02/10/2021 por Sergio León

Pedro Albornoz: “Escribo sin buscar complacer a nadie”

Por Cindy Soliz Villegas

“Introvertido y orgulloso de ello”, Pedro Charles Albornoz Camacho es el ganador del XIV Concurso Municipal de Novela “Marcelo Quiroga Santa Cruz” con su obra “Mach 1”, en la que utiliza la ficción para explorar un tema vertebral: el acto creativo.

Actualmente, el escritor está en proceso de revisión final de su manuscrito y con la imagen de portada decidida (diseñada por el artista visual Vinicio Sejas), sólo queda esperar que la Alcaldía de Cercado, a través de la Secretaría de Cultura, publique y distribuya el libro.

En esta entrevista, el escritor cuenta un poco de su proceso y otros proyectos.

Una obra más de su autoría que es premiada en importante certamen literario nacional, ¿cómo se siente con este reconocimiento?

Me enteré de manera no oficial por Facebook; la noticia llegó en un momento algo difícil, así que lo tomé con calma. Tuve pequeñas celebraciones discretas y sobrias a lo largo de los siguientes días, con mis personas más queridas. La llamada oficial llegó una semana después. Creo que ocurrió de la mejor manera posible. No soy bueno con el autobombo.

¿Podría contarnos un poco acerca de su novela?

“Mach 1” se sitúa en un escenario de fin de mundo: el planeta ha sido devastado en su totalidad, salvo por el último bastión de la humanidad, Ciudad Costra, por una plaga de origen desconocido, el Albedo. Entre los refugiados se encuentran el célebre Dámaso Noir, director de cine que llevó a los filmes de entretenimiento adulto a los más altos niveles del arte; la Directora, una mujer que ha renunciado a su nombre y vida a cambio de los privilegios que conlleva servir sumisamente a la camarilla gobernante invisible que preside la ciudad, y Bas Apolo, actor virtuoso de cine pornográfico que sirve de objeto de fascinación estética para la élite de La Costra. Mientras el Reloj del Fin del Mundo recuenta, al parecer irreversiblemente, los minutos que quedan de vida al planeta, estos tres labran un plan ambicioso: crear la obra de arte definitiva que habrá de resumir el espíritu humano, el filme Mach 1, y cerrar el ciclo de vida de la especie con broche de oro.

¿Cómo concibe esta historia?, ¿por qué el título “Mach 1”?

La idea germinó a partir de un par de textos que compuse luego de encontrarme con mi amiga, Valia, que también es mi gemela; ambos aparecen en la novela. Uno es un poemario inédito mío del cual se gesta toda la tensión entre arte y pornografía; este surgió espontáneamente, en cuestión de dos horas, luego de que ella llegara de Santa Cruz para visitarme. La segunda, una declaración de guerra versificada, que también brotó como un producto acabado en minutos, y luego de una conversación con ella. Tenemos una fuerte conexión que incluso llega a ser telepática, y hay gente que lo ha visto.

Estoy bastante acostumbrado a escribir en arrebatos que surgen de la nada. Así escribí “El otro muro”, que ganó el Franz Tamayo, y varios otros. Esto me ocurre casi siempre cuando hago narrativa o poesía luego de un largo período de bloqueo. He aprendido, con los años, que mis bloqueos significan que todavía estoy procesando algo y que, mientras esto ocurre, no debo quedarme simplemente a esperar: debo sino escribir sin cesar, sobre lo que sea, a mano, en mi diario, un mínimo de 500 palabras al día. Cuando elaboro textos académicos, el proceso es muy distinto, muy cerebral, planificado y estresante, porque tengo que gestionar mi producción en términos de una fecha tope, considerar formatos rigurosos y una cantidad mínima o máxima (que siempre excedo). Sin embargo, al meterme a hacer narrativa, me libero de todas las restricciones y abro las puertas de par en par: es sumamente liberador, pero también induce vértigo.

En quinto básico, me enseñaron acerca del Mach 1, una medida de velocidad de un objeto en relación a la velocidad del sonido, y quedé impactado por las imágenes del boom sónico producido cuando se supera esta velocidad y, por algún motivo, el concepto resurgió de la nada más de treinta décadas después: simplemente me vino la palabra a la mente, y decidí sentarme en la computadora a explorar qué significaba. Y encontré la novela o, más bien, la novela me encontró  y me dijo, en tres voces, de qué se trataba. Yo sólo tomé el dictado. Es, básicamente, escritura automática. Pero viene a un costo elevadísimo.

¿Qué van a encontrar los lectores en las páginas de esta obra?

