05/26/2011 por Marcelo Paz Soldan
La máquina de Aqueronte de Darwin Pinto Cascán

La máquina de Aqueronte de Darwin Pinto Cascán


La máquina de Aqueronte
Por: Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Todos estábamos hartos de la violencia, pero así era aquí; la violencia humana se replicaba a sí misma como si fuera una colonia de cucarachas dispuestas a abrazarlo todo.
Hay que ser cuidadosos cuando se habla de la obra de Darwin Pinto Cascán. El por qué, se responde en la presencia de un fenómeno inusual en la literatura boliviana, tal vez el más contemporáneo de la obra conocida de los autores locales. Una obra, además, no en ciernes, sino en proceso de maduración hacia algo que puede tener grandes -y largos- alcances.
Para desagraviar las humillaciones que la familia Drake durante años ha ejercido sobre su madre, su hermano y él mismo, Aqueronte el sabio construye su Máquina de la Venganza. Justo antes de hacerla funcionar entiende que debe dar marcha atrás, pero ya es muy tarde. La historia sangrienta de Sabayón y la tragedia de los Drake empiezan a reescribirse para volver a experimentar el sufrimiento y el pavor. La fundación de Sabayón por parte de Antanas, el primero del linaje, y su gobierno con mano dura; las luchas por mantener el poder de Bayard, su hijo; y la solitaria imagen de Belle Alexandra, la última Drake, cobran vida en esta novela que nos arrastra a su torbellino y que en su ficción nos interpela.
Bolivia y Santa Cruz son y no son: son Sabayón y no, Santa Rosa y no. Presente y pasado, y futuro en ambiguo perfil. La historia se desarrolla en su propio territorio, pero los hechos y personajes trashuman sin desparpajo por cronologías y geografías universales y oníricas. La irreverencia junta hitos que pueden existir ajenos o que suelen estar conexos. Picuiba y Burdett O’Connor, Nanawa y Otto Felipe Brown, confederados de la Guerra de Secesión con piratas y nobles de los estruendos de la colonia.
Libro de puro entretenimiento pero sin liviandad, donde la palabra se hace imagen; la novela, comic; la narrativa, cine… todo sin desbocarse de los márgenes imaginarios de un libro impreso, que es a su vez, reducida jaula que dista mucho de atrapar la abundancia que escapa de esta magnífica prosa novelística y de tremendos convidados.
Fuente: Alfaguara