Por Paola Senseve
No, Mónica, no estoy en La Paz, pero te juro que (leyéndote) acabamos de salir a caminar juntas. Bajamos desde la 6 de Agosto, le dimos una vuelta díscola a la plaza de la Chola Globalizada para llegar a sentarnos en ese café donde conversamos tanto aquella vez. Te hice mil preguntas, te reíste, me reí.
Te dije que hace años intento ser la lectora a la que le escribes. Pienso que lo fui con La sed de donde bebes o Abdicar de lucidez, donde estudié cada uno de tus movimientos poéticos. Con Tres citas impuntuales, tiempo, poesía y falta (libro escrito con Fernando van de Wyngard y María Soledad Quiroga) donde agradecí el acto de pensar la poesía (algo que por lo general los poetas no hacen, ojo con el masculino) y no reducirla al festivaleo de los recitales. Y ahora, en este presente que es cada uno de los tiempos verbales que nos ofrece nuestra lengua.
Un presente abierto las 24 horas acaba de salir con Mantis, editorial boliviana dedicada a la publicación de escritoras narradoras y que en un gesto poético/político se mueve hacia la vastedad de un territorio inclasificable. El libro es un cruce atractivo entre ensayo filosófico, análisis político, crítica literaria, ficción poética, poesía narrativa, “ymásblabla”.
En este gesto/libro, Mónica Velásquez Guzmán nos sitúa en su cuadra, en el café de la esquina, en su cama, en un escenario teatral, en la producción narrativa latina del siglo 21, en los productos estéticos, en los parámetros letigimadores de la literatura y; a manera de ensueño (como quien no quiere, pero sabe muy bien lo que hace) agita y se concentra en los temas (lenguaje) urgentes.
La primera vez que te llamé, Moni, tuve que marcar al teléfono fijo de tu casa porque no tenías celular, era el 2017.
Esta postura de vida, de mantenerse alejada de la hiperconectividad tecnológica, desembocó en este presente, desenmarañando una red de búsquedas políticas y literarias. Ella le escribe a un “alguien-autor” y firma lo que escribe como “alguien-lectora”, intuyo que es porque la Mónica profesora nos quiere mostrar que la mejor forma de escribir es leer; y viceversa.
Y es que la mente velasquiana es una máquina pensadora. Qué importante es leer a una Mónica crítica (Ludmer) que no deja de ser una poeta pensando la poesía. Que no deja de ser académica que reescribe lo instituido desde un lugar político de enunciación personal. Que no deja de ser una lectora poética y viva, de corazón latido. Pensar también es vivir, en los conflictos del día a día y no desde las alturas de un trono de intelectualismos encorsetados e inútiles. Cada detalle de la interacción de Mónica con sus lectoras (y también con las autoras que analiza) es deliciosa y propicia a su escritura incontables capas de espesor. En este extraño libro, conversa con nosotras en la horizontalidad más extravagante, un lujo que muy pocas de han dado.
Dudar de todo. Burlarse de una misma. De las dudas reírse, de la risa surgir. Velásquez es esa pensadora que no solo en forma (con detalles raros, guiños, cercanía afectiva) pero también en fondo, nos enseña que la academia y el estudio de la literatura nacen intrínsecos al contexto, a lo político, a lo humano y sus temas; y no al revés. En Un presente abierto las 24 horas nos muestra sus redes de razonamiento con una generosidad máxima, de quien no tiene miedo a compartir ni a sumergirse en la colectividad: uno de los rasgos más anti masculinos que existe.
En nuestro paseo jugamos a pensar que lo lúdico es consustancial al deseo y al cuerpo. Y el cuerpo está en el centro de todo, lo sabés.
Se ha dicho que lo que hace Un presente es trazar mapas, pero yo prefiero pensar que teje inquietudes, que rastrea rizomas. Las referencias son infinitas. Mónica ha convocado a una multitud a su espacio personal. Y ella no escribe solo para sus colegas académicas, sino para todas y nos da herramientas: “Si buscas esto, acá hay esto”, “si esto te preocupa, también está esto otro”.
La elección de sus temas es política, porque para comenzar ¿qué no lo es?, y porque lo que convoca es la relevancia vital, el relacionamiento contextual. La angustia frente a la vida y al futuro, pero ¿qué es el futuro? Mejor dirigir nuestros esfuerzos hacia otro lado. Mejor pensar en cómo mejorar, no la existencia, pero aquello que sucede dentro de nuestras cabezas cuando enfrentamos la existencia: el lenguaje.
Mónica, te juro también que leyéndote te sentí romper todas las paredes, atravesar la materialidad de la página, de la pantalla y con tu dedito me tocaste la nariz (y me la robaste). Luego te vi revolcarte de angustia y con fiebre en tu cama, buscándole la quinta pata a la gata y bajando “pdfs” que da miedo.
Se reflexiona sobre el quiebre de fondo y forma en los textos que se analizan en este libro, pero de ello también es modelo su propia escritura, que, al mismo tiempo de atravesar por varios registros, explora el autocuestionamiento y se abre por completo a la colectividad escritural. Así, por ejemplo, la autora-lectora sabe dónde pone el femenino plural (porque hace patriarcado), dónde con la e desaparece la binariedad y dónde deja el masculino bien posicionado a manera de juicio.
Asimismo, objeta los medios de circulación y asume el desafío de fundar nuevas costumbres lectoras. ¿Cómo se lee ahora?, ¿cómo se edita?, ¿cómo funciona el mercado?; y si hablamos de mercado, también de poder, y entonces, ¿quién tiene el poder? La autoría y lo colectivo (que no se oponen), la máquina y el trabajo, el capitalismo, la humanidad, el medio ambiente y el lenguaje con el que contamos. ¿Cómo hace un ser humano para solo mirar el presente?, ¿cómo llegamos acá?, Mónica quiere entender.
Entender la relación presente entre lo tecnológico y la innovación de la máquina con el desastre ambiental. La conexión entre el deseo, los cuerpos, y nuestra posible tendencia a mutar a dispositivo o a planta o a animal. ¿Cuál es nuestro cuerpo ahora? ¿Cómo nuestro cuerpo interactúa con los nuevos cuerpos máquina? ¿En qué nos hemos convertido?
Quizá solo tenemos que leer y escribir para comprender que un presente donde nos hacemos preguntas es mejor que uno donde ya no hay vuelta atrás.
Y así, Moni, me siento a escribir este meta texto sobre tu texto de que habla de otros textos. Es el gesto actual, ¿verdad?, como Unsupervised esa obra de Refik Anadol de inteligencia artificial que se exhibe ahora mismo en el MoMA. En una de las paredes se ve la proyección de la interpretación y transformación, a tiempo real, de la mezcla de cada una de las piezas expuestas en más de 200 años de arte en ese museo. Tanta data generando continuamente obra nueva.
Finalmente, creo que, aunque queramos intelectualizarlo todo, nomás escribimos para sanar y sí, Moni, también para entender. Gracias por existir y llevarme de paseo. No digo más. (Le doy send y en cuestión de segundos te llega mi lectura conmovida al wasap).