12/23/2014 por Marcelo Paz Soldan
“Tomasa”, de Carlos Decker-Molina, y los exilios

“Tomasa”, de Carlos Decker-Molina, y los exilios

Tomasa

“Tomasa”, de Carlos Decker-Molina, y los exilios
Por: Rosario Q. de Urquieta

Carlos Decker-Molina, boliviano, radicado en Suecia desde el 1976, periodista de profesión, es el autor de “Tomasa”, obra finalista en el Premio Internacional de novela Kipus 2014.
Percibimos que para Carlos Decker-Molina el periodismo ha sido el arranque de su inspiración literaria y hasta pudiésemos afirmar que se ha nutrido casi en su totalidad de esta su experiencia en el aprendizaje de la escritura. Experiencia-aprendizaje que, en el caso concreto de “Tomasa”, ha contribuido a concebir, gestar y dar a luz un organismo narrativo bien ensamblado en las partes que lo componen –salvo algunos desniveles que le restan fuerza al fluir anecdótico– que se concreta en una propuesta significativa. Las bases de su proceso creador están en las referencias a la realidad tanto inmediata como mediata.
Desde la voz de un narrador-protagonista, un tema que desarrolla la novela es el exilio, por supuesto que éste no excluye otros; más bien los apuntala.
En “Tomasa”, el exilio tiene varias fisonomías dentro su carácter voluntario o impuesto.
Tomaremos la vida de Gualberto como eje generador en el desarrollo de este tema. Gualberto, quien según el informe de la Policía sueca es un refugiado político de América Latina, guerrillero revolucionario del pueblo, registrado bajo el número de 530802-9159 y con los rasgos psicológicos de un obseso depresivo.
Siguiendo el itinerario de vida de este personaje y en consecuencia a los recurrentes desequilibrios emocionales que sufre por sus carencias, deducimos que vive el síndrome del exilio. Exilio que grita desde varias voces: ¿De dónde soy? Exilio de espacio, de pertenencia. Pérdida de territorio que le dé identidad propia: “nací boliviano, luché argentino y moriré sueco”.
¿Quién soy? Exilio del amor. Pérdida del calor y la ternura maternas desde el tiempo de la infancia. Tiempo que dibuja el rostro de la orfandad en las circunstancias ya vividas. “Mamay/ deja de mirar el horizonte/que yo no soy yo. /Aquel que tiene tu piel/ es sólo una mancha de sangre”.
¿Adónde voy? Exilio de futuro. La vida sin rumbo, sin derrotero que se manifiesta en estados psicológicos negativos, destructivos recurrentes en una dolorosa como crónica depresión que encarcela la esperanza del reencuentro. “¿Si soy un fantasma en la vida, seré una realidad en la muerte?”.
A “Tomasa”, personaje, la conocemos a través de terceras personas: “La Tomasa era muy trabajadora… era linda, chaskañawi, valluna, de buenas caderas, era chichera”. Hubiera sido interesante acercarnos a ella a partir de acciones más directas, ejecutadas personalmente por ella. Quizá en ese aspecto hay también la intención de sugerir el exilio de la palabra y la acción en la mujer del campo en ese contexto de sumisión e ignorancia.
El tema y sus variantes se exponen a partir de historias encadenadas, siendo disímiles en su estructura, no así en su importancia y significación para el objetivo trazado. Las acciones se suceden en tiempos diferentes, pero ubicadas en una época, en una circunstancia o país determinado.
De ahí que, espacio, personajes y situaciones no son constantes ni se producen en una linealidad territorial ni contextual; antes bien, se intercambian, se entrecruzan, se confunden, se mezclan en busca de una totalidad de contrastes que definan y perfilen mejor la situación concreta que puede ser: cultural, sociológica, histórica, política o psicológica. En algunos cuerpos narrativos, “Tomasa” adquiere ribetes de novela psicológica: Informes de la clínica psiquiátrica donde es internado el personaje. Monólogos, poemas, cartas, garabatos que el interno Gualberto escribe durante sus crisis depresivas. Estos acápites merecen un estudio aparte.
A medida que avanza la narración los personajes se multiplican extraídos de clases sociales distintas y de espacios territoriales diferentes que Decker-Molina encadena a partir de realidades prefijadas: Suecia, Bolivia (La Paz, El Alto, Cochabamba, Ucureña, etcétera).
El último escenario de la novela es un viaje de dos, uno se queda (Gualberto) y el otro se desplaza (narrador), quien debe intentar encontrar las raíces de procedencia, necesarias para el equilibrio emocional del amigo Gualberto con quien comparte experiencias y nostalgias amatorias con Pía, al buen estilo sueco. “Qué más podía hacer si en este país el amor no es propiedad privada”.
El tiempo como producto de la conciencia humana y por eso mismo dependiente de la voluntad, se lo concibe en la novela como constante evocación donde: nada es pasado si lo evocamos, porque al recordarlo lo hacemos presente y por proyección lo hacemos futuro. De esta manera, los episodios narrados se hacen presentes. El relato se retrotrae. Hay una transcripción a la época en que sucedieron. Así, los hechos y acciones se entrecruzan con las historias enmarcadas en su propia dimensión temporal. La historia de Tomasa es la historia de Gualberto y de Fidel (hombre de confianza del candidato Evo Morales y después presidente), oportunidad para describir la concepción de vida, manejo de la justicia y orden asentados sobre una base de explotación, miseria y estancamiento moral y material.
Acordando que el mundo contemporáneo no acepta una visión única, la presencia protagónica de hechos pide un subjetivismo fluctuante que tiene dos salidas: la realista y la subjetiva.
El encandilamiento doloroso de la realidad insoslayable está por encima del deseo obsesivo de escapar de esa muralla que encierra tiempo y espacio inaugurales. La esperanza puesta en la búsqueda, siempre resulta inútil. Entonces abre sus fauces el vacío existencial y en ese caldo de cultivo el protagonista, Gualberto, sólo avizora como necesidad. “Una bolsa de plástico/una cuerda más o menos larga/Si falla, tengo la alternativa de la ventana”. “No vayas a mi encuentro/ Cuando te enteres… seré nada”.
“Tomasa” es la novela de los exilios sin escapatoria.
Fuente: Lecturas