10/11/2011 por Marcelo Paz Soldan
La estrategia íntima por Christian J. Kanahuaty

La estrategia íntima por Christian J. Kanahuaty


La estrategia íntima
Por: Christian J. Kanahuaty

El Objeto
El presente texto tiene una labor, sobre todo, aproximativa; no así conclusiva. Es más un intento de abrir el debate sobre un tema que desde hace algunos años se ha venido dialogando de una u otra manera en artículos, reseñas y entrevistas: la “nueva narrativa boliviana”, pongamos por “nueva….” Que es aquella escrita por autores bolivianos nacidos entre 1975 y 1986, que a la fecha tienen uno o dos libros publicados.
Los Nombres
Sólo por fines metodológicos que hacen a este trabajo, pondré algunos nombres: Sebastián Antezana con El Amor según (Ed. El Cuervo, 2011), Wilmer Urrelo con Fantasmas asesinos y Hablar con los perros (Ed. Alfagura, 2006 y 2011 respectivamente), Liliana Colanzi con Vacaciones permanentes (Ed. El cuervo, 2010), Cecilia Romero con Entre las horas (Ed. Nuevo Milenio, 2010) y Rodrigo Hasbún con El lugar del cuerpo (Ed. Alfaguara, 2009).
Las Razones
Las razones principales que motivan este escrito son las siguientes: de un tiempo a esta parte muchos de los escritores nombrados y otros, manifiestan que este momento, el actual, es uno de los más sanos y explosivos de la literatura boliviana. En segundo término, hay cierta imagen que proyectan las novelas y libros de cuestos mencionados bajo la cual, según la crítica, lectores, editores, escritores-lectores y los mismos escritores manifiestan que se trata de una tendencia de corte intimista en la literatura y que ella implica un corte con trayectorias más largas como la novela histórica, indigenista, minera, costumbrista y testimonial. Otra razón que explica la escritura de este trabajo es que, aparentemente, el debate que existe sobre esta corriente narrativa aún no termina de entenderse ni explicarse. Por ello, la necesidad como decíamos de abrir el debate y pensar qué es lo que está pasando no sólo al interior de la narrativa contemporánea boliviana, sino en el centro mismo de las historias que se van leyendo y escribiendo.

