12/19/2012 por Marcelo Paz Soldan
Reseña Billie Ruth de Edmundo Paz Soldán

Reseña Billie Ruth de Edmundo Paz Soldán

Billie Ruth Tapa Bolivia 2 (Ecdótica)

Reseña Billie Ruth
Por: Miguel Ángel Muñoz

La lectura del libro de cuentos Billie Ruth, de Edmundo Paz Soldán, ha sido mi afortunado encuentro con la obra de este autor, cuya lectura dos amigos escritores me habían recomendado vivamente. De hecho, hace ya tiempo, en un viaje a Sevilla, compré Río fugitivo, la que para ambos era su mejor novela hasta el momento –Paz Soldán es prolífico y desde entonces ha publicado algunos libros más-. Recupero desde ya ese título del agujero negro con libros por leer en que se ha convertido mi biblioteca y lo encomiendo al exclusivo montón de lecturas inmediatas. En realidad, sin leerlo, sus historias, protagonizadas por malvados y en las que la violencia, en entornos idílicos, es el motor de sus tramas, habían llamado ya mi atención desde hace tiempo. Y, la verdad, en una temporada de libros de cuentos –del verano para acá- bastante insípida,
en la que apenas me topo con títulos que despierten mi atención y, al menos, me hagan leer con ansia sus cuentos, “Billie Ruth” ha sido una bendición. Estaba preocupado por esta atonía, por esta falta de libros de cuentos potentes –que no fuesen antologías o cuentos completos- y ciertamente el libro de Paz Soldán lo es.
Su autor es básicamente un narrador, preocupado porque sus cuentos sean contados con agilidad, sin demoras innecesarias. Esto a veces le da a sus cuentos cierta sensación de prisa. Uno quisiera más remansos narrativos, pero, a cambio, el ritmo es impecable, sus elipsis son continuas y muy apropiadas al género del relato, y apenas se acaba una historia nos metemos sin pereza en la siguiente. Los buenos aficionados sabemos que hay distintos “esquemas” de libros de relatos: algunos se leen con tranquilidad, poco a poco, saboreando cada relato; otros son desequilibrados y se recorren con cierta impudicia que hace que apenas atendamos a algunos de sus cuentos y nos centremos en los mejores; otros, como Billie Ruth, se leen con ganas de principio a final. Cuando proliferan los libros de cuentos que no cuentan nada, y que se deleitan en ejercicios de taller de aire un tanto naif –ahora ingenuos, ahora pretendidamente atrevidos- leer el libro de Paz Soldán, con historias bien contadas y que, digamos, hace honor a la nobleza del género, es una bocanada de aire fresco. Y el aire fresco, no nos confundamos, procede más de la experiencia y el trabajo narrativo de un autor concienzudo que de los juegos improvisados, que crían polilla a la vuelta de un año.
Digresiones aparte, las quince historias que componen Billie Ruth están embebidas de un humo violento e inquietante. Muchas de sus historias están protagonizadas por hijos que ven el mundo de sus padres con la lejanía que confiere la extrañeza, pero en muchas ocasiones porque esos hijos ya han llegado más lejos que sus progenitores, como en el estupendo “El ladrón de Navidad”, “El acantilado”, “Díler”, “Ravenwood”, o son jóvenes que se encuentran enajenados por una siempre traumática entrada en la adolescencia, como en el casi fantástico “Los otros”, que me ha recordado a algunos cuentos de tema parecido de Monzó o Pámies. En “Ruby” o “Volvo” esos jóvenes han dado un paso más y, desde el acercamiento a la violencia o el recuerdo de ella, han sido ya definitivamente transformados, convertidos en otros, más fieros y temibles. Adultos. En “Billie Ruth” interesa, más que la trama, el dibujo leve, pero encantador, de la chica que da título al cuento. Y turbios, pero atractivos, sutiles pero a la vez contundentes, los tres últimos cuentos, en los que la presencia de la muerte y la degradación provocada por la enfermedad o la violencia se enseñorea de sus historias, en las que la salida que otorga el amor y la sensualidad no es sino un lenitivo insuficiente. “El Croata”, sobre un portero de fútbol a las puertas de la muerte y su relación con un joven; “Srebrenica”, que se desarrolla en el contexto de las guerras balcánicas, mezclados sexo y fosas comunes y, por último, “Azurduy”, sobre un maestro que llega a una aldea minera boliviana y traba relación con un violento vecino.
Con cierta unidad temática modulada por rítmicas variaciones, Billie Ruth, que empieza con relatos más dubitativos y va ganando aliento y poderío conforme avanza, es un notable libro de cuentos, que se recuerda con mayor agrado conforme pasan los días desde su lectura. Y sería notable incluso si la temporada de relatos no estuviese siendo, en mi opinión, tan poco propicia para la sorpresa y la felicidad lectora.
Fuente:elsindromechejov.blogspot.com