04/03/2024 por Sergio León

‘La lira del desastre’, sobre ‘Calzar la sombra’ de Joan Villanueva

Por Jessica Freudenthal Ovando

(Texto leído en la presentación del poemario ganador del Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo 2023 y publicado por la Editorial 3600)

Los epígrafes jamás son azarosos. La cita de Louise Glück que encabeza al libro nos introduce a una “lira del desastre” y a la angustia que produce la lucha por la forma.

El texto poético de Villanueva es así, amorfo / informe: “atada al lado equivocado del río”, la hoja blanca sería un espéculo de la degradación. Esta mirada especular (espejo), reflejada por el plástico o el metal, es notoria en el apartado “Las sirenas” donde el yo poético se dirige a un tú: “transcribes”, “un error de tu cuerpo asiste al amarre”, recorres el canto a la inversa”, “y que tocando sin consentimiento estás”. Esta voz en la segunda persona acomete, casi violentando al lector.

El de Joan Villanueva es un lenguaje pixelado. El secuestro y el llamado de las sirenas, el eco, ese mito queda totalmente alejado por el brillo de un aparato de plástico y metal “un rin rin”, “una fina notificación activa”. La voz lírica cambia constantemente en Calzar la sombra produce intersecciones, desgarres y versos milimétricos que intentan ajustarse al papel, que luchan por la forma. Comienza el juego de voces en ese mundo especular, de plástico y metal, donde la palabra se transforma en pixeles, e incluso intenta desaparecer.

Visión especular, fantasmagórica, inasible. ¿Cómo calzar la sombra? ¿Cómo apropiarse, atribuirse, llevar la sombra? La sombra es una región de oscuridad que varía su forma dependiendo de la distancia y el tipo de la fuente de luz. Las “regiones” los espacios en este texto, son también múltiples: nos introducen a lo onírico, sueños y pesadillas casi tangibles espacios físicos como Villa Adela. Ríos metafóricos y eróticos, espacios digitales, espacios literarios… Incisivo es también el lenguaje de Joan Villanueva que “entre líneas” es irónica al citar versos de Humberto Quino, por ejemplo, en el espacio de la Av. Buenos Aires, espacios metalingüísticos y míticos. Áreas con membranas, vías nerviosas que rozan el proceso de una lobotomía.

Así, “Lobotomía” es una parte central del poemario, vuelve el tú, pero esta vez la enunciación se enmarca en el modo interrogativo: ¿en cuál de tus debilidades depones sus huevos la memoria? Nadie piensa, Nadie piensa. Irá “respondiendo” por decirlo de alguna manera, la otra voz, sobre la economía del cuidado de los recuerdos y en los diminutos trastornos nerviosos. Este lenguaje pixelado se convierte en un picahielos en el lóbulo frontal, en el no pensar en la memoria, en los recuerdos…

Después de los sueños y del no pensar en la memoria, el libro pasa al capítulo “el nuevo mundo”, allí la pregunta existencial eterna: ¿de dónde vengo? Esta vez el yo poético interroga en una primera persona. El cambio de voces, de tiempos, de espacios, produce a veces lo que aparentemente la autora desea que suceda: que todo sea indeciso, insular, una mancha que nada significa porque “nada quiere significar”. El tema autorreflexivo sobre el lenguaje: la semántica, las huellas en la arena, quién escribe, etc., permean todo el texto a través de esa pluralidad y complejidad en la enunciación, cito:

recuerda las voces de ese afuera y ese antes

que te acechan en la etiqueta que reza:

el día es la superficie del mundo.

Como lectores es preciso cuestionarnos: ¿Dónde habita la sombra? ¿Nos habita, la habitamos? ¿En qué tiempo vive una región de oscuridad? La sombra parece tener una relación simbiótica con la luz, un trastorno, ¿está siempre encerrada, pegada al espacio y tiempo de otro/a ser/estar?

El agua estancada, los ríos, el cuerpo, la mente, villa victoria, el mapa, el territorio del poema, las montañas…. La región del texto es también una región oscura, en el sentido de inabarcable, informe, sombría ¿Es así el territorio del poema? Sí, me respondo. Sí.

En este coro de sirenas, la voz en el poemario se altera incluso en su sintaxis:

escuchar puedes voces donde que no hay nadie se supone de tus párpados detrás

Para Villanueva, los mensajes habitan los orificios, y es imposible esconderte de ellos, nada puede cubrirte. La única manera de hacer forma, de hallar la forma, de dejar de luchar por la forma en este texto es la colectividad. Cito:

Nos formaremos /crearemos una forma/

Construiremos un rostro reconocible

Construiremos un discurso legible

Y sin que lo sepas iremos por ti.

Ante las abandonadas, las un poquito violadas quizás (aterradora y escalofriante imagen) allí quién sabe dónde, solo la colectividad, el nosotros es posible.  La reflexión sobre el lenguaje continua. El yo poético es plural, “nos”, “crearemos”, “construiremos”, “iremos por ti”, apelando nuevamente al tú, y posiblemente a un lector, ese discurso legible se levanta, aparece, es signo, representación, escritura; es significado. Cito:

¿Por qué escucho tantas voces y no más bien silencio?

Porque leer es también mandarinas

En el apartado “Taqui Ongoy”, “enfermedad del canto”, volvemos al resonar de las sirenas, un ritual iniciático de los Andes. Nadie piensa en la memoria. En este apartado ocurre lo contrario: no olvidar, tener en la memoria, recuperar el pasado, pintarse la cara de rojo y bailar hasta que el Dios de los católicos sea aniquilado.

Así, Calzar la sombra, se va deshilachando con preguntas, una sintaxis casi deslenguada, y cada vez más breves e interrumpida, deformada, imposible de calzar.

Cada pregunta que plantea el poemario no está en modo interrogativo, el lenguaje especular se mira a sí mismo al intentar ver al otrx, lo otrx. Al intentar encontrar algo que signifique en el lenguaje. La conciencia del juego de voces, el movimiento de tiempos, los espacios oníricos, citadinos, orgánicos, míticos, conjugan la pluralidad en el nosotros, en la colectividad que es lo que permite “dar forma”, iluminar las regiones oscuras, construir un rostro reconocible y un discurso posible, lleno de ímpetu. Este libro, Calzar la sombra, va a por ti.

Fuente: La Ramona