11/15/2007 por Marcelo Paz Soldan
Narrativa y poesía en Bolivia: La escritura desde Santa Cruz de la Sierra. Parte 2/3

Narrativa y poesía en Bolivia: La escritura desde Santa Cruz de la Sierra. Parte 2/3

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Narrativa y poesía en Bolivia: La escritura desde Santa Cruz de la Sierra. Parte 2/3
Por: Claudia Bowles Olhagaray
Los cambios

La nostalgia por la Santa Cruz aldea, (la de los tipos y leyendas, la de los cuadros de costumbres (Flores) o los balcones y serenatas (Otero)), fue poco a poco quedando atrás, y solo pervive en algunos textos poéticos apenas ya como un tópico, o con un tratamiento lingüístico que le da otra dimensión. El fin del milenio provocó en algunos una vuelta a la tradición; otros, transitaron indiferentes el umbral.
Durante las décadas de los ’70- ’80, se produjeron una serie de acontecimientos políticos, que incidieron profundamente en la producción literaria. La dictadura no propició la aparición de obras literarias significativas. Pero a partir del año 1985, Santa Cruz se convierte en un centro generador de arte, particularmente de literatura.
El “Taller del Cuento Nuevo”, (1986) grupo que naciera a raíz de la realización de un encuentro-taller justamente, dio algunos de los nombres que hasta ahora permanecen produciendo con una constancia y permanencia pocas veces vista. De aquella escuela vienen (directa o indirectamente) Blanca Elena Paz, Homero Carvalho, Oscar Barbery, Paz Padilla y otros que, sin haber pertenecido al grupo, por sus coincidencias literarias hoy se funden en esa generación pos-80, que renovó el oficio de la escritura en varios sentidos, cuales son Aníbal Crespo, Gustavo Cárdenas, Gary Daher, Luis Andrade, Emilio Martínez, Gonzalo de Córdoba. La expansión demográfica de esta urbe, alimentada significativamente por la migración interna y externa, se hace evidente en la presencia de estos últimos, que vienen de otras regiones del país, o de fuera de él (los dos últimos). Por otro lado, el espacio poético sería tomado con un sostenido espíritu de trabajo, y un innegable crecimiento de la profundidad en las exploraciones literarias, desde la mano de las mujeres: allí aparece casi precozmente Giovanna Rivero, antes la ya mencionada Blanca Elena Paz, Luisa (Gigia) Talarico, Centa Reck y Claudia Peña.
Unos aproximaron la prosa a la poesía; otros incorporaron algunos preceptos del realismo mágico a este contexto de selva y calor, absolutamente apto para esa concepción literaria; alguno nos permitió pensar en una literatura negra o policial propia, género casi exclusivo de otras lenguas y culturas. Llegaron incluso a concedernos la posibilidad de encontrar humor en la literatura, un recurso poco frecuentado en nuestra tradición literaria (nacional sobre todo) tan grave en el tono y melancólica en la visión (Homero Carvalho, Oscar Barbery Suárez). La poesía se reencontró con la canción popular, ésta ahora un “espejo” propicio para la reflexión interior (O. Barbery), pero también se volvería alivio ante “tanto desacierto, la sangre agobiada”. La palabra es puerta que abre y armadura que protege (A. Crespo). El verso logra la brevedad suficiente para expresar la angustia ante la ausencia del otro, la insoportable y dolorosa necesidad del cuerpo del otro, como anuncia Gigia Talarico en sus textos aún inéditos.
Aunque durante el S. XX, la narrativa (más que otros géneros) había alcanzado en términos universales, límites que justamente nos hacían pensar en un posible agotamiento, hoy continuamos sorprendiéndonos y disfrutando con las propuestas que las mismas circunstancias vitales le ofrecen al hombre como reto. La mitología de todas las regiones, la vida y la muerte, el amor y el odio, la traición, el poder, la soledad, el abuso, el desquicio, y otra vez la soledad, continúan siendo los temas capitales de la literatura actual. Pero es también la literatura misma, los mitos literarios, los “topoi” literarios, los que se convierten ahora en eje temático esencial. De pronto la intertextualidad es un recurso, una técnica y un valor literario insoslayable, como se evidencia en textos de Cárdenas, Martinez, Carvalho. Y cuando hablamos de literatura debemos incluir también a algunos géneros mal llamados marginales, como la historieta (cómic), los relatos orales, las tradiciones urbanas (ya no las regionales o nacionales rurales), convocados por la escritura cruceña, como ocurre en Carvalho y Barbery. Pero el habernos convertido vertiginosamente en una “gran urbe”, impone casi obligatoriamente otros motivos.
