08/24/2007 por Marcelo Paz Soldan

La chaskañawi

La chaskañawi
Por: Miguel Esquirol

La chaskañawi (1945) es la célebre novela de Carlos Medinacelli que cuenta la historia de Adolfo, señorito estudiante de leyes en Sucre que regresa a su pueblo, San Javier de Chirica, donde conocerá a la Chaskañawi, una hermosa y vital chola que le cambiará la biografía que se había propuesto, dedicada a los estudios y a la meditación.
Entre alcoholes (chicha, singani, yungueños, cerveza, cockteles y vino patero) y diversos platitos (picantes y sajtas sobre todo), se da la bienvenida a Adolfo a su pequeño pueblo al que ha regresado después de pasar los estudios de leyes en Sucre. Y no sólo entre amigos y borracheras pasa aquellos días, sino que poco a poco los amores lo van entrelazando y pronto tiene que decidir entre la preciosa y seductora Claudina, chola de amplias curvas, ojos como estrellas y una fuerza femenina a la que nadie se le puede enfrentar, o la relación bien vista con Julia, pálida señorita que se comporta como una mujer de su clase tiene que hacerlo, y perdona una tras otra las barbaridades, infidelidades y excesos que comete Adolfo.
Pronto este se verá perdido, diferente a la personalidad seria y decente con la que había llegado, envuelto en brazos de cholitas e imillas, despertándose en camas ajenas y siendo el objeto de habladurías y chismes en su pueblo que se alimenta de ese tipo de historias.
Pero no es sólo las razones que distancian a esas mujeres, la personalidad, la clase social, la pollera. Ambas están muy seguras de su posición y de los límites que Adolfo no tiene que cruzar, pero mientras la segunda se comporta con la seriedad de su posición, presionando a Adolfo con armas que la sociedad a puesto a su disposición, Claudina decide rechazarlo de entrada conociendo la distancia que los separa y negando lo que cualquiera de los dos pueda sentir. Mientras una lo fuerza al matrimonio, la otra lo rechaza.
Pero no es sólo a esto a lo que se tiene que enfrentar Adolfo. La lucha real se da entre su educación occidental [/el positivismo Comtiano y el materialismo más brutal de los Haeckel y los Buchner, … el virus del Racionalismo y la irreligiosidad ‘fin de civilizacion’ de Europa/] con el llamamiento de la tierra, de su propia patria.
El padre de Adolfo ha muerto, y con él desaparece su última relación con las ingenuas creencias patriarcales de sus padres. Sus antepasados valientes, miembros de la lucha de la independencia, llenos de ideales nobles se enfrentan a la situación de Adolfo: desencantada y cansada de la vida. La sociedad “burguesa”, las grandes familias de San Javier de Chirica, no pueden luchar al final con la vitalidad de las cholas, los colores brillantes de sus ropajes, la alegría de sus fiestas y bailes, y la pujanza de sus negocios, de sus tierras.
Adolfo se verá enfrentando a esa distancia de la sociedad que un día fue grandiosa y que fundó el país, contra aquella nueva fuerza renovadora que reniega de toda influencia europea, pero que ya no es tampoco indígena. Ese nuevo tipo de mujer, con ojos de estrellas, de luminosas polleras, orgullosa y que a pesar de todo sabe su posición, es la que puede encumbrar nuevamente el pueblo y con ella a todo el país.
Adolfo el intelectual decidirá finalmente renunciar a sus estudios, a su clase social, a su familia y amigos. En la escena final el campesino se enfrenta al contador de minas, el uno joven y activo, mientras que el otro cansado, enfermo y envejecido. Los amigos se encuentran finalmente y desde la visión del recién llegado se puede ver la plenitud viva del campo, en frente de su propio pueblo mortecino y callado.
[Tomado de: http://elforastero.blogalia.com//historias/51711 con permiso de Miguel Esquirol]