varias voces, cuenta la fundación, por parte de Tony Kasinsky, excéntrico gurú de Silicon Valley, de una iglesia de adoradores de la IA.

Como sucede en series como ‘Devs’ (2020) o’Raised by Wolves’ (2020), tecnología y religión son explorados como enemigos apa­rentes que, sin embargo, tienen más de un punto de conexión.

Estructurado como una investi­gación periodística sobre la desaparición física de Kasinsky, refu­giado como avatar virtual en una especie de metaverso, el cuento da voz a una alumna latina de Ber­keley, activista del culto, que compone un imperdible credo religio­so que une lo futurista a lo atávi­co; a Mark Cheung, CEO de una empresa dedicada a la criogéne­sis, un cínico que quiere sacar ré­dito de esta coyuntura tecnológi­ca; a Claudia Wong, niñera inmi­grante de los hijos de Kasinsky, que siente miedo a perder su em­pleo a manos de su asistente ro­bótica, y a la propia asistente, personaje esquizoide y subalternizado que se debate entre la nostal­gia por su anterior empleo y el ren­cor hacia el amo, entre la solida­ridad de género y clase y el culto al Profundo, el dios algorítmico en quien humanos y máquinas tie­nen la misma fe.

El cuento se llena de identidades posthumanas más o menos tecnófilas que asumen la obsolescencia humana respecto de los algoritmos y creen en la pírrica utopía de la adoración para que es­ tos nos hagan hueco en un futuro que ya no será nuestro. Los personajes de estos ocho cuentos viven bajo lo que Shoshana Zuboff ha denominado el capitalismo de la vigilancia, un estadio nuevo de su historia surgido con la penetración de Internet y las grandes compañías tecnológicas, donde merced a nuevas extensiones di­gitales el poder extrae de la actividad de los individuos el exce­dente que se vende y compra en los mercados de futuros conduc­tuales. Este mecanismo de explotación se analiza brillantemente en ‘El Señor de la Palma’. En él, un fugitivo ingresa en una explota­ción bananera en el Chapare.

Todos sus trabajadores, que vi­ven precariamente en cubículos próximos a la plantación, postergan sine die el cobro en efectivo de su salario, que se les paga en criptomonedas, y asisten fascina­dos a su multiplicación milagrosa en la app que a cada rato consul­tan en sus móviles.

Ilusión de prosperidad 

Don Waltiño, jefe de la plantación, es un holograma proyectado los fines de semana para promover el culto a su figura y arengarlos con promesas que alimentan una ilu­sión de prosperidad que nunca llega. La plusvalía en la plantación no se obtiene únicamente del trabajo alienado: bananas y datos son símbolos de una explo­tación doble. El cuento hace pen­sar en viejas ideas de Benjamín (el capitalismo como religión), y en otras recientes, sobre la auto explotación, de Byung Chul Han: los obreros no necesitan un jefe real, tampoco coerción o cadenas físicas. Basta un hologra­ma y un sistema que libera dosis de dopamina y culpa para man­tener funcionando el engranaje productivo.

Edmundo Paz Soldán ofrece en ‘La vía del futuro’ una excepcio­nal arqueología de un presente expandido y una extraordinaria exploración del impacto y transformaciones psíquicas de los su­jetos bajo la presión del capitalismo tecnológico en el que estamos inmersos. En este ámbito, su proyecto narrativo es, a mi modo de ver, uno de los más re­levantes de la literatura escrita en español.

Fuente: www.laverdad.es