05/30/2008 por Marcelo Paz Soldan
La filosofía en Bolivia

La filosofía en Bolivia

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La filosofía en Bolivia
Por: Abdón Carlos Zárate

La historia del pensamiento filosófico en Bolivia ha tenido un exponente prolífico en Guillermo Francovich. Su texto Filosofía en Bolivia es el documento mejor elaborado en la historia de las ideas de nuestro país. Hacemos una presentación de las ideas de este documento, fundamental para la comprensión de la filosofía boliviana.
La historia de la filosofía boliviana se debe rastrear desde la aparición de los primeros hombres. Se cree que los indios vivían dentro del mundo en una especie de inmersión mística y mágica. Para los indígenas, dice Francovich, las piedras, las montañas, las fuentes, los animales, los astros y los meteoros eran objetos animados, dotados de vida y de poderes maravillosos. Estaban en este estado de pensamiento para el cual las fuerzas naturales son manifestaciones de una voluntad que poseen todos los seres, voluntad caprichosa y arbitraria que no está sujeta a orden alguno. Carecían de los elementos lógicos indispensables para llegar a la concepción del mundo como una realidad ajena a ellos. No podían tener una idea del “universo” sino como una entidad constitutiva del hombre. Aunque esta posición está siendo rebatida por nuevas investigaciones.
La Colonia, con su imposición y restricción, tiene en el pensamiento tomista su verdadera expresión. La filosofía tomista asegura una concepción armoniosa y profunda del mundo y una elevada visión de la realidad humana. El sistema de Santo Tomás conciliaba los principios de Aristóteles sobre la naturaleza con la concepción que el catolicismo tenía acerca del hombre y de Dios. Coloca en la base del pensamiento a la razón que está encargada de llevar a las verdades de la revelación y de la gracia porque, según el tomismo, hay una gradación continua en el universo, desde las formas materiales de existencia, a través de las plantas y de los animales, hasta el alma racional del hombre, los ángeles y Dios. La moral produce en el hombre el desarrollo de su naturaleza racional, pues Santo Tomás afirma que en la conducta predomina la inteligencia sobre la voluntad y el sentimiento. La libertad es la capacidad de decidirse sobre la base del conocimiento. Las leyes y el derecho civil se subordinan al derecho divino, lo que hace de éste un ordenamiento jurídico orientado hacia una ciudad de Dios.
El pensamiento colonial adquirió un nivel intelectual elevado en América con la creación de la Universidad de Chuquisaca en 1624. La imposición del tomismo como corriente filosófica y religiosa tiene su quiebre con el advenimiento del pensamiento intelectual originado en esta universidad, acompañado por la expulsión de los jesuitas en 1767, lo que permite la renovación del pensamiento filosófico en este continente. Entre los representantes de esta corriente intelectual transitoria encontramos al padre Calancha, Bartolomé Martínez, padre Alonso Barba, Gaspar Escalona, Francisco Suárez, Gaspar de Villarroel, José de Aguilar, San Alberto, Juan José de Segovia, Victoriano de Villava y padre Feijoo, de quienes se puede encontrar bibliografía filosófica.
El advenimiento de nuevas corrientes filosóficas hay que rastrearlo en las etapas previas a las revoluciones libertarias. La mayor gloria de la universidad, después de su creación, consistió, según Francovich, en haber sido no solamente un foco de cultura que durante la época colonial difundió desde sus aulas el saber filosófico, sino en haber constituido a principios del siglo XIX un centro de conciencia americana, una fuerza renovadora que contribuyó a la estructuración política y social interna y externa. El pensamiento crítico nace en las aulas de la universidad, en los diálogos filosóficos de Bernardo Monteagudo, quien se esfuerza por establecer el contraste entre los españoles, codiciosos y duros, y los pobladores indígenas. Esta reflexión teórica va a permitir la consolidación y desarrollo posterior de un pensamiento libertario.
La independencia americana tiene inspiración en principios filosóficos extranjeros como la libertad, igualdad y fraternidad asimilados por los intelectuales de este continente. Los vientos revolucionarios franceses tienen una acogida de tal magnitud que los nuevos intelectuales de referencia internacional como Rousseau, Locke y Hobbes se constituyen en los nuevos paradigmas políticos y filosóficos de América. Después de la Independencia, se establece la “religión católica” para el culto; la forma de gobierno “republicana” como la expresión más sólida de la independencia política; se establece la “reunión de pueblos” como medio de unión de un país sólido. Bolivia nace a la luz de los intelectuales libertarios, entre los que encontramos a Bernardo Monteagudo, Manuel Rodríguez, Mariano Moreno y Destutt de Tracy, entre los más sobresalientes.
