Por Caio Ruvenal
Una de las principales novedades de la editorial El Cuervo en la 25ava Feria Internacional del Libro de La Paz es la nueva novela de una de las voces más importantes de la literatura nacional actual, Maxiliano Barrientos. Considerado como uno de los “escritores latinoamericanos más relevantes” por su editora española, Periférica, y sin igual, en cuanto a lo arriesgado de su escritura, de acuerdo a la literata argentina Mariana Enríquez; Barrientos indaga en el weird fiction y la novela pulp con Miles de Ojos.
Profundiza su vertiente de narrador de sucesos extraordinarios con una atmosfera apocalíptica que puede haber comenzado con, En el cuerpo, una voz, y que, en esta ocasión, con Miles de Ojos pone la atención en el culto hacia los carros muscle, que representan la velocidad y son usados para despertar una entidad sobrenatural, El Sueño.
Es un afianzamiento en la mutación de la escritura de Barrientos, del relato introspectivo, autoconsciente, como en La desaparición del paisaje, a uno apabullante y desgarrador. En la entrevista el escritor cruceño explica el por qué de ese salto, además de desvelar algunos elementos clave de la novela en donde todo parece tener una razón de estar y una representación simbólica.
Maximiliano Barrientos ha publicado con El Cuervo: Diario (2009), Una casa en llamas (2015), En el cuerpo una voz (2017) y La desaparición del paisaje (2019).
¿De cómo se te ocurre la idea de escribir una historia tan particular y ajena a la producción actual de literatura boliviana y latinoamericana, como es Miles de Ojos?
Desde hace un tiempo me intereso en la ficción weird y en cómo esta explora regiones en las que el realismo no quiere adentrarse. Miles de ojos es una novela que trata sobre la velocidad, sobre cierta fascinación que despierta la velocidad. Algo que nace con la modernidad y la tecnología. Una fascinación que, en cierta manera, es indisociable del apetito por la destrucción. Otra línea que también podemos mencionar es la aparición de lo monstruoso como un acontecimiento que viene a romper todas nuestras consignas con las que ordenamos el mundo y pensamos el cuerpo.
La atmosfera apocalíptica y de ciencia ficción ya se pudo ver tal vez en En el cuerpo, una voz. ¿Te llaman la atención visualizar de alguna manera las sociedades o es un producto espontáneo de tu escritura?
Quizás es un síntoma cultural. La incapacidad de imaginar el futuro, para un crítico como Frederic Jameson, es uno de los rasgos del posmodernismo, es por eso que lo que hace es reciclar versiones del futuro de generaciones pasadas. Quizás haya algo de eso, pero también resulta muy seductor imaginar el colapso de la civilización porque a través de este imaginamos el fin del capitalismo. La utopía ya no nos sirve para esa clausura.
Ya se habla de influencias en tu nueva novela desde el ocultismo de H.P. Lovecraft hasta la Christine de Stephen King. ¿Qué influencias hubo en tu escritura de Miles de ojos?
Las obras con las que dialoga la novela de forma más directa, a mi parecer, son los libros de Jeff VanderMeer, especialmente The Southern Reach Trilogy. Los cuentos de Thomas Ligotti y la Trilogía del Hielo de Vladimir Sorokin. Películas como las de Mad Max de George Miller y Mandy de Panos Cosmatos. Una novela gráfica como Black Hole, de Charles Burns, y los videojuegos Bloodborne y Dark Souls, de Hidetaka Miyazaki, a quien le dedico la novela.
En cuanto a todo el simbolismo y parafernalia de los autos muscle y el black metal, ¿tuviste que investigar sobre ello o ya contabas con cierto interés y conocimiento?
Escucho mucho black metal. En la adolescencia era un metalero militante y la novela también es una forma de recrear esos años, ya que buena parte transcurre en los 90. Con respecto a los autos, desde mis primeros cuentos hay una presencia muy fuerte de este artefacto. En esta novela eso adquiere un lugar extremo y delirante. Se vuelven objetos de culto, instrumentos de una invocación. El filósofo Jean Baudrillard le dedica páginas hermosas: para él se trataba de objetos sublimes que pueden manipular la dinámica del espacio y el tiempo. La euforia dinámica de los autos servía como antítesis a la seguridad estática que representaba la familia, la propiedad privada. Los autos abrían un paréntesis de nomadismo en las vidas, pero también eran un símbolo de prestigio. Baudrillard decía que la descalificación para manejar equivalía a una especie de incomunicación, a una castración social. Me pregunto si esas tesis se sostienen ahora, en una época en la que la comunicación depende de otras tecnologías. Es por eso que siento que la novela recrea un zeitgeist que está en un ocaso o que ya desapareció.
¿Crees que tu literatura ha ido mutando de lo introspectivo a visiones más generales de grupos o sociedades?
Sí, ha mutado. Lo íntimo ya ha dejado de importarme. Me parece que el uso que se hace de la intimidad en cierta literatura es narcisista, un gesto vacío, un síntoma de la crisis en las que nos ha sumido el neoliberalismo con la anulación de lo social y el discurso de lo individual como lo único real. En contraposición a eso me interesa el cuerpo, y como a través del cuerpo se puede pensar a la comunidad. Me interesan mucho las reflexiones de algunos filósofos contemporáneos al respecto, como las de Roberto Esposito. Si alguien necesita una transfusión de sangre el donante puede salvar vidas. El lugar del cuerpo es comunitario, no personal. Los géneros alternativos como la ciencia ficción y la literatura weird nos pueden hacer pensar lo comunitario de una forma más rica que el realismo tradicional.
Fuente: La Ramona