10/04/2012 por Marcelo Paz Soldan
Liliana Colanzi: “Lo que se escribe es verdadero”

Liliana Colanzi: “Lo que se escribe es verdadero”


Entrevista a Liliana Colanzi
Por: Mauricio Murillo

El 9 de octubre la escritora cruceña presentará en España su libro de relatos Vacaciones permanentes. La nueva edición está a cargo de Tropo Editores.
El año 2010 la editorial El Cuervo presentó la primera edición de Vacaciones permanentes, volumen de relatos escritos por Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981). Pese a que fue su primer libro publicado, la autora ya había presentado textos anteriormente en distintas antologías. En 2011, se reeditó Vacaciones permanentes en argentina en la editorial Reina Negra. Este año, será publicado en España a cargo de la editorial Tropo. Apropósito de esta nueva edición, Fondo Negro conversó con la escritora.
– ¿Qué importancia tiene haber publicado Vacaciones permanentes en tres países distintos (Bolivia, Argentina y España)?
Se conoce poco de la literatura boliviana dentro y fuera del país, por lo tanto me haría feliz si con esto puedo abrir puertas a otros autores bolivianos. Por otro lado, me siento tremendamente agradecida con los editores que decidieron apostar por mí: Fernando Barrientos, de El Cuervo (Bolivia), Juan Manuel Candal, de Reina Negra (Argentina), y Oscar Sipán y Mario de los Santos, de Tropo (España). Publicar siempre implica un riesgo y es un acto de fe. Tuve la fortuna de acompañar a El Cuervo y Reina Negra desde sus orígenes y de ver de cerca cómo han evolucionado y me gusta mucho el catálogo de Tropo.
– ¿La nacionalidad del público lector puede cambiar en algo las interpretaciones de las narraciones de su libro? ¿Ha notado que es recibido de diferente manera en cada país?
Lo que espero es que Vacaciones permanentes pueda decirle algo a un lector, a cualquier lector, más allá de las fronteras muchas veces ficticias de la nacionalidad. Por supuesto que se escribe desde un lugar, pero muchas veces éste no pertenece al espacio físico de un país sino a cierto estado de ánimo, a una musiquita muy tenue que está flotando en el aire. Quizás mi cuento más boliviano sea Tallin, que está ambientado en Estonia y está narrado por una adolescente rusa.
– ¿Cómo lograste publicar en Argentina y en España?
En el caso de Reina Negra, Juan Manuel Candal leyó el libro gracias a la recomendación de Juan Terranova y escribió en su blog que le gustaría publicarlo: yo le envié el manuscrito a vuelta de correo. En el caso de Tropo, me enteré de que la editorial estaba interesada en publicar autores nuevos, así que les mandé el manuscrito sin conocerlos y tuve la suerte de recibir una respuesta positiva tres días después.
– En cada nueva edición de su libro ¿revisa el contenido y lo cambia en algo? ¿Corrige o deja los cuentos tal como están?
Antes de publicar edito sin piedad. Algunos de mis cuentos han tenido que pasar por treinta versiones antes de que la voz deje de atormentarme. Cuando encuentro la voz, o cuando ella me encuentra a mí, no puedo parar de trabajar, porque sé lo fácil y lo frustrante que resulta perderle el rastro. Eso implica generalmente muchas, muchísimas horas de trabajo intenso, catatónico, días, semanas enteras en las que no puedo concentrarme en otra cosa. Pero una vez que doy un cuento por terminado la voz ya no me pertenece y el relato deja de interesarme para siempre. He corregido algunas erratas en las nuevas ediciones de Vacaciones permanentes, pero la trama permanece intacta.
– Está estudiando un doctorado en Cornell, ¿cómo hace convivir su vida académica con la otra, la de la escritora de ficción? ¿Encuentra algún choque o, en realidad, se complementan?
La universidad es un trabajo a tiempo completo, lo mismo que escribir. Y todo el que se dedica a dos trabajos a tiempo completo acaba en algún momento con un cortocircuito. Yo ya estuve ahí, así que ahora intento dosificarme, aunque no es fácil. Reacciono ante la teoría como ante un posible encuentro extraterrestre: con temor, confusión y curiosidad. Estoy peleada con la especialización llevada al límite que caracteriza a la academia norteamericana, ese afán occidental por compartimentalizarlo todo de manera que la realidad se pueda explicar a través de fórmulas. Este semestre tenía ganas de probar algo distinto y me inscribí a una clase de budismo zen. En vez de escribir ensayos de 25 páginas, mi tarea consiste en aprender a respirar y llevar un diario sobre esa experiencia. De pronto me doy cuenta de que ese curso está interpelando mi forma de ver el mundo, y eso es algo fascinante y peligroso. A eso deberían aspirar todas las clases.

– Se ha hablado mucho sobre Vacaciones permanentes y su condición de casi híbrido entre relato y novela, ¿cómo se acerca a los géneros literarios? ¿Cree que es importante reconocerlos en cada libro?

Los géneros son una convención y nunca está de más probar sus límites o dinamitarlos. Todo lo que se escribe es ficción y al mismo tiempo es verdadero.
Fuente: Fondo Negro