Hoy nuestros escritores evocan insoslayablemente la angustiante e impersonal vida urbana, símbolo de la decadencia de la civilización que pasó de la gloria a la mediocridad en los inicios del siglo veinte; y en esta ciudad, símbolo de la superposición y convivencia no siempre armónica de mundos, tiempos, mentalidades, culturas, lenguas, que se entrecruzan y se hibridan, oscilando entre la intolerancia política y religiosa que creíamos superada y la libertad degradada de los reality-show, de los noticiarios-espectáculo; entre la ‘modernidad’ de una democracia milagrosamente conservada por 25 años, y el racismo, la xenofobia, el machismo y la ceguera cultural y artística que subyacen bajo el discurso que la sostiene. A esta multiplicidad imposible de nombrar, que también es multiplicidad de “hablas”, le acompaña el silencio de las multitudes.
Pero frente a esta mutilación del “habla” – que atribuimos al discurso político, de las comunicaciones masivas, y del anonimato colectivo en el que vive la gran mayoría de nuestra población, que paradójicamente vocifera en la palabra del político/impostor; frente a este sin sentido y sin rumbo de la cotidianeidad, frente al silencio de miles, que se confunden entre el reverdecido indigenismo, el trasnochado marxismo, el tardío feminismo; frente al grito desesperado de los niños de la calle y las ostensivas campañas de salvataje de las instituciones gubernamentales, frente a los apabullantes y multiplicados/bles cabildos y referendos; frente a la compleja y contradictoria “refundación” de nuestra “Carta Magna” …aparece la poesía y nos salva; el acto poético sobrevive a todos los embates de la chatura política y a la vacuidad de la comunicación cotidiana.
Pero la escritura será también, determinada por aquellos fenómenos extra-literarios, pues es el sujeto escindido, que ha roto con su mundo, el que habla en estos brevísimos cuentos, en escasísimos versos o en relatos sobrecargados de ironía y dolor como se percibe en Giovanna Rivero o Claudia Peña. Los escritores incluidos aquí, además de superar las profundas huellas dejadas por el realismo social e histórico, el indigenismo, la mística de la tierra, replantean sus poéticas, alcanzando, casi todos, en la escritura, un camino de encuentro con el propio ser.
Creemos, junto con Wittgenstein, que la realidad consiste de un incontable y discreto cuerpo de irreductibles hechos, a los que los humanos intentamos comunicar simbólicamente a través de la palabra; pero también que además representar la realidad, las palabras la determinan.
Desde otra perspectiva, es cierto que se ha producido una gran explosión de información y una implosión de significado, en palabras de J. Baudrillard; que siempre ha existido una cultura popular, por un lado, y por otro, los escritores siempre se han sentido solos, incompletos, enajenados y a la vez seducidos por el contacto directo con el público. Eso los lleva de vuelta al “mundanal ruido”. Pero la literatura y eso lo sabemos todos, informa sobre lo que está más allá de la información. Sobrepasa infinitamente lo dicho en el discurso cotidiano de la política y de la información.
De la misma manera en que sabemos que ya no es la clase media ilustrada europea la que porta la cultura, que ya no existen culturas metropolitanas y mucho menos culturas homogéneas; así como sabemos que la historia se ha vuelto universal y por ello todos somos excéntricos; así, la literatura cruceña es producto, también, de ese descentramiento de los focos de cultura nacionales, y alcanza su sentidos cuando se aproxima a lo universal a través de lo cotidiano, liberándose de llegar a construir un sentido de pertenencia territorial geopolítico, e incluso de construir una tradición literaria para reconocerse “heredero de” o “influenciado por”.
Las lecturas de esta selección nos muestran la posibilidad de hacer literatura, mirando intensamente adonde quiera que se encuentre el sentido oculto, allí donde se descubra lo invisible, lo olvidado, lo marginado, haciéndolo además a contramano de lo que la realidad sugiere, como excepción a los valores de lo oficial.
(Fuente: Revista PROA)