11/26/2015 por Marcelo Paz Soldan
Los infames de Verónica Ormachea

Los infames de Verónica Ormachea

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Los infames de Verónica Ormachea
Por: Carlos D. Mesa Gisbert

“Hasta hace no mucho tiempo, y probablemente en los últimos años con mayor intensidad, nuestra lectura de tres figuras fundamental de la historia empresarial boliviana ha sido una lectura crítica, de execración, de ponerle una cruz a quienes sobre todo la historia nacional revolucionaria había calificado como los verdaderos saqueadores y depredadores de la riqueza histórica del país. Esas tres figuras fueron Simón I. Patiño, Carlos Víctor Aramayo, y Mauricio Hochschild. A partir de la revolución de 1952, la lógica del Metal del Diablo de Augusto Céspedes, una novela que es una suerte de afirmación política y de militancia ideológica marcaba a Patiño a Hochschild y a Aramayo por extensión como los enemigos de la nación. En esa lógica binaria entre nación y anti nación de Carlos Montenegro, estos tres personajes eran todo aquello que no debíamos buscar ni debíamos referir y mucho menos admirar de lo que se debe hacer en el trabajo empresarial y en la construcción de riquezas en una sociedad. Es en ese contexto que aparece la novela de Verónica, a quien presento con muchísimo gusto no solamente como escritora como novelista sino como amiga, la novela Los infames. Los infames surge a partir de una construcción histórica de hechos acaecidos a partir de personajes, como no puede ser de otro modo, vehiculados a la ficción y hace una alternancia entre un episodio fundamental dramático y terrible de la historia mundial, el nazismo, y lo que representa para la sociedad humana como la destrucción de los valores esenciales del humano y se alterna con un personaje de esos tres execrados barones del estaño enemigos de la nación boliviana. Ese personaje es Mauricio Hochschild.
Tuve oportunidad de compartir con Verónica el proceso creativo de la novela y ese tuvo una línea de evolución que permitió llegar al final que ustedes van a poder leer en las páginas de la novela editada. Lo que originalmente era un apéndice, el personaje que era de alguna manera, el que bordeaba, el que estaba alrededor de, el que simplemente servía como un nexo puramente narrativo se convierte, probablemente, en el personaje más importante, más fuerte de la novela de aquellos personajes que están recuperados históricamente, me refiero a Mauricio Hochschild. Y a partir de esa fuerza del personaje histórico principal uno puede encontrar el sentido de los personajes fundamentales de la novela. Los personajes de ficción son dos jóvenes de origen polaco que se van a encontrar, se van a cruzar con la realidad boliviana.
Vuelvo al punto de partida. Patiño, Hochschild, y Aramayo. Hoy tenemos la posibilidad en la distancia de releer sus figuras, de releer lo que representa, de releer lo que significó la capacidad de crear riqueza en una sociedad. Definitivamente cualquiera de ellos puede ser juzgado de diversos modos y no vamos a santificar los ni vamos a convertirlos en héroes perfectos, pero también definitivamente es ya impensable esa lectura binaria de blancos y negros, de buenos y manos de la historia boliviana construida a partir de la confrontación que hizo el revisionismo histórico del 52.
Nos fijemos en Mauricio Hochschild y en una entrevista que acaba de publicar el periódico Pagina Siete con Verónica. Ella hace una mención absolutamente pertinente sobre la significación de Hochschild y el dato que tiene que ver con su novela. Hochschild es el equivalente en Bolivia de Schindler. El Schindler para los judíos bolivianos. La cantidad de vidas humanas que Hochschild salvo es incalculable, no solamente en función de su riqueza personal, no solamente en función de los aportes de inversión directa que el hizo en el proyecto de inmigración judía en el momento más dramático del nazismo sino también en su espíritu que por supuesto tenía que ver con su propio origen, a diferencia de Schindler era judío, pero no era un judío militante, ni siquiera un judío de creencias profundas en la religión judía. Era más bien un hombre heterodoxo, pragmático, pero tenia un fondo de sentido humanístico que permitió que desarrollase una tarea imprescindible para comprender cómo y porqué llegaron a Bolivia particularmente a fines de los años 30 y a principio de la década de los años 40 entre 10 y 13 mil judíos que muchos de ellos se quedaron en Bolivia y se convirtieron en bolivianos y contribuyeron a la construcción de la sociedad boliviana y otros estuvieron aquí simplemente en el tránsito para pasar de Bolivia a otros destinos que pudieran ser Estados Unidos o Argentina o algún otro país que tuviera en su concepción características mejores a las que Bolivia ofrecía en ese momento. Yo le sacaría en primera estancia la revelación para el lector boliviano de la figura de Mauricio Hochschild que hace Verónica en una lógica muy importante porque ella construye el personaje histórico con elementos de novela cuando la redundancia es más intensa que la propia ficción en la vida de Hochschild, un personaje que se convierte de un rescatador marginal que ha venido de Chile en uno de los grandes empresarios mineros del país. Un personaje que es amigo personal del presidente German Busch y que va ser víctima del presidente German Busch que quiere fusilarlo. Un personaje que va ser aprisionado por el gobierno de Villarroel y que luego va ser secuestrado inmediatamente después de haber salido de prisión. Un personaje que en medio de esos avatares tiene tiempo para establecer una lógica de relación con las organizaciones judías que llevaban adelante la migración que en Bolivia tuvo una significación fundamental.
