Por Jorge Saravia Chuquimia
Un árbol frondoso eternamente brinda una sombra vasta. Árbol que necesita estar apoyado en profundas raíces, cual zócalo que aguanta el alarido del viento. Así como tiene que proyectar un grueso tronco hacia el cielo y extender los brazos a los cuatro puntos cardinales, así disfruta que sus ramas hagan flotar las hojas verdes de la sabiduría. Josep M. Barnadas (1941-2014) es un punto de comparación de esta imagen, pero que emana perpetuamente la luz del conocimiento, emisión condensada en un legajo impresionante de datos historiográficos bolivianos para nuevas generaciones.
Dividiré esta presentación en dos segmentos: Una primera parte es la revisión de cuatro de 13 artículos escritos para el suplemento Presencia Literaria en 1973. La segunda parte es un prólogo instituido para el libro Bolivia Mariana (2011).
Los comentarios que confecciona en el suplemento literario transitan por las ramas de lo literario, histórico y bibliográfico. Rescato: “Nuevo indigenismo”, “La boliviana ejemplaridad de Carlos Medinaceli”, “Acotaciones de Historia cochabambina”, “Una obra historiográfica en marcha”, “Indigenismo y educación”, “Lenguas y culturas de Bolivia”, “El conquistador de Charcas”, “Una excursión a Pumiri”, “Un viajero suizo por Bolivia”, “Realidad histórica y expresión literaria”, “Ejemplo que marca un camino”, “Viaje al interior de la República” y “Colonialismo oriental”.
En todos los escritos el autor presta atención especial a “asuntos nacionales” y “cuestiones culturales”. Sobre el primer tópico, en el “Nuevo indigenismo” analiza a Fausto Reynaga y su ideología y raza en América Latina, donde examina el problema de la educación indígena, ya que “no se trata de una declaración entusiasta de cooficialidad de idiomas indios con el castellano (como se ha procurado en tiempos recientes); se trata de que todo boliviano no castellano parlante no se encuentre condenado por su Estado a la alternativa de tener que elegir entre la miseria cultural o el abandono de su propia identidad. (…) olvidando la otra cara -mucho más importante- de que todo bachiller deba poder expresarse correctamente en alguna de las lenguas indias. (…) Aquí está la discriminación de la cultura india. ¿Por qué cultura ha de equivaler a cultura castellanoparlante?”.
Sobre lo mismo, en “Indigenismo y educación” opina que en el libro El kollasuyeño. Ensayo de sociología rural (1972) de Roberto Leitón, el autor no es tan explícito sobre el tema de la educación, por consiguiente “ha aislado excesivamente la problemática educativa escolar del resto de la problemática indígena rural. La primera objeción es que mientras nos empeñemos en considerar como equivalentes lo indígena y lo rural, los valores culturales indios no pasarán de lo folclórico (y lo folclórico, hoy, no es más que un producto periférico de una cultura); es imprescindible el planteamiento de la viabilidad de una cultura india total, según las formas de existencia cultural en el siglo XX, o vale más echar por la borda tan explosivo cargamento y decidirse a su eliminación”.
Luego, en La boliviana ejemplaridad de Carlos Medinaceli, se centra en reflexionar sobre El Huayralevismo (1972), pues en el capítulo “La educación del gusto estético”, subraya que los aspectos metodológicos de base que menciona Medinaceli, tales el destierro de dictar nombres de autores, fechas y libros o leer a escritores bolivianos y preferir el ámbito cívico denota el “autodesprecio” que nos tenemos, entonces se suma a la voz del autor leído para concluir que debemos conocernos primero como bolivianos y después resolver si “merecemos ese desprecio”.
Infiero que Barnadas considera sobre la situación cultural boliviana desde el punto de vista de un investigador lozano y comprometido. Esto deriva que encare el asunto educativo del país y las deficiencias propias de este sistema, teniendo como soporte metodológico la lectura de libros de autores bolivianos y tener un amplio bagaje de dictámenes. Con razón crea un común divisor basándose en el análisis y la propuesta. Por ello enfatiza que la educación y el indigenismo no deben ser embutidos en una sola bolsa. Defiende la idea de crear conciencia de innovación en base a nuestra realidad y no traer soluciones de afuera. Resulta valedera su explicación de que mezclar dos dimensiones problemáticas produce folclorismos y esto produce que no apreciamos el verdadero enfoque para la superación del inconveniente.
En Una obra historiográfica en marcha, expone a manera de crónica el rol de los “nuevos” historiadores latinoamericanos eclesiásticos reunidos en un congreso de Quito. El resultado arroja una intención de trazar un espacio para la construcción interdisciplinaria entre historiadores religiosos e historiadores eclesiásticos y unificar acciones para lograr una historia de la Iglesia “total” y conveniente. Complementa que para esta misión deben ver a la historia con perspectiva científica, teológica-pastoral, ecuménica e integral.
En este tronco de lo religioso, cabe formular que el prólogo “Presentación”, escrito para el libro Bolivia Mariana. Presencia de la Virgen María en la historia, de Felipe López Menéndez (1884-1967) arranca con un testimonio que pinta la estampa del investigador consumado. Relata que le pidieron prologar un libro de una de las figuras de la historia del clero boliviano. El orden del texto introductorio establece dos partes: el hombre y la obra. Pocas páginas dicen tanto del carácter de bibliógrafo generoso que goza y aprovecha para armar un estudio biográfico completo del prelado y (todavía no contento con esto) alcanza a dotar de más fuentes bibliográficas de la obra del Arcediano para la historia religiosa.
No puedo terminar este comentario sin acentuar que en Invitación al estudio de las letras de Charcas (2008), Barnadas demuestra que el ámbito eclesiástico es un posible lugar fértil para armar la historia y literatura de Charcas. En efecto, el prefacio para la antología mariana es un expediente para matizar que “entre febrero y abril de 1983 en el suplemento ‘Presencia literaria’ fue publicando una serie de artículos con diversos capítulos de la obra del Canónigo. (…) Eso sí, todos los que conozco se refieren a la Virgen de Qupakhawana”. Aquí encuentro un ejemplo de un árbol que promete sombra.
Fuente: Letra Siete