Por Lourdes I. Saavedra Berbetty
Los cuentos de G. Munckel constituyen narraciones minuciosamente elaboradas, que reconstruyen de manera intensa, desesperanzada y enigmática el caminar por territorialidades oscuras de la condición humana. Deambular por los cuentos de G. Munckel es transitar la herida abierta que se expande por sus relatos. En “Vacaciones familiares”, historia que pertenece a su primer libro “El día del fuego” (Editorial Nuevo Milenio, 2020), dos hermanos contemplan desde la montaña el bosque y el lobo que amenaza su quietud, mientras sus padres urden un plan más siniestro para sus vacaciones, mientras que en otros relatos de su libro debut como ”Flores de sombra” una casa abandonada es un espacio baldío que poco a poco succiona el tiempo y se apodera de la memoria y la voluntad de sus nuevos inquilinos, en “miércoles” con ritmo poético nos sentimos atrapados y sin salida en un día que se repite emanando tedio e interminables rutinas.
El segundo libro de cuentos “Imposible regresar al lugar del que te fuiste” comparte similar adn a sus relatos que nos sorprendieron en una primera entrega, pero a la vez, se puede apreciar un lenguaje más depurado y fluido, donde los escenarios, la muerte y los sentimientos encontrados con los afectos familiares siguen siendo parte de su materia prima, pero la diferencia que marca este libro es la precisión de sus historias y efectividad para sincronizar el detalle, la complejidad de sus personajes y dejarnos con ideas que flotan subterráneamente, al igual que una road movie que digerimos con placer y enigma, en la madrugada.
Otra línea muy interesante de la escritura de Munckel son los cuentos de hermanos, elaborados de manera meticulosa con texturas afectivas que causan un impacto certero desde su anterior libro, en la narración “Imposible regresar al lugar del que te fuiste” cuento fundamental de su segundo libro, el reencuentro fraterno produce hilos narrativos en la búsqueda de un ayer perdido del hermano “visitante”, entre el polvo y el descuido de la casa paterna se encuentra la imposibilidad del retorno y el no poder salvaguardarse de la infancia como un gigante que se aleja; este cuento tiene un ritmo al estilo de Carver, porque logra introducirnos en la piel de sus personajes que se desencuentran en el tiempo, en los afectos y el ejercicio inquebrantable de enfrentar el presente.
Un recurso narrativo muy interesante es la versatilidad de los lugares donde fue escrito el libro, esos axis mundi desplegados en la bitácora de la casera del puestito de comida callejera del centro urbano de Cochabamba, avenidas de Buenos Aires cerca de Chacarita, las luces que se apagan y encienden en los diálogos en la puerta de un motel, donde Munckel no solo ejercita la enunciación desde lo sobrio, sino que también descubrimos un fino sentido de humor y picardía en las conversaciones de los taxistas.
Leer a G. Munckel es ingresar a un universo donde la palabra se anima al calor del fuego, los recuerdos y amaneceres, que nos permiten explorar aquellas posibilidades de arreglar cuentas con el pasado, buscar las marcas de las huellas de los afectos y sobrevivir a la rutina cotidiana desde el ejercicio de narrar lo sucedido como un acto creador donde el telón de la realidad se desgarra e intuye que del otro lado hay algo más, aunque nunca termine de revelarse qué es.
Fuente: Ecdótica