02/26/2018 por Marcelo Paz Soldan
Suárez, Mansilla, Paz: el olvido, la duda y el silencio

Suárez, Mansilla, Paz: el olvido, la duda y el silencio


Suárez, Mansilla, Paz: el olvido, la duda y el silencio
Gabriel Chávez Casazola Poeta y ensayista

“Ricardo Piglia decía que el canon es interesante sólo si es conflictivo (…). Por eso, más interesante que aceptarlo sin condiciones es ponerlo en cuestión e incluso alterarlo, haciendo agujeros en las cañerías hasta que la fuerza colateral de otras aguas sea imposible de contener”.
Así se abre, en su nota editorial, el segundo número de El Ansia, revista anual de literatura boliviana (ed. 3600 / La máquina de escribir), que será presentado en La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y Sucre esta semana.
El primer número de El Ansia apareció en 2016 y estuvo centrado en la obra y personalidad de tres autores: Matilde Casazola, Mariano Baptista Gumucio y Edmundo Paz Soldán. La segunda entrega salió a luz en diciembre de 2017 y está dedicada a otras tres figuras que, como las del número anterior, van más allá de posibles etiquetas: Nicomedes Suárez Araúz, H.C.F. Mansilla y Blanca Elena Paz.
Nicomedes Suárez Araúz (1946), poeta, ensayista, artista plástico, docente universitario durante largos años en los EEUU, es creador de la teoría y estética de la Amnesis y un pionero en el estudio y difusión internacionales de la antes invisible poesía amazónica –o mejor, como él prefiere: panamazónica–, de la que es el mayor cultor vivo en Bolivia.
“Perdí el paraíso y he pasado la vida tratando de recuperarlo”, ha dicho en alguna entrevista y no es metáfora. Crecido en uno de los afluentes del Amazonas y con una formación básicamente oral que lo inhibió de leer y escribir hasta los 11 años, cuando dejó la selva para vivir en grandes ciudades de Europa y América, encontró en la poesía no sólo la expresión de una estética sino una llave para volver al origen, como se afirma en El Ansia.
La revista ofrece cinco distintos acercamientos a la obra y figura de Suárez Araúz: Lembranzas, de Paura Rodríguez; Cuando nombrar es recordar de quien esto escribe; Carta urgente a los escribanos de Loén, de Mónica Velásquez Guzmán; El poema América. Una arqueología del futuro de Juan Murillo Dencker; y La sombra de las lavanderas de Gary Daher, junto a poemas de tres autores que han influido en el escritor beniano: Raúl Otero Reiche, Pedro Shimose y el brasileño Thiago de Mello, más una muestra de poemas de Suárez Araúz y la transcripción de su manifiesto Amnesis.
H.C.F. Mansilla (1942), filósofo, cientista político, ensayista, novelista, es, sobre todo, un pensador, es decir, una especie casi en extinción. Pero, además, es un pensador con ideas propias y alejadas de las tendencias globales y locales predominantes, cosa que lo convierte en un intelectual atípico en la Bolivia (y el mundo) de hoy.
Formado en Alemania pero con influencias heterogéneas, escéptico y desencantado, es polémico por lo que piensa, por lo que dice y, no menos importante, por cómo lo dice. Rara avis donde las haya, prefiere volar en sentido contrario a la parvada y, acaso por esto mismo, ha desarrollado una obra digna de estudio y atención.
A él se aproximan en El Ansia Robert Brockmann con su texto Herr Professor; Fernando Molina con El pensamiento y la personalidad de H.C.F. Mansilla; Gonzalo Mendieta Romero con H.C.F. en acción”; y María José Rodríguez con una entrevista cuyo título es ya toda una definición de Mansilla y sus (nuestras) circunstancias: Bolivia no es país para distintos.
Los textos escogidos por el filósofo y politólogo para ser reproducidos en la revista son un fragmento de Los mitos profundos, del olvidado pensador chuquisaqueño Guillermo Francovich; y dos ensayos de autores liberales contemporáneos: Julio Cole Bowles y Enrique Fernández García. Se publican también tres textos del propio Mansilla, entre ellos Balance y nostalgia, hasta ahora inédito.
Cierra el segundo número de El Ansia –antes de una selección de artículos de su homóloga El Ansia Argentina– la sección dedicada a Blanca Elena Paz (1953), una escritora fundamental en la renovación del cuento boliviano, es más, la primera narradora cruceña en publicar un libro de cuentos y en ser traducida a otros idiomas y publicada fuera del país.
Paz tiene “una escritura que apuesta por la precisión, la descripción contundente y el evento sobrenatural. ¿Gótica? ¿Fantástica? ¿Neocostumbrista? Siempre hay más preguntas que respuestas en su caso”, apunta El Ansia, a tiempo de presentar una aproximación “a los caminos que sus búsquedas abrieron para otras creadoras”; precisamente como Giovanna Rivero, Magela Baudoin, Liliana Colanzi y Paola Senseve, quienes le dedican sendos artículos en la revista, seguidos por cinco cuentos de la propia autora, uno de ellos inédito (“Solicitud”), y cinco textos de autores escogidos por ella: dos de Renato Prada Oropeza, ese otro olvidado; uno de Adolfo Cáceres Romero; y dos, un cuento y un poema, de Jorge Suárez, su maestro.
Sea por las razones que fuere (según el caso: ideológicas, estéticas, políticas, geográficas o de género), los tres escritores abordados por la revista están situados fuera del canon pero –y aquí volvemos al principio– de manera discreta lo han infiltrado y modificado el cauce de varias aguas en la literatura y el pensamiento boliviano.
Se trata de un poeta, un filósofo y una narradora, sí, pero no sólo eso. Con una nomenclatura menos taxonómica y más útil para interpretar el carácter intrínseco de cada una de sus escrituras, los editores de El Ansia llegamos a otra tríada: el olvido (Suárez), la duda (Mansilla), y el silencio (Paz).
Aproximaciones más bien intrigantes, provocaciones por qué no, que devienen de sus propios textos.
Textos que leemos como escritores, primero, desmontando sus articulaciones; pero también como atentos coleccionistas de pistas dispersas en el contexto histórico, en la obra y en la vida misma de estos tres valiosos autores bolivianos.
Fuente: Ideas