11/20/2009 por Marcelo Paz Soldan
Retazos de historia de Pedro Rivero Jordán

Retazos de historia de Pedro Rivero Jordán

Retazos de historia

Cien años de fútbol cruceño
Por: Pedro Shimose

Hace quince años, el periodista Carlos Mesa Gisbert publicó un libro extraordinario: La epopeya del fútbol boliviano. 1896-1994 (La Paz, 1994). En él, cita a Pedro Rivero Jordán como su gran referencia cruceña. No era para menos. Rivero Jordán había publicado, por esas fechas, dos libros imprescindibles: Anécdotas y pelotazos (1988) e Historia del fútbol cruceño (1992). Su conocimiento de los temas deportivos, su pericia periodística y sus dotes de investigador le han permitido, diecisiete años después, ampliar su bibliografía mediante la publicación de Retazos de historia. 1910-2010. / 100 años de fútbol cruceño (Santa Cruz de la Sierra, La Hoguera, 2009, 186 págs.)
Anticipándose a los festejos del bicentenario de la lucha emancipadora en Santa Cruz, Pedro Fernando Rivero Jordán (Santa Cruz de la Sierra, 21.08.1954) ha querido conmemorar el centenario de la implantación del fútbol en su tierra natal y, de paso, recuperar la memoria de aquella ciudad que él evoca como “la aldea grande” y que el poeta Otero Reiche denominó, con dejo nostálgico, “la amable ciudad vieja”. Lo ha logrado con creces. El libro contiene páginas de innegable interés histórico.
La lectura de Retazos de historia me ha transportado a otra época, cuando el fútbol era un juego noble que contribuía a la sociabilidad de los pobladores, a las relaciones de individuos y barrios, a la movilidad social entre el campo y la ciudad, y a la diversión sana, apacible, propia de una sociedad rural y patriarcal. Las fiestas religiosas y cívicas constituían los grandes acontecimientos que, a nivel popular, marcaban el calendario de Santa Cruz. Desde 1910, el fútbol se incorporó a los ritos sociales del pueblo camba: los carnavales, los buris, las serenatas, las misas, las novenas, los desfiles patrióticos y las tertulias. Rivero Jordán nos cuenta que los dos primeros equipos de fútbol – Los Rosas y Los Celestes – competían los domingos en canchas improvisadas en potreros (aún no había estadios) y a ese acontecimiento social asistían las familias patricias, la gente humilde, los estudiantes, las peladas en edad de merecer, los cortejos, las colonias de inmigrantes extranjeros, los campesinos, peones y artesanos de la villa, todo ello amenizado por la banda de Mateo Flores.
Pero el mundo ha cambiado y con el mundo, la vida. El fútbol ya no es juego ni deporte; ya no exalta los valores identitarios (el barrio, la ciudad, la región), ni importan los ‘colores’, el honor, la lealtad, la caballerosidad (saber ganar y saber perder) y las buenas maneras (el famoso ‘fair play’). El fútbol se ha convertido en espectáculo, negocio puro y duro, instrumento político de manipulación propagandística y, a veces, en empresa delictiva (véase el capítulo XIV, dedicado al ‘narcofútbol’). Ahora se habla de fútbol como si se hablara de una acción bélica (recordemos la ‘guerra del fútbol’ entre Honduras y El Salvador), se alecciona el ‘todo vale’, el ‘ganar como sea’, el ‘se le mete nomás’, ‘al enemigo, ni agua’; y se incentivan los beneficios económicos como única meta de aquello que un día fue deporte desinteresado (los actuales potentados rusos, norteamericanos, ingleses y españoles, el dictador Gadafi, los magnates árabes del petróleo y el político Berlusconi – dueño del Milan F.C. – compran futbolistas y clubes de fútbol como si fueran mercancías). Los últimos acontecimientos políticos en los cuales se han visto implicados varios miembros de las ‘barras bravas’ de dos clubes de fútbol cruceños y tres ex futbolistas cambas, avalan lo que digo.
Desde aquel lejano 1910 hasta nuestros días, pasando por la Academia Tahuichi y las estrellas cambas de la inolvidable selección boliviana del Mundial de Estados Unidos (1993), todo está bien contado en el último libro de Rivero Jordán. Lo que yo pudiera añadir sobre el libro y su autor, palidecería ante las palabras del periodista Bismarck Kreidler Flores, autor del prólogo. Resalta el aporte de Carlos A. Cirbián, autor de la portada y de las lindas y graciosas ilustraciones interiores. Qué lo disfruten!
Fuente: El Deber