04/09/2008 por Marcelo Paz Soldan
Mujer escritora, mujer personaje

Mujer escritora, mujer personaje

yolanda-bedregal-1.jpg

Mujer escritora, mujer personaje
– Quiroga: En cuanto a personajes femeninos tenemos la serie de Claudinas, que son más bien arquetipos, y construcciones claramente masculinas. En ellas es evidente la mirada masculina, y también en otro personaje que podría verse como un antecedente de las Claudinas, aunque en otro registro: la Rosa de Juan de la Rosa. Son todas mujeres mestizas que, por su condición hacen posible el tránsito a otra dimensión, a un mundo distinto del propio.
Hay otro personaje femenino que recuerdo, la Sra. Blackie de Cantango por dentro de Julio De la Vega, que es un personaje fuerte, interesante, polifacético, que escapa de esa mirada masculina clásica.
Por otra parte tenemos voces femeninas intensas en la poesía, pienso en Blanca Wiethüchter, que creó un mundo desde una conciencia claramente femenina. Mónica Velásquez es otro caso de poesía desde una voz nítidamente femenina. En ambos casos lo valioso es la creación de una realidad humana y literaria, más allá de la condición femenina.
– Rivero: Ser mujer no es una condición estática y plana, se es mujer en diferentes dimensiones culturales, edades, condiciones civiles y económicas. Desafortunadamente me falta mucho por leer de la literatura escrita por mujeres en Bolivia. Algunos textos buscan la reivindicación de un tipo de mujer, otros buscan reflejar determinadas problemáticas, lo triste es cuando las lecturas son las que se aplanan y entienden por “reflejo” la adscripción de la escritora a ese modelo que narra o poetiza. Estas lecturas básicas son otro tipo de trampa.
Entre las mujeres bolivianas que he leído recientemente, sólo por citar dos magníficos extremos: la narrativa de Erika Bruzonic, filosa e inteligente, al estilo de la norteamericana A.M. Homes, y la literatura de Emma Villazón, un bildungsroman en poesía, cristalino y hermoso. La primera tiene personajes femeninos fuertes, inolvidables, en conflicto consigo mismas y con los hombres; en la segunda siento la voz de una joven que canta blues; ser mujer en una determinada ciudad es lo que la hace cantar esos blues. Lo que quiero decir es que, si bien hay una marca de lo femenino, cada escritora escribe en respuesta a sus obsesiones, a sus temas. Clasificarlas en un tipo de “tratamiento” sería lamentable.
– Renjel: Quisiera hacer una justa vindicación a una escritora que redescubrí hace poco desde un género quizá un poco extraño a ella misma y a partir del cual propone una realidad feminizante mucho antes que ser mujer que escribe se ponga de moda. Hablo de Yolanda Bedregal, quien en Bajo el oscuro sol (1971) desarma espacios poco tocados en nuestra literatura en general como ser la problemática genérica. La protagonista tempranamente muerta, duda acerca de su identidad sexual, no por un tema de preferencia hacia uno u otro sexo, sino porque siendo “ella” reconocer que el ser humano es “el”. Con esta sutileza lingüística, la protagonista se sumerge en las profundidades de lo que significa ser mujer, y hombre y ser humano. El doble incesto –tema intacto en la literatura boliviana antes de Bedregal- es el conflicto que condiciona su existencia.
Sin duda, encontrar espacios para abordar el tema femenino puede ser fructífero o peligroso dependiendo si esto responde a una estética determinante o a un boom comercial, respectivamente. La escritura, y la propia lectura, demandan un esfuerzo y un compromiso que excede al género desde el género mismo y que precisa, incluso, una redefinición de lo que convocamos por “masculino” o “femenino” antes de cualquier intento de clasificación.