09/11/2012 por Marcelo Paz Soldan
Una novela, una historia, una vida

Una novela, una historia, una vida


Una novela, una historia, una vida
Por: Christian Jiménez Kanahuaty

Quizás sea importante dar un rodeo. Para hablar de vidas dentro de una novela y hacer de la biografía una historia novelada, podríamos nombar Tinísima de Elena Poniatowska, La Desesperanza, de José Donoso, que narra los últimos días de Pablo Neruda y su entierro, y claro está; el increíble y sensible relato de Antonio Tabucchi, que realiza tanto en Requiem, como en Los últimos días de Fernando Pessoa. Y por supuesto la lista puede sumar y seguir, pero mejor detenemos el listado. Son sólo ejemplos de cómo una vida inspira la vida de otras personas y la manera en que la literatura no es simple ejercicio de ficcionalización de la existencia, sino las posibilidades de rellenar esas zonas oscuras que desconocemos sobre las demás personas.
Cuando se habla de novelas, uno siempre tiene la intención de que tras el título del texto, el lector entienda que como subtitulo va la palabra “ficción” que para el caso es lo mismo que decir “una mentira”. Pero hay casos en los que esa regla se rompe, porque no se juega con los elementos de la ficción para generar vidas inventadas, sino para narrar vidas reales, pero que desconocimos. Ese juego, me parece, es tan válido como el hecho de fabular. Nada nuevo bajo el sol.
En ese sentido, la novela Pronuncio un nombre hueco, de Cristina Zabalaga gerna un movimiento súper interesante. Primero el ritmo, entrecortado, pausado y deliberadamente fragmentado y polífónico. Me gusta esos ensambles en el texto, así como obra de arte contemporánea: una instalación. Una donde tienes un registro: la historia. Y tienes varios soportes para contarla: Lo intertextual, lo fragmentario, lo multidimensional. Y claro, la historia misma, el recorrido de vida. México, Chile, España. Todo ese territorio que se va configurando va contando la historia de un poeta. Y el poeta es Roberto Bolaño.
Por donde se la mire la vida y la obra, por supuesto de Bolaño es impresionante. Importante. Es de esas obras que se abre paso entre el silencio y el murmullo de lo que está por venir. Y Zabalaga utiliza esa biografía lumpen, arbitraria, inconexa para sistemátizar una vida, que podría ser también, ¿Por qué no? la vida de muchos de los poetas latinoamericanos exiliados en tiempos de dictadura. Un momento cumbre para la historia de Latinoamerica tiene el sello del exilio, por razones políticas muchas veces, otras sólo existenciales. Válidas las dos.
Y lo que hace esta novela es contarnos en clave biográfica, una estela de esa historia. Roberto Bolaño. El nombre. el hombre y las facetas que dieron origen al mito. Zabalaga arriesga tanto como pone en escena. Contar la vida de un mito es complicado, todos creen que saben algo y que pueden encontrar en falta y pillar los olvidos de la narradora, pero me parece que la autora sale bien librada. Los detalles mínimos están y los conocidos por todos, también. Y es que con Bolaño pasa lo mismo que con Marx, Borges, Althusser o Cervantes, todos hablan de ellos, pero en realidad, son pocos los que los han leído y los conocen de oídas. Quizá por ello resulte incomprensible escribir una historia como ésta, ¿Con qué motivo? ¿Para qué? Si todo el mundo ya sabe qué fue lo que pasó con Bolaño. Y claro, la respuesta de momento única, que se me viene a la cabeza es que fue hecha para apuntalar cosas. Para fijar eventos y para convertir la voz popular en referencial. Para llevar, como Homero, lo oral a lo escrito. Para hacer de lo recordable, perdurable.
Parece ser que todo mito fundacional, necesita su novela primordial y Pronuncio un nombre hueco tiene esas intenciones. me agrada el gesto valiente de narrar una vida para narrar otras vidas. Toda vida no es una sola, sino varias otras que la componen. Y esa es la sensación que deja la novela cuando se la termina, espero que a otros les genere volver o leer a Bolaño, que a otros les motive buscar historias similares, de aquellos detectives perdidos en el tiempo latinoamericano, lejos de Macondo, lejos de Comala, lejos de Santa Maria, pero cerca, muy cerca, del acaso verdadero corazón de las tinieblas, que para nosotros tiene nombre en clave de número: los setentas.
Fuente: http://razonesdelfuego.blogspot.com/