Por Alba Balderrama
Desde la mirada de la escritora boliviana Mónica Velásquez, el presente está entre 2019 y el 2023 y en ese tiempo el cielo literario ha cambiado, se ha desajustado después de la pandemia y del terremoto político y social en Bolivia. El presente de pronto se puso muy presente, los planetas canónicos, los discursos, las grandes narraciones se suspendieron, se movieron, unas incluso salieron, cual estrellas fugaces, del firmamento. Los libros que contaban pasados, certezas, árboles genealógicos, futuros, incluso, ya no tienen constelaciones seguras. Han aparecido otras formaciones celestiales que iluminan con otra luz nuestra vida literaria. Por tanto, otros signos zodiacales, desconocidos, sin nombre aún, en estado anfibio, nos explican.
Las novelas con principio, medio y final, la “historia contadita de principio a fin”, dirá la autora, se ha roto. La literatura desatada corre a otra velocidad en un tiempo que no para de mutar. Ahora, a cada intento de extensión, corte; de desarrollo, corte; de final glorioso y heroico, corte. El presente se ha convertido en el editor Gordon Lish, en el ritmo desatado que nos obliga a mirar bien el cielo para no ver desaparecer las estrellas que nacen, y las que mueren, con inusitada rapidez. Mónica Velásquez, en su libro Un presente abierto las 24 horas, se acerca en cuatro capítulos, veintidós “ensayos”, en forma de cartas, críticas, borradores de algún texto “futuro”, cartas, poesías, búsquedas en el Chat GPT de inteligencia artificial, y un “fragmento tránsfuga que huyó de la primera parte, para posicionarse en el justo medio del volumen y ganar así su anhelado protagonismo de tema central” a lo que ella domina mejor; la literatura. O mejor puesto, la literatura del presente.
Como intentando agarrar el presente (2019-2023) que se escurre entre los dedos, el libro dibuja, a través de la palabra, una constelación literaria del Sur, donde el peso aleccionador de la “Cruz del Sur”, en forma de ley, Estado, canon, especie, familia, herencia, se ha trastocado. Y son muchos los autores que ponen luz a este movimiento estelar. Son tantos y tan interesantes que la autora hace una no-crítica, entre apremiada y sin “lectura pechito a texto”, como le gusta y alucinada, aullando, preguntando. Estas páginas, en el futuro, cualquiera que sea o que haya ya sido, nos servirán de prueba o catálogo en caso de necesitar maneras para sobrevivir a la sed y al deseo, al encierro, al caos, al cuerpo, al peligro, al desamparo, a la guerra y al abandono. No hay que tener miedo, esto lo digo yo.
Nacer literariamente bajo esta nueva constelación nos señala que no todo está dicho sobre nosotros, que no nos define nuestro origen o nuestra historia, nuestros traumas antiguos y profundos no son precisamente nuestros, otros los tejieron y relataron y que en caso de fuga siempre podemos cambiar, mutar, devenir animal o planta, ser más con el mundo. Esta nueva constelación del sur que Mónica Velásquez nos señala es en sí un acto político, un desdecir a los babilonios y a todos los que les siguieron.
Y ya que estamos, una pequeña lista de algunos de los autores que brillan en el libro: Cynthia Edul, Lina Meruane, Miriam Moscona, Gabriela Wiener, Carla Maliandi, Mariana Eva Pérez, José Carlos Agüero, Fernanda Trías, Brenda Navarro, Sara Uribe, Giovanna Rivero, Magela Baudoin, Mariana Enriquez, Natalia García Freire, Fernanda Ampuero, Nona Fernández, Julián Herbert, Gabriela Cabezón Cámara, Sebastián Antezana, Flavia Costa, Nona Fernández, Gabriel Giorgie, Ana Paula Maia, Wilmer Urrelo, Martín Kohan, Maximiliano Barrientos, Juan Cárdenas, Nadine Labaki, Clarice Lispector, Gabriel Mamani, Brenda Navarro, Leila Guerriero, Pedro Mairal y, siempre salvándonos del tiempo, Marosa Di Giorgio.
Fuente: La Ramona