A partir de la nueva República se inicia un desarrollo intelectual que tiene como característica la recuperación y asimilación de los vientos intelectuales del extranjero. Los ímpetus de modernización que se imponen bajo el impulso del desarrollo intelectual occidental son el racionalismo cartesiano, el moralismo kantiano, el eclecticismo de Gallupi, el cristianismo de Lammenais, la filosofía jurídica de Arhens, el positivismo de Comte. Nuestros intelectuales más sobresalientes de esta época son Luis Velasco, Manuel José Cortés, José Manuel de la Reza, Mariano Baptista, Miguel de Santos Taborga e Ignacio Prudencio, entre otros.
El pensamiento filosófico del siglo XX es el periodo histórico en el que nace un verdadero desarrollo intelectual, reflejado en su originalidad y profundidad. Los pensadores originales han sido agrupados por Francovich con el denominativo de “la mística de la tierra”. Sostiene esa mística que la tierra, el paisaje, lo telúrico tienen una especie de espíritu que actúa sobre el hombre creando formas de vida individuales y sociales, dando nacimiento a tipos culturales con fisonomías tan propias como los ambientes geográficos que las han producido. Bolivia, al estar constituida por un paisaje diverso, ha permitido el surgimiento de esta corriente de pensamiento original con matizaciones regionales. A lo anterior se suma el pasado histórico del que somos guardianes. El primer exponente de la mística de la tierra es Franz Tamayo, para quien “la tierra se estudia en la raza. La tierra hace al hombre y, en este sentido, la tierra no sólo es el polvo que se huella, sino el aire que se respira y el círculo físico en que se vive”. En esta misma línea de pensamiento se encuentran Jaime Mendoza, Humberto Palza, Fernando Diez de Medina y Rigoberto Paredes.
Ciertamente un hecho fundamental para el desarrollo de la filosofía como disciplina y profesión es la fundación de la Escuela de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación el 12 de mayo de 1944, la cual iniciara sus actividades como Escuela de Filosofía y Letras en la Universidad Mayor de San Andrés. Desde esta facultad se ha irradiado el pensamiento filosófico. Aquí hay que reconocer la importancia que tiene la revista Kollasuyo, espacio desde donde se propiciaron los debates intelectuales más complejos y abstractos, en un diálogo sin igual con intelectuales del extranjero. Su iniciador, Roberto Prudencio, comprendía que el concepto de universalidad de la cultura era un producto del racionalismo abstracto, para lo cual las culturas regionales debían presentarse con su vitalidad original. “Cada región del mundo, decía Prudencio, plasma sus propias formas, cada paisaje suministra sus propias expresiones”.
El diálogo entre la producción intelectual universal con la local se ha expresado en varios intelectuales que han permitido que nuestra filosofía se incorpore a los debates internacionales. Hoy se sigue con esta corriente filosófica expresada en el nacionalismo de René Zavaleta, el indianismo de Fausto Reinaga, el cristianismo del padre Bertolusso, la filosofía de la educación de Luis Carranzas y Arturo Orías, el marxismo de José Antonio Arce, la filosofía del amor de Mamfredo Kempff, la ontología de Rubén Carrasco, la hermenéutica de Wálter Navia, el liberalismo alemán de H.C.F. Mansilla, el trotskismo de Guillermo Lora, el multiculturalismo y multisocietalismo de Luis Tapia, la semiología de Luis Antezana, la epistemología de Raúl Prada, la filosofía occidental de Blitz Lozada, el antitrotskismo de Germán Montaño, el latinoamericanismo de Juan José Bautista y la filosofía andina de Josef Estermann y Jorge Miranda.
Muchos de nuestros intelectuales están apareciendo en publicaciones esporádicas, de los cuales se espera su manifestación pública en documentos sistemáticos. Las transformaciones históricas por las que está pasando nuestro país, seguramente, tendrán su expresión intelectual en los filósofos actuales. Existe una filosofía original en Bolivia, exportable y explotable a escala internacional. La época de los “covers” en filosofía felizmente está terminando.
Fuente: www.laprensa.com.bo