Pero bien. La novela de Verónica no es exclusivamente la historia de Mauricio Hochschild, es fundamentalmente una historia de dos personajes que van a atravesar una parte dramática del siglo 20. Tiene que ver con la Polonia acosada por el nazismo. Tiene que ver con el gueto de la Varsovia. Tiene que ver con ese momento de inflexión que fue tan complicado para los judíos europeos, para los judíos alemanes, para los judíos polacos de tomar la dimensión exacta del drama que se iba a vivir. Cuando en 1936 o 37 cuando ya Hitler había llegado al poder, cuando se había producido la Noche de los Cristales Rotos, cuando se había producido leyes explícitamente antisemitas. En la lógica de una sociedad que había vivido el esplendor reflejado por Stefan Zweig por ejemplo los recuerdos que terminó el siglo IXX principios de siglo XX era impensable aún en el peor escenario que un gobierno con una estructura y una tradición histórica como la alemana pudiera buscar la solución final.
Era por lo tanto un desafío a la mente, a la capacidad de pensar el horror hacia el futuro, el que alguien dijera ‘no tiene sentido que nos quedemos aquí a vivir a Europa’ que intentemos lograr una convivencia en una comunidad que está tocada dramática brutal y escusadamente por la fibra del racismo marcada por Adolf Hitler y el nazismo Alemán. El comienzo de la novela es la tensión entre dos generaciones, el protagonista Boris que le va a decir a su padre ‘papa tenemos que irnos, la familia tiene que irse’ y no estamos hablando de una familia marginal, Verónica tiene un rasgo interesante en su trabajo novelístico. Lo ha hecho en Los ingenuos y lo hace en Los infames. Es la mirada desde quienes forman parte de la elite de la sociedad y quienes son víctimas como elite de esa sociedad de unas transformaciones dramáticas que cambiaran su vida para siempre. En Los ingenuos las elites que en la revolución de 1952 tocaría, las familias que eran terratenientes o que estaban económicamente bien ubicadas y que no sospechaban lo que les iba a ocurrir después de la revolución de 1952. En el caso de Los ingenuos la lectura de la novela puede trasladarnos al proceso de transformación política que ha vivido el país o que está viviendo desde el año 2006. En el caso de Los infames ella escoge una familia burguesa de Polonia, acomodada y además es interesante que los mecanismos ideológicos que ella desarrolla en la novela no están vehiculados a una familia estrictamente judía en el sentido que el ciento por ciento de sus imponentes fuesen judíos. Tiene que ver con su raíz rusa, tiene que ver con su vínculo con el Cristianismo y el Catolicismo y con una mirada crítica que también la tiene con el papel de la Iglesia Católica en la lógica de alguna manera ser cómplice subterráneos o indirectos de lo que el nazismo hizo en esa raza, espeluznante de los años brutales inmediatamente previos a la Segunda Guerra Mundial y durante su desarrollo.
La novela tiene dos grandes escenarios, la Europa y Polonia en particular brutalmente desgarrada y por la inundación nazi, y la Bolivia de la transición de los años finales previos al nacionalismo revolucionario. Aquí, Verónica lo sabe, recupera algo muy importante, alguna mención imprescindible porque creo que es de honor hacerla con un historiador judío boliviano Leon Bieber que ha hecho notables trabajos de investigación sobre la presencia judía en Bolivia y coincidiendo con el libro de Verónica meses antes una pequeña biografía estrictamente histórica de Mauricio Hochschild y la tarea que hizo en favor a los judíos. Pero si uno va a descubrir una epopeya y uno tuviera que recomponer y revalorizar un momento de la historia debería ser ese que Verónica escoge en el año 38 y el año 40, en que el país se convierte en uno de los pocos países Latinoamericanos con decisión de estado, con decisión de política de gobierno y la hace el teniente coronel German Busch de recibir un número muy significativo de judíos. Esa decisión de estado no había sido posible sin la voz, la acción, la capacidad organizativa de Mauricio Hochschild.
