Allá afuera hay monstruos
Por Cecilia Velasco
El narrador boliviano logra plasmar una alegoría de la pandemia de la covid, en la que hay poco que pedir a la imaginación para lograr las conexiones entre la ficción y la angustiante realidad que la humanidad vivió desde marzo de 2020. Este distópico relato tiene cierta familiaridad con Cartucho, de la mexicana Nellie Campobello, una serie de estampas crudas y líricas sobre la Revolución mexicana. Paz Soldán reconoce esta huella, evidenciada, por ejemplo, en la elección de la voz narrativa de una adolescente, cuya mirada, al mismo tiempo inocente y ávida, describe y cuenta lo que ve sin demasiados juicios de valor ni eufemismos. La muchacha es hija de una enfermera y su hermano padece una enfermedad mental. El contexto nos recuerda a Bolivia, con sus revueltas políticas, ancestrales problemas regionales y étnicos, crisis en los servicios de salud. Pero podría tratarse de cualquier otro Estado fallido: un presidente inepto en el poder, una opositora indignada y sus huestes, un alucinado y profético líder comunitario se enfrentan a sangre y fuego en regiones urbanas y rurales, donde siguen cayendo los muertos atacados por “el bicho”. Los cadáveres se apilan y el personal de salud no recibe la protección necesaria, se ocultan las cifras. Miedo y luto campean. El terror y las pesadillas son experimentados por personajes verosímiles y redondos.
No faltan las mascotas ni los pájaros, la selva y el bosque, como para recordarnos que todos, también monstruos y bichos, somos una minúscula molécula en el misterio de la vida y la muerte. Y que las luchas políticas hoy son más utópicas que de costumbre.
Fuente: Revista Mundo