03/19/2024 por Sergio León

Las ‘noticias falsas, bien escritas’ de Antonio Rivera Mendoza

Por Santiago Espinoza

Antonio Rivera Mendoza no se va por las ramas a la hora de bautizar sus libros de cuentos. Los llama como lo que son, cuentos: “Cuentos de Navidad”, “Dios y otros cuentos”, “Los cuentos de los sueños”, “Cuentos cruentos”. Ha publicado también novelas y ensayos, a los que nombra de otras maneras: “El Orador”, “Por Latinoamérica en autostop”, “El periodista tonto”. Sin embargo, es a los cuentos a donde vuelve con más persistencia este periodista y escritor boliviano. No deja de imaginarlos, escribirlos y nombrarlos. Son la casa de su escritura, “donde –se explica– me siento más a gusto, porque puede caber en él una historia que cuenta años, como también la fugaz media hora que abarca más de una vida”.

Del gusto con que habita los mundos breves del cuento da muestra su nuevo libro, el cual, desde luego, exhibe su pertenencia genérica de buenas a primeras. Se llama “18 cuentos”, lo ha publicado la editorial AtaralaratA y se presenta este miércoles 20, a las 19.00, en el Centro Patiño (calle Potosí casi Portales). La “presentación en sociedad” del volumen ha dado lugar a esta entrevista con Rivera, quien por muchos años fue corrector, reportero, articulista y jefe de Redacción de OPINIÓN. Sea de ficción o de no ficción, si algo se sabe este autor es un colector de palabras, de palabras que junta con paciencia y desgrana de a poco, sin ceder al derroche, tal como lo revelan sus cuentos o, incluso, sus respuestas para esta página.

– Escribes en el Prólogo que no hay un criterio conceptual que una los cuentos de este libro, a los que concibes, más bien, como las partes de un juego. ¿Cómo se fueron armando las piezas de este juego?

Las historias te alcanzan disparadas desde las más inesperadas cañoneras. Así, este libro no puede presentarse como, por ejemplo, un rosario. Esa diversidad está contenida en una caja de juegos, de los que se entresaca uno, como en la suerte sin blanca de la Alasita.

– Además de esta voluntad juguetona, ¿qué otra cosa crees que compartan estos 18 cuentos?

El placer de escribirlos. Pero, seguramente, habrá solapados dardos y caricias para ciertos destinatarios, de parte del autor.

– ¿Fueron escritos en un mismo momento?

Algunos durante mi estadía familiar en Andalucía. La mayoría, los meses que llevo de vuelta en Cochabamba. Aquí valió mucho el apoyo de Antonio Mayorga, de la editorial AtaralaratA.

– ¿Por qué 18 y no 15 o 20? ¿Tiene para vos algún significado especial ese número que, en un contexto más silvestre, alude, por ejemplo, a la mayoría de edad?

Eran 16, de esa suma se restó 1 y se añadieron 3, dando el 18 del título. Pero, ahora que lo mencionas, quizás esta cifra puede deberse a algo más que a la aritmética. (No, seguramente, a una mayoría de edad, y menos la del autor, que todavía no madura).

– Has escrito novelas (“El orador” y “Por Latinoamérica en autostop”) y ensayo (“El periodista tonto”), pero es el cuento el género donde tienes más obra. ¿A qué se debe esta predilección por el cuento?

Aquellas son novelas de “formato” que prescinde de farragosas descripciones, con un resultado que puede leerse, también, como una colección de relatos dependientes. El cuento es donde me siento más a gusto, porque puede caber en él una historia que cuenta años, como también la fugaz media hora que abarca más de una vida.

– ¿Suscribes y practicas la tesis de Cortázar, en sentido de que, a diferencia de la novela, que gana por puntos, el cuento debe ganar por nocaut?

Esa metáfora me gustó siempre porque, además de ser exacta, viene de un conocedor del boxeo. La árbitra/lectora de este libro sabrá si existió, en algún cuento, el inesperado derrumbe en la lona.

Antonio Rivera Mendoza

– Más allá de la advertencia del Prólogo, es posible rastrear constantes en los cuentos. Una de ellas es el espacio físico en que se ambientan más de uno: una zona específica de Cochabamba, la que está alrededor de la Corazonistas. ¿Cuán consciente es la presencia de esta parte de la ciudad en tus ficciones?

Sí, en algunos. En cierta medida es inconsciente, pero en ese ámbito viví felicidades y muertes importantes en mi vida y en el ejercicio amateur de colector de palabras.

– Asoman, también en los relatos, ciudades que parecen más inspiradas por la ficción que por la realidad: el Buenos Aires de Borges, la Florencia de Hannibal Lecter, un París de circo o una Cochabamba tanguera. ¿Cuánto pesan las ficciones (literarias, cinematográficas, musicales o mitológicas) a la hora de fijar las imágenes que nos hacemos de las ciudades?

Las ciudades son seres que llegas a amar cuando las has recorrido —física o ilusoriamente— con los poros bien abiertos. De calles, plazas, barrios, gente, edificios, olor, cielo de ellas está formada la nostalgia, ingrediente de la literatura.

Me extraña que no haya más tango en el libro, ya que es, junto a Paco Ibáñez cantando poesía, mi compañero cotidiano.

– Otro recurso que permite al lector conectar algunos cuentos son los guiños que se hacen entre sí. ¿Es eso parte del juego del libro o cuál es su sentido?

Este es un accidente grato. Es que, en un tiempo corto e intenso, conviviendo con ciertos personajes, uno tiende a aludirlos aun cuando habitan otro cuento. Puede convertirse en un buen recurso.

– Aun sin la recurrencia de otros rasgos, el oficio periodístico es algo que sobrevuela en más de un cuento. ¿Se debe eso a tus largos años como periodista? ¿Cómo crees que el periodismo ha incidido en tu forma de imaginar y escribir?

En el ejercicio del periodismo me hice de herramientas útiles del lenguaje. Pero, el contenido es diferente: en un oficio puedes mentir y en el otro debes decir la verdad. Como escritor, la diferencia es baladí; como periodista, crucial.

En estos cuentos, sí puede notarse alguna huella del periodista. Creo que alguna voz conocedora decía que un cuento es una noticia falsa, bien escrita.

– ‘Una novela de la fiut’ es una ácida sátira del mundillo literario-cultural de Cochabamba y Bolivia. ¿Tu mirada es la de alguien que ha sido parte de ese mundillo o la de un paria que se ríe a sus espaldas?

Lo viví de cerca; fui periodista cultural, lo que me introdujo en esos vericuetos sombríos de premios amistosos, auspicios rentables, críticos parentales, autopromociones, etc., que hacen el mundo de este intolerante cuento.

– ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto de libro?

Me rondan textos sobre la vejez y la muerte. Al final, quizá rompa la regla que declaro en el prólogo…

Fuente: Opinión