07/20/2012 por Marcelo Paz Soldan
Mondacca y eso que llamamos amor

Mondacca y eso que llamamos amor


Mondacca y eso que llamamos amor
Por: Irina Soto-Mejía

Todos conocen al amor. Ya sea en su forma primaria, o su contraria, todos tenemos cierto ‘terreno’ en los amores que llevan a la vida, o en los que matan.
Hace exactamente una semana, David Mondacca repuso su obra ‘Amores que matan’, una serie de monólogos basados en cuentos de escritores bolivianos: Giovanna Rivero, Ramón Rocha Monroy, Edmundo Paz Soldán y Ariel Mustafá. ‘Basados’, significa que lo que vemos en escena es una construcción que toma ciertos puntos de la literatura que le dio origen, pero que en última instancia, ya está alejado de ella.
El hilo conductor en los monólogos dirigidos por Andrade y actuados por Mondacca, es el amor. Elegir el amor como tema es un arma de doble filo. Todos conocen el amor, y justamente ahí, están la ventaja y el problema. Ortega y Gasset puede explicarme mejor: “Si un médico habla sobre la digestión, las gentes escuchan con modestia y curiosidad. Pero si un psicólogo habla del amor, todos le oyen con desdén, mejor dicho, no le oyen, no llega a enterarse de lo que enuncia, porque todos se creen doctores en la materia. En pocas cosas aparece tan de manifiesto la estupidez habitual de las gentes*”.
Todos sabemos del amor, pero muy subjetivamente. Sí, todos tenemos un ‘PhD’ en el amor (incluso los amigos que después de 5 botellas de cerveza nos dicen: ‘la verdad, nunca he amado’). Todos conocemos ese sentimiento porque el amor se manifiesta tanto en su presencia como en su ausencia.
Sí, es cierto: todos sabemos sobre el amor, pero esencialmente, sobre nuestro amor, sobre lo que nosotros entendemos por amor; sea esa su versión edulcorada, pasional, cínica, intelectual o emocional.
Mondacca se puso la soga al cuello tomando al amor como protagonista. Quien difiera de amor que se presenta en cada monólogo, seguro encontrará que éste o aquel marchó mejor o peor que ése. Para ejemplos, basta mi compañía al teatro. Asistí a la función del día viernes 13 de julio, con una de mis mejores amigas. Nos conocemos desde hace 14 años, pero nuestras visiones sobre el amor son muy diferentes. Distinguí solamente repulsión en su tono de voz después de los monólogos La puerta cerrada y Ritual del atardecer… Cito: “¿De verdad está hablando de un padre y su hija, haciendo…?”
Por mi parte, disfruté mucho más Figuritas fosforescentes, seguramente por eso es el amor para mí. Una serie de impulsos eléctricos que saltando de neurona a neurona, le ordenan a mi brazo que se mueva para abrazar a quien amo, o para empuñar un cuchillo (como el que mató a ‘la Lola’).
El teatro es acción (de ahí eso de ‘actor’). David Mondacca domina el oficio, y ha creado acciones sobre el escenario que desembocan en re-acciones del público. Asco, ternura, risa, empatía, pasión… todo eso es el amor… “¿Qué es el cuerpo, sino un lugar donde almacenas toda la ira, la felicidad y el dolor?”, Lasse Lindh dixit.
Después de todo, tanto la dinámica de la obra como la del teatro, y la precisión de la naturaleza del amor se reflejan en este trabajo de Mondacca, que es Teatro.

* A propósito de estupidez habitual de las gentes, considero necesario- y casi obligatorio- comentar que el público del teatro todavía tiene que aprender a respetar el trabajo artístico. El día viernes, dos muchachas incomodaron a las primeras filas del Teatro Achá. Una de ellas, encargada de tomar fotos para una revista ‘cultural’, estuvo caminando frente a la primera fila, haciendo ruido con la cámara y revisando si había tomado ‘buenas fotos’ durante TODA LA OBRA. La otra, entraba y salía del teatro pasando entre la primera y segunda fila, haciendo un ruido similar al de la serpiente de cascabel con sus enormes collares ¿Hasta cuándo, incluso las revistas ‘culturales’, van a faltarle el respeto a los artistas y al público que asiste a estos eventos?