04/17/2012 por Marcelo Paz Soldan
Tren al norte

Tren al norte


Tren al norte
Por Bernardo Paz Gonzales

“Todos tenemos al menos un pariente que reside en Estados Unidos” afirma en una entrevista Edmundo Paz Soldán (1967), autor de Norte, novela publicada en 2011. Habitan hoy en Estados Unidos (entre indocumentados y residentes legales) cerca de cincuenta millones de hispanos, un grupo por demás notable que, poco a poco, se expande y genera todo tipo de reacciones en la población de dicho país. En Norte, el escritor cochabambino (hoy residente norteamericano) afronta esta temática ahondando en la psicología de tres inmigrantes: Jesús, Michelle y Martín.
La vida de estos personajes es narrada en tres historias que, aunque apartadas por la época (entre otros factores), reposan sobre un mismo trasfondo. Paz Soldán aclara, en una entrevista a Canal-L (de España), que Norte es la segunda de una trilogía de novelas que se inicia con Los vivos y los muertos, y cuyo cierre ya vislumbra un primer borrador. Esta trilogía comparte una línea temática: la violencia en el norte. En la novela, esta violencia adquiere distintos niveles y es detonada a partir de la relación (de choque) entre el inmigrante y la cultura estadounidense.

Paz Soldán articula, entonces, una temática bastante actual, de interés general y hasta controversial; una buena fórmula. Pero quizás esta obra no destaque solamente por abrazar esta idea. No sólo importa lo que Paz Soldán narra, sino cómo lo narra. Y la singularidad de esta obra radica (paradójicamente) en el tratamiento de lugares comunes. Comunes, porque ya fueron trabajados; comunes, porque encierran coincidencias, y comunes, porque se comparten.
¡A ESE CARABINERO YA LO MATARON AYER! “Un asesino que mata porque oye voces, un pintor genial y loco, y una estudiante que se enamora de su profesor”, enumera el español David Pérez Vega en una crítica a Norte, intentando resumir las historias que conforman la novela. Planteada de esa manera (algo maniquea), la originalidad se esfuma. “¡A ese carabinero ya lo mataron ayer!”, reclamaría incisivamente don Carmelo (uno de los protagonistas de la novela corta de Jorge Suárez El otro gallo), tal como lo hace con aquel que, por aparente descuido, narra cómo mató a un carabinero ya fallecido. Efectivamente, Paz Soldán mata a un carabinero que ya estaba muerto, pero lo hace de una manera diferente y ahí radica parte de su originalidad.
Según Jorge Luis Borges, las metáforas de hoy son variaciones de un número fijo de metáforas primarias. Es posible que Paz Soldán recurra a estos espacios comunes, pero los adopta astutamente: los trabaja de distinta manera. Sus personajes se tiñen de matices y peculiaridades. No se trata sólo de un asesino que escucha voces. Es también un joven que sufre cuando se entera de que en la lucha libre “nomás todo es puritito teatro (…) Show de los buenos, pero show nomás”, y un hombre que “sólo está (…) alistándose para cumplir su misión purificadora”. Desde un psiquiátrico, Martín alcanza a sentir una paranoia latente que lo aleja de su familia: “María Santa Ana (su esposa): pinche traidora. Capaz que él estaba ahí porque ella había avisado a los federales (…)”. Y Michelle, una ya egresada estudiante de literatura, arma guiones para cómics haciendo peculiares adaptaciones de cuentos: “Estaba escribiendo una versión de Luvina con zombis”, inventando a una heroína en la que se ve parcialmente reflejada.
ESPACIOS EN BLANCO. “Una de las voces más creativas de la actual literatura hispanoamericana”, opina Mario Vargas Llosa acerca de Paz Soldán. Por su parte, el autor de Norte, en la entrevista para Canal-L, habla de “la muerte al padre”. No niega la profunda admiración que siente por Vargas Llosa, pero asegura haberse distanciado de su influencia a la hora de manejar estructuras. Norte no entrama tres historias paralelas que confluyen en el epílogo, el autor elabora una conexión simbólica, relacionada con la locura y al arte.

Carta escrita por el Railroad Killer,
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Jesús y Martín están inspirados en personas reales. El primero, en Ángel Maturino Reséndiz, asesino en serie que el F.B.I. bautizó como Railroad Killer. Y Martín Ramírez en el (no muy conocido) pintor con el que comparte su nombre. Por su parte, Michelle existe únicamente en el espacio ficcional que ocupa, espacio que posibilita encuentros fortuitos en los que los personajes logran rozarse a través de una especie de locura creativa. Los crímenes de Jesús están justificados en su “Libro de las Revelaciones”; los trenes y vaqueros que obsesionan a Martín forman parte de sus dibujos. Y la conflictiva realidad de Michelle se esconde en la elaboración de sus cómics. Son tres personajes que se escriben a sí mismos en hojas o lienzos en blanco donde plasman inconscientemente su locura.

Collage de Martín Ramírez

LA PESADILLA AMERICANA. Finalmente, el espacio común evidente es el norte. Espacio que Paz Soldán aborda en su novela desde diferentes épocas, palpando siempre los problemas de la inmigración. Los personajes bambolean en una delgada línea que divide su identidad. Viven en el norte, pero enfrentados a la cultura y los prejuicios norteamericanos. A propósito, el autor pone el dedo en la llaga. En una entrevista para el diario español El País, afirma que Jesús (su personaje) es “la encarnación literal de ese miedo que está en el imaginario del americano medio, que piensa que el inmigrante ilegal va a entrar por la noche en su casa a violar a su mujer y a asesinar a su hija”.
Muy a pesar de los prejuicios, la “invasión” avanza con la imparable fuerza de un tren. Paz Soldán asegura que la realidad de los norteamericanos está cambiando y que, dentro de poco, Latinoamérica ya no será una marginalidad, sino una parte troncal de su identidad. Norte abraza estos temas con un estilo fresco, en el que conjuntamente a los espacios comunes, el autor maneja diálogos y estructuras planteadas de una forma poco tradicional que permiten una lectura fluida. Quizás por todo esto, el diario mexicano El Economista considera a Norte “La mejor novela en lengua española de 2011”.
Fuente: Fondo Negro