05/11/2009 por Marcelo Paz Soldan
Las Cosas de Guillermo-Augusto Ruiz

Las Cosas de Guillermo-Augusto Ruiz

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Las Cosas
Por Guillermo-Augusto Ruiz

(N. del E.: Las Cosas fue finalista del Franz Tamayo. Guillermo-Augusto Ruiz no tiene libros publicados pero su poemario Prosas sacras fue finalista del último premio Bedregal y fue incluido En la próxima antología de poesía boliviana a cargo de J. Freudenthal, J.C.R. Quiroga y B. Chavez que saldrá este mes de mayo del 2009 bajo el sello Plural.
Guillermo-Augusto Ruiz posee el espacio literario, junto con sus amigos dispersos por el mundo: http://www.elfuegoylafabula.blogspot.com.
Pueden bajar la última versión del cuento de la biblioteca de ecdótica: https://ecdotica.com/biblioteca/Las{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59}20Cosas.pdf)

Las cosas
Caos y apocalipsis, alfa y omega:
Sólo un poco de agua tirana.

Muchos años tuvieron que extraviarse.
La casa era pequeña, pero mi madre tenía la virtud prestidigitadora de hacer sitio donde no lo había, y en tres dormitorios de tres por tres, una cocina estrecha, un baño de batalla y una salita, cabía una pavorosa cantidad de cosas. No sé cómo hacía mi madre para acomodar media docena de helechos colgantes, cuatro sillones de espaldar espigado, un escritorio –cuya sola presencia arrinconada bastaba para perderse en un mundo de papeles viejos, estuches de pinceles y marcadores, libros de polvo sin lomo y pomos de tinta china–, un sofá lánguido –cercado no sólo por las macetas de tierra de los gusanos, sino también por los urinarios con el aserrín de los gatos–, un reloj grande –que mi padre quería botar por su mala costumbre de despertarlo de la siesta–, dos mesitas bajas, catorce lámparas de vidrio con los cables enmarañados, jarrones intocables –sin contar con las bailarinas de ballet y los elefantitos traslúcidos, los búhos en actitud hierática, los borrachitos guitarreros y las monjas de arcilla, que llegaban, día tras día, bajo el brazo de mi padre y abarrotaban la estantería de vidrio de una sala que, más que sala, era un juguete de la desidia–.
(Fragmento)
Fuente: Ecdótica