Eso dependerá de lo que cada persona traiga consigo al momento de la lectura. El acto de leer no se da en un vacío, pues opera a partir de las experiencias literarias y estéticas previas: así, dependiendo del bagaje de un lector o espectador, una obra puede crear resonancia, disonancia, placer, displacer, tedio o indiferencia dependiendo del mundo interno de quien se aproxime a esta, de su voluntad de acercarse al texto con ganas de participar en él como coautor, o solo pasar el tiempo pasivamente. Incluso puede acercarse al texto simplemente con ganas de destrozar al autor por alguna idiosincrasia suya. Todos estos acercamientos son válidos y bienvenidos, pues hace que el acto y responsabilidad de creación se traspase al receptor de la obra. Así, se mantiene la bola en movimiento, se transfiere energía. Y la vida es movimiento. Escribo sin buscar complacer a nadie, especial al público varón heterocéntrico, pero con la fe de que mi lector o lectora ideal todavía no ha nacido, y espero que mi texto le llegue de alguna manera cuando yo no esté.

En esta historia de ficción, ¿cómo descubre los escenarios y los personajes?

Tengo dos puntos focales: el primero es mi biografía: extraje muchísimo de mi experiencia como crítico de arte, pero también desde mi sensibilidad y orientación particular. Soy introvertido por naturaleza y tiendo a pasar desapercibido, pero tengo una memoria muy buena y, la verdad, también heredé el sentido del humor seco y sarcástico del cochabambino de mi padre y mi madre. El segundo es mi intuición, que permite que procese mi vivencia y la desplace y transmute a otro plano donde pueda adquirir mayor perspectiva sobre lo que me rodea.

¿Quizá algún personaje de la novela tiene algo, poco o mucho de usted? 

Eso quisiera. Dámaso Noir es mi espíritu animal. Lo modelé a partir del hombre de ingenio, Quentin Crisp, y el analista suizo Carl G. Jung. Físicamente, es idéntico a Crisp. Tengo algo de Bas debido a un momento de mi vida luego de la universidad, que me pareció una de las más divertidas.

¿Podría compartir con nosotros alguna anécdota relacionada con la época en la que escribió esta novela?

Escribí la novela en una semana. Fueron siete días febriles de los que recuerdo poco. Pero corregí y ajusté la novela a lo largo de varios años. Acabo de leerla de nuevo y hay demasiadas cosas que no sé quién puso ahí.

Acababa de volver de Nueva York a Cochabamba, y el contrachoque cultural al retorno fue grande; esto fue agravado por el hecho que, sin saberlo, alquilé un departamento en un edificio que estaba habitado por un elenco de personajes insólitos, hostiles y sumamente conflictivos, una verdadera nave de locos.

Uno de mis vecinos había descubierto evidencia matemática de que la Atlántida estaba en el Tiahuanaco y nada le gustaba más que compartir sus teorías al primer extraño que se le acercara a menos de diez metros; otra vecina mía tenía una vitrina llena de fotos suyas alteradas digitalmente para que pareciera que estaba posando junto a Brad Pitt, Jennifer Aniston, Angelina Jolie y otras/todas las celebridades de Hollywood. Creo que ni se salvó Charlie Chaplin, no recuerdo muy bien. Ella me metió a su departamento a la fuerza un día que fui a pagarle el alquiler, así que me hallaba demasiado aterrorizado como para tomar cuenta de las cosas. Me contó que había ganado tantas veces el concurso Miss Bolivia que le habían dado el título de manera vitalicia. Pero la más singular era la vecina que inspiró el episodio del elevador que aparece en “Mach 1”. Esa escena es una transcripción literal de los hechos ocurridos y hasta el día de hoy me topo con la señora en la calle. Casi me atropellan seis micros por cruzar a la acera contraria. Sería una forma digna de morir, dadas las circunstancias. Atraemos lo que llevamos dentro y siempre fui un imán para los orates.

Háblenos de sus siguientes proyectos.

Me es difícil hablar de mi siguiente proyecto porque mi mente no opera de forma lineal. Siempre tengo varios planes en el horno al mismo tiempo, y hay que estar atento al que va a terminar de dorarse primero. Lo que sé es que empezaré una investigación monográfica de una de mis artistas bolivianas favoritas este año, pero también tengo dos cómics en gestación, un cuento infantil por ilustrar. Soy introvertido y orgulloso de ello: yo nací para prosperar en la cuarentena.

Me tomó muchísimo tiempo conocer cómo funciona mi cabeza, que considero una de mis principales herramientas de trabajo, aunque no la primera: esa sería mi intuición, soy muy visceral. He aprendido que la creación surge cuando el caos llega a una masa crítica inevitable y, para retomar el control, debo escribir. También aprendí otras dos cosas: primero que el descanso es la parte más importante del trabajo, y, segundo, que es vital vivir en un edificio de departamento donde tus vecinos estén más locos que tú, especialmente si estás en medio de una pandemia. Y cuento con la bendición mixta de vivir en un lugar así, de nuevo.

Fuente: Los Tiempos