09/11/2007 por Marcelo Paz Soldan

No le digas de David Mondacca

Un viaje al alma a través de No le digas
por David Mondacca

La noche que conocí a Jaime Sáenz en 1985 en la carrera de Literatura de la UMSA, el tiempo se detuvo; el poeta era poseedor de otra realidad e impregnaba todo su espacio de ese halo misterioso del cual era absoluto dueño. El curso de Literatura Creativa, con más presencia femenina, estaba estremecido. Sólo atiné a cruzar los brazos protegiéndome de no se que… Por la noche tuve un sueño lúcido, ví a Saenz cubriendo la entrada de una casa, llevaba una camisa leñadora, en el interior de la misma divisé a varias compañeras del curso; alguien se me acercó y me susurró al oído: Scowanes…
De principio intuí que Jaime Saenz habitaba en dos espacios indescriptibles: Algunos de sus relatos son testimonio de esa transición entre ambos mundos.
Durante la experiencia del curso, fiel a mi alma de actor, buscaba imitar su voz, parafraseando los textos de Felipe Delgado. Luego el poeta enfermó y falleció dejándome un gran vacío que con los años he tratado de llenar representándolo a él y a algunos de sus textos.
La primera vez que puse en escena un texto de Jaime Sáenz fue en el Paraninfo Universitario, como invitado en el homenaje que le tributo Blanca Wietüchter y Alberto Villalpando.
Después de algún tiempo, Freddy Terrazas, por entonces Director de la Sinfónica Nacional, me dijo: ¿Te animas a actuar un texto de Sáenz en un concierto en el Club de La Paz? Asistirán autoridades y embajadores, así conocerán al más grande poeta boliviano. Acepté el desafío y el día señalado, en medio del concierto, Freddy [Terrazas] detiene abruptamente la música y yo, que me encuentro en medio del público, me levanto y le cuento a la gran cantidad de espectadores la historia de “Juan José Lillo”. La gente se desconcertó al principio –no se estilan cosas así–, pero terminó en un prolongado aplauso.
Luego grabé en el programa “Bumerang”, dirigido por Paolo Agazzi, la historia de “Juan José Lillo” en cinco capítulos cada una en distinto color, los televidentes seguían semana a semana las desventuras del hombre que olía a misterio y a humo. Después realizamos el video Los Habitantes de la ciudad de Blanca [Wietüchter], obra en la que los objetos que aparecen son los del mismo poeta.
Así fue tomando cuerpo una serie de imágenes escénicas, atmósferas, texturas, sensaciones, recuerdos y sentimientos que impregnados con los escritos de Jaime [Saenz] y esto a su vez gestó No le Digas: Una ceremonia escénica que evoca la vida y la figura de Sáenz.
En 1998, para el aniversario de La Paz, decidí darle toda la dimensión teatral a No le Digas. En las Fiestas Julianas estrené la obra. En el ensayo general recién advertí que duraba cerca de tres horas, sacrifiqué varias escenas y acorté la pieza a hora y treinta minutos. La primera temporada duró tres días. El Municipio solicitó una nueva presentación por que el estreno de No le digas había tenido muy buenos comentarios.
Fue en septiembre de ese año que la directora de cine Mela Márquez asiste al teatro y de ahí nace la idea de llevar No le digas al cine, idea que tardaría en cristalizarse cerca a nueve años; su estreno se espera para el primer semestre del 2007.
Comprendí que retratar el complejo mundo de Jaime Saenz sería una labor de largo aliento y que sólo una trilogía podría intentar develarme el universo saenziano; es así que al unipersonal No le digas le siguen las adaptaciones escénicas de Santiago de Machaca y Los cuartos, obras con mayor número de actores.
De ahí en adelante No le digas empezó a caminar sola: vendría su participación en el festival Peter Travesí Canedo de Cochabamba en la que obtuve el primer premio. Representaciones en toda Bolivia, Perú, Uruguay, Chile, habiendo cosechado inmejorables críticas.
Cuando Luis H. Antezana J. (Cachín), destacado crítico boliviano, vio No le digas, me dijo si tenía el libreto; sólo atiné a sonreírle y él se dio cuenta que todo estaba en mi cabeza, por lo que el texto estaba en constante cambio y no de manera definitiva.
El mayor elogio que recibí representando a Jaime Sáenz en No le digas fue cuando una señora al final de la obra me dijo: ¡Esto no es teatro, es brujería! ¿Qué puedo decir? Y es que Jaime Saenz toco mi alma. Así nomás es y ahora lo confieso.
En Santa Cruz, durante el Festival Internacional de Teatro, el aplauso fue el más largo que recibí en mis hasta ahora 34 años como actor; el público me aplaudía de pie por un tiempo, así lo sentí entonces, indefinido.
Lo mismo me pasó en el Festival de Teatro “Zico Sur” Antofagasta- Chile y en Puerto Montt en el Sur de Chile. La obra fue representada en Arequipa y Cuzco, Perú, en Montevideo, Uruguay y en muchos escenarios en el interior de Bolivia. Hasta la fecha tiene cuarenta representaciones y esperamos seguir sumando, o que otros actores se animen a tomar la posta.
En Sucre, Capital de Bolivia, paseando en el mercado de esa ciudad, se me acercó un anciano que vestía ropas andrajosas y cuando me disponía a sacar unas monedas, me detuvo y dijo: ¡llegue de Monteagudo sólo para ver al actor que hace fragmentos del Felipe delgado!
Donde presenté No le digas tenía espectadores que quedaban estremecidos por la obra; incluso algunos se me acercaban para averiguar sobre la figura del poeta Jaime Saenz. La mayoría de mis espectadores en Bolivia no habían escuchado hablar de él y estaban maravillados por la vida de este poeta. Sólo espero que a través de No le digas haya logrado que alguna gente lo lea y difunda su lectura.
Otra de mis anécdotas fue cuando una señora de edad me espero a la salida del teatro. Llovía copiosamente y, como una aparecida, me dejo mudo cuando me toco el hombro a la salida del teatro y exclamó: ¡No era un ciego, eran tres! Se refería al personaje de La Piedra Imán que tocaba el piano con “el alma”.
En los escenarios internacionales donde presenté No le digas la respuesta del público siempre fue de inmensa emoción.
En Montevideo, al recoger la escenografía para llevarla al aeropuerto, el chofer del remix me reconoció ya que tres días antes me entrevistaron en un programa muy visto en la televisión local y me dijo que él y su esposa, viéndome citar algunos textos de Jaime Saenz, habían quedado impactados por la fuerza y el misterio que emanaban esas historias. El localismo en Sáenz –que algunos señalan– no fue obstáculo para sentir al poeta, sin duda porque para mí su obra es universal, llena de fuertes sentimientos.
Agradezco a Jaime Saenz por haberme elegido, sin que quizá él lo sepa, como difusor de fragmentos de su obra; confieso que ha impregnado mi vida de asombro y verdadera magia que permanecerá a lo largo de mi existencia ya que son nueve años representándolo e interpretando, como yo siento, algunos de sus textos