Los Proyectos

Sí hay algo que marca esta nueva generación eso es su diversidad de líneas de fuga y proyectos narrativos que configura cada una de las novelas –o cuentos, dado el caso- que van escribiendo estos autores. Y se complica un poco más el asunto cuando algunos de ellos ya llevan dos libros publicados, siendo cada uno de ellos diferente y por tanto cada libro y ya no cada autor, se sitúa en una determinada línea de trabajo, por ejemplo Las Camaleonas de Giovanna Rivero se pondría casi en la senda del intimismo mientras que Tukson inauguraría, aparentemente, una ruta que coquetea entre la ficción, la experimentación: la novela para armar y la ciencia ficción; quizá este sea un rasgo que es también compartido por Sebastián Antezana que en La toma del manuscrito indaga las posibilidades de la reescritura a partir de la traducción de un texto, lo cual haría guiños, a Borges, a Conrad, a Perec, a London, a Salgari, y luego en El amor según lleva su narrativa al escenario de la novela intima que sucede entre cuatro paredes, con pocos personajes y donde aparentemente no pasa nada y de algún modo recuerda esa sentencia de Hemingway donde ponía que el cuento era como un gran iceberg, que sólo dejaba ver un poco para que se intuya al menos, lo que sucede por debajo de todo aquello que se ve.
Ahora bien, entre los proyectos también están aquellos que indagan el cuerpo femenino, la frontera del sexo como recurso narrativo para encarar relaciones familiares, generacionales y sobre todo, para resolver el lugar donde estamos en el mundo y que hacemos y decimos desde él. Ahí se ponen novelas como El lugar del cuerpo, El amor según, algunos de los cuentos ubicados en Entre las horas y algunos de los cuentos existentes en Vacaciones permanentes. Ahora el cuerpo ha tomado un lugar casi primordial en la narrativa, no sólo se lo nombra, sino que es el cuerpo quien nombra la realidad y los contextos por donde se mueve. Y siempre el cuerpo está atrapado en una fisura, que tiene que ver mucho con los actos de incesto o con las violaciones o la masturbación o incluso su transformación en otro cuerpo, un cuerpo de mujer que se convierte en cuerpo masculino. Ahí hay una nueva manera de afrontar no sólo la sexualidad, sino el territorio de lo que se puede narrar.
Dentro de esos proyectos, hay otra variación: los temas de la perdida de la razón o en todo caso, el desencanto y el abandono de cierta inocencia: cuentos de Vacaciones permanentes, Entre las horas, El lugar del cuerpo, además de los cuentos de Hasbún incluidos en Cinco (Ed. Gente Común, 2007) y cuentos incluidos en Hoteles (Ed. La Hoguera, 2007 y de reciente publicación en la editorial Periférica de España) de Maximiliano Barrientos abordan esta temática de manera al principio experimental. Probando a dónde puede llevar esa vena narrativa, pero luego, lo hacen con conciencia y con fuerza, uniendo la autobiografía con la ficción y la intimidad con la inocencia de verse envuelto en el asunto de crecer y dejar atras la juventud y la mirada limpia, como ocurre en Pimientos Rojos de Cecilia Romero o 1997 de Liliana Colanzi.
Otros de los factores que aparecen en esta narrativa es la del lugar. Pero es un lugar que no es nombrado, y eso es una ruptura importante con otros textos, sin embargo, hay en Hablar con los perros y en Fantasmas asesinos las descripciones de espacios físicos que hacen parte de la ciudad de La Paz, en Las Camaleonas Santa Cruz al igual que en los cuentos de Colanzi, pero más allá de estos ejemplos; en los demás casos, se ha borrado las ciudades y se crean a medida que los personajes transitan por ellas. Son ciudades que se configuran a sí mismas al tiempo que los acontecimientos acentúan el carácter de los personajes creados para habitar esas geografías fantasmales sin nombre ni apellido.
La Estrategia
Hay entonces, algo más en estos nuevos textos narrativos. Existe un nuevo punto de vista que intenta colocar la mirada del narrador en equilibrio sí, pero con otro punto de apoyo. El punto de apoyo antes era una cierta mirada sobre el acontecimiento histórico o la realidad social de nuestro pueblo o ciertas formas en que se produjeron los levantamientos y la toma de conciencia sobre el problema campesino e indígena. El campo, la tierra, los recursos naturales, los mineros como proletariado organizado y que era el bastión que defendía al pueblo del abuso dictatorial o en otros casos, quienes lo padecían en forma más carnal y frecuente.
Ahora, ese punto de apoyo está colocado en otro sitio. La mirada sobre lo social no se ha perdido, pero ahora goza de menos espacio dentro de la narrativa. En estos momentos dentro de la narrativa boliviana, existe una forma de narrar el contexto social, político y económico, no sólo boliviano, sino latinoamericano, que pone más atención en lo que ocurre en la intimidad que en lo que ocurre en el colectivo, pero claro, aquí se podría debatir, dado que la idea de colectivo, no atañe solamente a la de un colectivo altamente organizado capaz de proponer opciones de futuro, tal como los movimientos sociales en tiempos de conflicto o las organizaciones sociales en momento de deliberación cotidiana en aras de construir políticas públicas, por ejemplo. Sino que el colectivo al que hacemos, tiene enlace con esa otra palabra tan difícil de tratar y maniobrar como lo es la de “generación”, un colectivo generacional que ha vivido ciertos acontecimientos sociales, culturales o de la cultura pop –sobre todo la música y sus mitos- en simultaneo y que se ha criado lejos del alcance de la radio y cerca de la televisión y más aún en los últimos años bajo el signo del Internet y de Hollywood o del nuevo cine argentino y español. Que de alguna manera configura el ADN de la nueva narrativa.