Ahora bien, hasta aquí hemos hablado de historia. Desde el punto de vista de la creación la novela transita por aquellos elementos que tienen que ver con los momentos más dramáticos de la vida de una persona. Cuando tú tienes que escoger un camino que está limitado, es decir no es el camino que yo voluntariamente escojo para mi futuro sino es el único posible. Tienes que escoger entre quedarte a morir o buscar una salida en la ruta que sea. En el comienzo de la novela las civilidades del protagonista estaban en las antiguas, podía haber escogido haber ido a China o podía haber escogido ir a Bolivia, y es una circunstancia puramente de azar, una característica de las vidas humanas, el azar, la que conduce a Boris, el protagonista a ir a Bolivia. Ese es el momento de la diáspora, ese es el momento del desgarramiento interior. Ahí comienza la narración estrictamente literaria. El personaje enamorado de una joven Varinia tiene que dejarla y su vida no volverá a ser la de siempre. Y Verónica podía haber escogido al terminar la novela en el desarrollo la posibilidad del final feliz, o el final semi amargo, o el final literario, y ella se rinde a la evidencia de lo más razonable, razonable desde el punto de vista de la vida real, la vida no es como uno quisiera que sea, es lo que es directamente, es aquello que tú tienes que enfrentar. Por supuesto no voy a hablar del desenlace de la novela, sería una imprudencia que Verónica no me perdonaría pero quiero decir la búsqueda literaria que tiene varias opciones le permite a la narradora encontrar, en mi opinión, el camino de desenlace adecuado.
Dos escenarios que se van a compenetrar uno al otro. Y un vehículo que es el protagonista más importante, que es Boris. Desde luego como lector boliviano la parte más fascinante de la novela ha sido toda la parte boliviana, y un desafío complicado para la autora era ¿cómo puedes narrar los horrores de los campos de concentración nazi? ¿Cómo puedes narrar los horrores de todo aquello que se vivió en el gueto de Varsovia y sus consecuencias de una manera tal que no sea repetitiva y no vuelva a contarnos lo que hemos visto tantísimas veces? Si hay algún tema por razones obvias por su impacto mundial que ha sido tratado hasta la saciedad es el vehiculado a los nazis, a ese episodio de la Segunda Guerra Mundial y a los campos de concentración. Creo que el desafío para ella ha sido muchísimo mayor en la parte vehiculada a la narración Europea de la novela que la parte Boliviana. La parte Boliviana es un verdadero descubrimiento. En la parte Boliviana ustedes van a poder encontrar cuestiones, asuntos que nos atañen directamente. Esto es algo muy importante y creo que ella lo logra como novelista, este no es un tema estrictamente de interés de los bolivianos de origen judío. Este es un tema de interés para todos nosotros, para redescubrir una etapa absolutamente ocasia y absolutamente olvidada de nuestro pasado. El enlace entre las dos historias es un enlace que creo que está muy bien logrado en la novela y repito, el desafío de la narración de los horrores de los campos de concentración esta trabajados en dos direcciones iré diciendo en términos de la Verónica, que la raíz Boliviana de la historia la tiene Boris y la raíz europea la tiene Varina, y el corazón de la historia lo tiene Mauricio Hochschild. Ahí podemos encontrar un triángulo que permite darle consistencia a una narración en la que hay diferentes tiempos diferentes espacios diferentes personas que cuentan la historia.
Hablamos de estremecimientos, si, hablamos de esperanza, si, hablamos de dolor, si, en términos generales hablamos de la constatación más dramática que nos toca siempre, que es la terrible naturaleza humana y sus paradojas. Y en ese sentido es el Mauricio Hochschild que era capaz de pagar sueldos de hambre porque hay que subrayarlos, pagaba sueldos de hambre a sus obreros. Ese mismo empresario es el que salvo miles de miles de vidas, y un elemento que habría que analizar también y quienes han vivido como judíos la experiencia, Antonio lo relata con relación a su padre, la diferencia entre los judíos de origen alemán y los de origen polaco. El desprecio que los judíos de origen alemán con formación profesional previa contra los judíos de origen polaco o de origen eslavo a los que consideraban de menos es decir también dentro del escenario de una sociedad atribulada por la persecución habían diferencias que se van formando y que se muestran muy bien en la narración de Verónica. Creo que Verónica está en el desafío de cerrar una trilogía. Su primer título es Los ingenuos, su segundo título es Los Infames, no voy a adivinar cuál es el tercer título pero espero que la novela sea de dos palabras y que este refiriendo a cerrar el elemento completo de lo que podrían ser rasgos tan significativos de la naturaleza humana. Se trata de una novela atractiva, importante en términos de los temas tocados, creo que Verónica está en el marco de las narraciones de la literatura histórica, de novela histórica, como un referente importante de la novelística Boliviana. Termino diciendo que para mí es una satisfacción compartir con dos personas entrañables en esta mesa. Mi primo Antonio José Schulczewski que les ha contado un poco de la historia editorial Gisbert, heredera y me gustaría por lo cierto ser socio de Gisbert, no lo soy pero sigo con muchísimo interés y con muchísimo afecto porque Antonio ha editado los libros de mi padre de mi madre de mi hermana y míos, por lo tanto somos parte de una familia. Y Verónica quien conozco desde hace muchísimos años. Muchos, tantos que ni se debe recordar por razones obvias, pero en todo caso además de la novelista está la amiga. No puedo si no terminar diciendo que la novela Los infames es un título que es exactamente lo contrario de lo que Verónica representa como ser humano.”
Fuente: Ecdótica