Por Iván Gutiérrez M.
Cámara letal con acetato de etilo es el poemario de Mauro Gatica, publicado el 2022 por la editorial chilena Aparte. Vale recalcar que el poemario, en una primera versión, o en un primer acabado, fue ganador del premio nacional de poesía Franz Tamayo 2019, en esa ocasión con el título “En deshabitar está la razón”.
Borges publica en la revista Sur del año 1945 uno de los cuentos más enigmáticos de su escritura, “El Aleph”, que el tiempo se ha encargado en darle una calidad de texto de culto, debido a cómo congrega en sus páginas los atributos y esquemas de búsqueda que el autor tenía con su escritura. Paradójicamente a la trama de ficción, se convierte el cuento en la evidencia que contiene las cosas y perspectivas que perseguía Borges, desde el lenguaje, hasta su preocupación intelectual desde muchas variables de su proyecto literario.
El cuento tiene como enigma el descubrimiento de un Aleph; un punto del espacio que contiene todos los puntos, que se encuentra en el sótano de una casa, cuando el personaje que confiesa el hallazgo era apenas un niño.
En el cuento, Borges nos confronta desde la angustia y ansiedad de la voz del descubridor de lo fantástico que revela los secretos del misterio de lo real, a la dificultad de enfrentarse a la contemplación imposible del infinito.
El Aleph es un cuento que además de permitirnos una gratificación fascinante de la literatura, expone de alguna manera la experiencia del lector, frente a proyectos literarios que tienen la confección de un ojo de autoría fina y más cerca de la sensibilidad del descubridor del misterio con-movible del mundo, lo que lo hace mostrarnos en su escritura, la prueba de esa observación al infinito, de la misma manera que el Aleph que aparece en el sótano de aquella casa, que por cierto esta por ser demolida.
La mejor manera de profundizar las capas literarias de un texto es partir de los mismos recursos que la literatura va conformando, en la medida que la vamos conociendo, mientras la leemos. El cuento de Borges nos acerca como lectores a pensar esa dimensión de lo infinito, de la observación al abismo de la primera letra que va llevar a la conformación del lenguaje y su magia por hacer aparecer el mundo, “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe”. La primera letra que concentra la energía de todas las cosas creadas.
“Cámara letal con acetato de etilo”, desde el ejercicio de la poesía, nos lleva a la misma clave del cuento de Borges. A la muestra de un secreto de la observación donde la creación se expone. El ojo requiere de la ayuda del oído, y desde la sintonía con ese mensaje que vemos a medias, con dificultad y en muchos casos sin atención, recreamos un recuerdo imaginativo guardado que le da voz a toda esa realidad minúscula de los insectos, que desde su corporalidad estremecen y nos lleva al diálogo con el gigante encuentro de la extrañeza; las antenas, las bifurcadas alas, la textura porosa, el susurro de una presencia, la telaraña casa, la dureza del caparazón, etc.
Gatica inicia el libro con una afirmación del recuerdo inicial del tiempo: Los insectos inventaron el vuelo/ Hace 350 millones de años.
La apertura del libro está aliada a un epígrafe escrito por Ángel Ortuño: “Hay pianos donde anidan las hormigas”. La confesión del poeta descubridor nos presta la óptica de lectura, el vuelo desde donde la mirada requiere la perspectiva panorámica y la música más lejana desde donde el oído requiere de la memoria.
Una vez puestos los códigos se define el requerimiento de la prestancia para poder prepararnos al enigma poético. El primer poema “Panorámica” un título sugerente a la importancia de la amplitud de la vista. Instaura el espacio donde se va resguardar la clave infinita de la belleza y la profundidad del libro: Detenerse un momento en/ las piedras/ la distancia que las separa del suelo/ las formas que les dibuja el viento/ los insectos que disfrutan de su sombra/ la araña que almacena el cadáver de una mantis/ la silueta que traza esa mantis en el suelo/ lo frío que debe estar allá abajo/ donde siempre es de noche.
Panorámica evidencia del mundo infinito que hay debajo de una piedra, donde el espacio es, desde la vista humana, imperceptible. Pero desde ahí se construye el lugar donde es posible las perspectivas de muchos universos. Porque finalmente es desde la dictadura del ojo donde el mundo nos obliga a sentirlo presente, a pesar de lo delimitado de este: El ojo humano/ ve menos del 1 % de lo que lo rodea/ Entonces/ ¿Dónde está eso que no ve? / ¿Cómo sumergirse en esa invisibilidad sin ser/ susceptible a las bacterias?
El mismo poemario advierte la imposibilidad de observar el infinito debajo de la piedra, ese infinito que el ser diminuto del insecto comparte. El principio del mundo debajo de la pesadez de la piedra, obstruido para el ojo por la distancia de nuestro ligero vuelo de observador, y también ajeno a la escucha del ritmo que es anidado en la microscópica tarea de la hormiga y sus similares.
Borges pregunta por la oscuridad del sótano; la falta de luz es lo que presiente desde la designación de la palabra lugar; el sótano. El descenso se compone extrañamente por la sensación de lo sombrío. Debajo de la piedra, la noche encuentra el lugar para ser, es decir, que adquiere un peso de existencia.
Gatica durante todo el poemario trabaja esa forma de relato poético, de poner en evidencia ese otro universo con el que convivimos y que tan alejado parece estar. Así como se observa un insectario y nos sorprende la maquinaria animal, el libro nos va pasando entre las hojas la posibilidad del mismo estremecer, solo que la sensación es construida por el movimiento que se apropia del material del insecto, y se mueve en el espacio de la geografía de la sombra que hace la piedra abrazada por la gravedad de la tierra.
“Cámara letal con acetato de etilo” nos lleva al grado cero del lenguaje rompiendo la familiaridad con la que solemos hablar de los insectos, a los que conocemos y estudiamos desde lo corpóreo estático o desde acciones fuera de orbita convencional, en una apreciación desproporcionada de movimientos, exageradamente lentos como el caracol o exageradamente veloces como la cucaracha y, desde esa impresión les vamos delimitando su grado de conciencia. Gatica desde su escritura no deja de lado la particularidad corporal del insecto, pero se centra en someter los significantes del lenguaje a un intento de comprensión más profunda, que se relacione al movimiento de esos seres como una especie de un código de lenguaje nuevo. Lo que se convierte en un planteamiento diferente sobre ese otro que habita la tierra, supera la familiaridad del imaginario sobre esos cuerpos. Para más bien, en un proyecto poético centrado en el cuestionar el decir del lenguaje, se enfoca no en la palabra delimitada, sino en el movimiento. No le basta entender a la palabra definiendo a la cosa estática como una piedra, le interesa lo que está debajo de ella, ese lugar donde se puede ver “todos los lugares del orbe”.
Fuente: La Ramona