Entonces, esa mirada sobre el colectivo está también presente cuando muchas de las historias que se han escrito apelan a esa idea de colectivo, haciendo resaltar la idea de que aquel texto que estamos leyendo pudo haber sido escrito por nosotros o que en todo caso, está contando algo que nosotros también hemos vivido o sentido y que puede ser también parte de lo que nosotros somos. Ese carácter de colectivo se encuentra, quiérase o no, inscrito en los textos de los escritores que hemos anotado sobre el papel en todo este tiempo.
Pero, lo que hay que aclarar es que esas historias no serían posibles sin la aparición de McDonald’s, o de las pequeñas industrial familiares ligadas a la confección, la situación y división de clases sociales, donde unas son empleadas y los otros, los hijos del dueño de casa o aquellas en las que la fotografía entra a formar parte del espectro de lo que es considerado como arte, ya no sólo decorativo, sino conceptual. O, la música satánica y el abuso de menores tienen una razón de ser en oposición a los preceptos de la iglesia o las influencias musicales, digamos, más tradicionales. Todas esas particularidades con las que aparecen cargando en sus espaldas los personajes son en realidad el producto de transformaciones sociales, políticas e históricas de nuestro país y si bien no se dicen de forma explicita en los textos, están latiendo en su interior.
Así, si en los anteriores proyectos narrativos existía la idea de nombrar ese mundo exterior de la política, la historias, las inseguridades alimentarias o las revueltas y las luchas de las clases sociales, en todos estos proyectos narrativos el punto de vista se encuentra atendiendo a lo que ese mundo exterior produce en los sujetos. Pongamos que antes la figura podría describirse como centrífuga y ahora, como centrípeta.
La intimidad
Y si bien el nombre de intimismo es lo que se ha venido barajando ahora, habría que más bien nombrarlo como narrativa de la intimidad. La intimidad configura los demás espacios y a veces ni siquiera los necesita para existir.
Quizá la intimidad se entienda como un resultado de las anteriores luchas políticas y de los proyectos narrativos que originaron, porque la modernidad y la etapa contemporánea del país, con todo y la democracia y el libre mercado y la idea del mestizaje –ahora rota y puesta en discusión-, generaron la idea del aislamiento y de la soledad. De que ese espacio para intimidad y la propiedad privada fue algo que se buscó y recuperó tras largos años de enfrentamiento y derramamiento de sangre y no sólo de tinta, para bien o para mal de muchos de nosotros.
Y sin embargo, la política está presente en la intimidad, porque todo acto que ocurre en la intimidad es el resultado de una interpretación de la realidad. La escritura misma es el efecto más visible de cómo se entiende lo que pasa en Bolivia ahora y como se la interpreta y se la representa en la narrativa, claro que la narrativa no es mera interpretación o representación; ya que a ellas se suman una serie de factores y detalles que por razones de espacio no enumeraremos ahora; pero, no se puede negar que esa interpretación y esa representación existente en cada uno de los textos citados, es parte de una delimitación metodológica casi inconciente y de una interpretación política sublimada. La selección o la exclusión de ciertos temas dentro de esos textos es un acto político y además cultural. El no hablar de política y de partido o del gobierno, es también un acto político. El silencio es como saben los que fueron torturados, el acto político de resistencia más importante en la carrera política de la revolución. Y ese performance es un acto político. Por ello decir que la narrativa actual es apolítica o que se desembaraza de los temas políticos es un sentido, una mentira, un prejuicio. Un error que puede tener un costo muy alto, porque se intenta de nuevo buscar en la narrativa lo que ahora hace la investigación sociológica, antropológica, histórica, sicológica y etc. quizá haya sido el rol de la literatura en antes y décadas anteriores dar cuenta de lo que pasaba en el país a causa de la debilidad de las ciencias sociales, pero como ahora esa situación a cambiado, la literatura tiene más espacio para la ficción y para la exploración de horizontes de intimidad, sin renunciar al contexto donde sólo ellas se podrían desarrollar.
Por tanto, la aparente renuncia a hablar de la política nacional, trajo como consecuencia las políticas de la identidad, la política del cuerpo, la de género, la política de los discursos amorosos y las políticas de identificación e hibridación. Así que ahora nuestra narrativa tiene otras potencias políticas que implican más que rupturas, nuevas trayectorias.
Fuente: Ecdótica