04/10/2012 por Marcelo Paz Soldan
Mañudería crítica, el oficio de Antezana

Mañudería crítica, el oficio de Antezana


Mañudería crítica, el oficio de Antezana
Por: Matías Contreras Soux

Continuando con Canónimo, espacio dedicado a leer críticamente los seleccionados por Fondo Negro como “Los 12 libros más destacados de 2011”, presentamos una lectura de Ensayos escogidos.
Toda crítica viene acompañada de una maña, cuando no de un engaño encubierto, de una verónica bien ejecutada. Hacer crítica supone dibujar un camino sobre un mapa; es como una guía turística, porque quien la escribe decide por quien la lee: lo imperdible, lo interesante, lo secundario y lo inexistente. Si por un momento consideramos la situación de la crítica literaria boliviana, probablemente el “maestro de las mañas”, el más mañudo, sea Luis H. Antezana J. La lectura de sus Ensayos escogidos. 1976-2010 es una contundente exposición de la “mañudería” (ya un oficio) del orureño.
Este libro, como bien lo indica el título, reúne los más altos exponentes de la crítica literaria escrita por Antezana durante 34 años de actividad en el rubro. Son en total 26 ensayos, y en casi la mitad de ellos hace crítica literaria centrada en una obra. La otra mitad está compuesta por ensayos literarios más panorámicos, que se centran en la obra (global) de un autor o ponen en comparación a dos o más autores. El conjunto se completa con un par de ensayos cuyo objeto ya no es crítico, sino meramente ensayístico. Uno es una síntesis de lo que significó el Nacionalismo Revolucionario a nivel político y de imaginario nacional; el otro es una apología del futbolista brasileño Garrincha.
¿LOS DOS MÁS GRANDES? Si el grueso del libro está compuesto por ensayos de crítica literaria, no se puede pasar por alto el que haya tres ensayos dedicados exclusivamente a la literatura de Jaime Saenz y otros tres a la de Oscar Cerruto. Éste es el primer gesto de la mañudería crítica: sin hacer valoración alguna de los textos, Antezana nos está diciendo cuáles son sus autores predilectos. Desde su perspectiva, hay algo particular en estos dos escritores que los hace dignos de tres ensayos per cápita. ¿O no será acaso una astucia editorial, dar prioridad a los ensayos que estudian a los dos más grandes de nuestra literatura?
Por otro lado, decir “los dos más grandes de la literatura boliviana” es una afirmación difícil, por demás subjetiva; por lo tanto, muy cuestionable. No faltarían los defensores de los Aguirre, Arguedas, Tamayo, Jaimes Freyre, Céspedes, Medinaceli, Urzagasti, Wiethüchter… Quizás por ese motivo, Antezana no hace tal afirmación. Y si bien no sería exagerado afirmar que Cerruto y Saenz son, ciertamente, dos de nuestros más altos exponentes, la maña de Antezana está en decirlo sin decirlo: en dejarlo implícito.
Ahora bien, en el caso específico de Saenz, el gesto crítico pasa sin mucho trámite a ser una admiración abierta por la estrambótica figura de escritor. En el ensayo “Viaje al fondo de la noche” el orureño recrea cuasi ficcionalmente una visita a la casa del escritor, y ella incluye una mirada rápida por sus dibujos, manuscritos, objetos de pared y una (o varias) partida(s) de cacho con Jurjizada, el doble timbero de Saenz. No por eso deja de ser una crítica consistente. Justamente lo que pretende este ensayo es apenas un gesto de apertura hacia el mundo saenzeano en general y a La noche en particular. Prueba de ello es el final: “Una presentación, indicaba Saramago, debe ser sólo el umbral y una despedida para que el lector recorra el camino que le espera. En este caso, este umbral quisiera decirle adiós al lector y al día, pues ahora, recién empieza La noche.
LA MAÑA DE LA MESURA. Los ensayos críticos de Antezana, más allá de suponer una primera maña en la valoración estética de la literatura a partir de la priorización de unos u otros autores, conjugan una segunda, aún de más largo alcance: la accesibilidad al razonamiento crítico. Y es que cuando la erudición teórica y literaria en un ensayo crítico es muy alta, la lectura se vuelve un acto de desciframiento; la crítica, entonces, aparte de ser crítica, se vuelve críptica. En contraposición, Antezana hace lecturas que, sin dejar de ser consistentes y complejas, son eminentemente accesibles. Sin dejar de apuntar a un público especializado, académico, sus ensayos no excluyen al lector común.
Como buen crítico, recurre a la teoría cuando ésta sirve para darle más profundidad y matices a la lectura. Su maña está en no hacer gala de conocimiento y menos de un estilo digno hiperespecializado. Veamos un par de ejemplos: para explicar el significado del alcohol en el ensayo “Felipe Delgado de Jaime Saenz”, Antezana recurre a Bajtín, Bataille y Nietzsche, entre otros. En “El tropo de las lavanderas”, para leer a Adela Zamudio, primero pasa por Arthur Connan Doyle, por las canciones del pueblo indígena chimane y finalmente por James Joyce. La erudición en Antezana no es molesta porque no fluye a raudales y, por lo tanto, no se escurre; es posible aprehenderla. Sin embargo, la verdadera maña no está solamente en la mesura, sino en la exposición estilística de la misma; es decir, en el lenguaje. El estilo de Antezana es mesurado, simple, sin por ello dejar de ser sugerente. En el ensayo “Un pajarillo llamado Mané” (más una apología a Garrincha que un ensayo), el lenguaje, de tan sugerente, se vuelve figurativo y casi poético, pero se mantiene absolutamente legible. Algo similar sucede en la visita guiada a la casa de Jaime Saenz.
Para finalizar, es conveniente resaltar, aunque sólo sea de pasada, la pertinencia de la crítica de Antezana. En este caso, su mañudería (en tanto oficio) no encierra un auténtico engaño, una verónica latente. Sí da, sin embargo, indicios de sus claras preferencias por uno u otro autor; sí incluye ineludibles desvíos (como el fútbol); sí enfatiza algún aspecto y deja de lado otro. Sus lecturas no nos dan una falsa idea del mundo y de lo que contiene un libro; Antezana es un lector mañudo, pero es sobre todo un lector honrado.
Fuente: Fondo Negro