01/29/2018 por Marcelo Paz Soldan
Jorge Suárez y el arribo de su Obra reunida

Jorge Suárez y el arribo de su Obra reunida


Jorge Suárez y el arribo de su Obra reunida
Por: Gabriel Chávez Casazola

Te vi, de pronto, desde el mástil de oro / de un navío secreto. Solamente / mi corazón conserva este tesoro. // Yo el Capitán Azul, tú el Continente. / Bajo la paz del remontado cielo / fue poblándose de águilas mi frente. Así, de pronto, con esa imagen que nos remonta hasta los libros de aventuras donde bogaban capitanes quinceañeros, se abre la Oda al Padre Yunga, una de las piezas más maravillosas de la poesía boliviana, en la que su autor, Jorge Suárez, evoca sutil y poderosamente (combinación característica de su escritura, de su orfebrería) el paraíso perdido que tuvo en los Yungas, ese continente donde el niño que fue -“cachorro sin aliento”, “corderillo apenas”- se hizo hombre y ese nuevo hombre se hizo poeta: sobre la luz dormida de la loma / el limonero maceró su esencia / y mi palabra se impregnó de aroma.
Hasta ahora era muy difícil para los lectores poder acceder a esta Oda. Publicada primero en 1976, en una plaquette de papel kraft con un cuadro de Chaly Rimassa en la portada, fue reeditada en 1990 en una explícita “versión definitiva” (los cambios introducidos no son muchos, pero sí relevantes, en especial en el verso final, que era el único débil del original; muestra de que el autor no dejaba de trabajar sus textos incluso ya editados), e incluida al cierre del libro de poemas Serenata; donde están reunidos 23 poemas de Suárez que tienen en común un tratamiento formal que los aproxima a la música -sobre todo en sus expresiones populares locales- y, en algunos casos, un contenido que se relaciona directamente con ella.
Ni la segunda versión ni, menos todavía, la primera, estaban disponibles en librerías y tampoco en la red. Eso, hasta estos días de enero, en que la Biblioteca del Bicentenario (BBB) acaba de publicar la Obra reunida de Jorge Suárez (La Paz, 1931-Sucre, 1998), en una edición cuidada e introducida por Luis H. Antezana, ‘suareciano’ de antigua data y autor de un notable estudio sobre la novela corta (o cuento largo) El otro gallo, incluido como epílogo en la edición de Los Amigos del Libro de 1990, que siguió a la original de Editorial Chané de Santa Cruz (1982) y a la segunda, incluida en el libro de cuentos Rapsodia del cuarto mundo (La Paz, CEUB-UMSA, 1985).
Más tarde, después de su publicación en Plural (2010), saldría en 2012 la edición de El otro gallo que forma parte de la Colección 15 Novelas Fundamentales y que marcó el reconocimiento de Suárez como parte del canon boliviano en una inclusión justa y necesaria.
Por supuesto, los cuentos de Rapsodia… -algunos de ellos esenciales en la narrativa nacional, como Sonata aymara o El Abrelatas- y las tropelías y pláticas de Luis Padilla Sibauti -vecinas a la picaresca española, como bien apunta Antezana, lo que es natural en un escritor tan apegado a la tradición clásica-, forman parte también de esta Obra reunida, que finalmente pone a disposición de los actuales lectores todos los libros publicados en vida por Suárez y una novela póstuma, cuyo título original, según me consta, era La realidad y los símbolos, pero salió a luz con un título distorsionado (y empobrecido): Las realidades y los símbolos (Santa Cruz, GMSC, 2001).
Es interesante notar que, a la manera rulfiana, la narrativa de Suárez no es abundante sino profunda y apunta a lo esencial, desde esa economía verbal que quiso transmitir en sus talleres de narrativa: “menos es más”. En realidad, nos dejó El otro gallo; los cuentos reunidos en Rapsodia… como -cito la introducción de Antezana- un “concentrado de su capacidad narrativa”, una suerte de “antología personal”, criterio con el que convengo; más La realidad y los símbolos, que quedó pendiente de revisión en el momento de su muerte.
En cuanto a la poesía, en el volumen editado por la BBB están, junto a las mencionadas Oda al Padre Yunga (1976) y Serenata (1990), la Elegía a un recién nacido (1964), escrita tras el temprano fallecimiento de su segundo hijo; Sinfonía del tiempo inmóvil y otros poemas de amor (1986) y sus imprescindibles Sonetos con infinito (1976; 1990), obra también inencontrable hasta ahora y que bien podría figurar en una hipotética colección de los libros más relevantes de la poesía boliviana o, con varios de los poemas que la integran, en una antología de los más preciosos -y precisos- sonetos de la lengua castellana.
Además, la edición de la BBB incorpora, con buen criterio, dos obras tempranas de poesía satírica que son a su vez dos rarezas, quizá con más interés sociohistórico que poético, salvo para los ‘suarecianos’.
Por una parte, encontramos la ópera prima de Suárez: Hoy Fricasé, que reúne sonetos escritos en colaboración con Félix Rospigliosi (de quien ya no oímos hablar más en relación a la poesía sino al ‘grupo palaciego’ de los años de la UDP); este libro fue publicado en 1953, año en que Suárez, según refiere Antezana, se manifiesta como poeta al ganar unos juegos florales en La Paz.
Por otra, se reproducen los Melodramas auténticos de políticos idénticos (1960), una suerte de crónicas en verso que reflejan la confluencia de las dos pasiones entre las cuales se desgarraba el espíritu de su autor: la poesía, para la que vivía, y el periodismo, del que vivía.
La aparición de la Obra reunida de Suárez en la BBB, a 20 años de su fallecimiento, es, pues, una feliz noticia para la literatura boliviana. Sin embargo, quedan pendientes -su hija Mirella está, por fortuna, impulsando estas labores- la compilación y publicación de su obra periodística, la edición de su reescritura de Paquito de las Salves de Marceliano Montero y, sobre todo, la revisión de su poesía inédita junto a un estudio a fondo de su obra poética; trabajo sobre cuya falta advierte certeramente Luis H. Antezana.
Esto es tanto más importante cuanto Suárez, gaviero desde el mástil de oro de su navío verbal, se sabía a sí mismo, ante todo, poeta: “Me mueve la esperanza de que la poesía esté aún viva. Y aunque yo no sea el poeta que creo ser -escribió-, que no se diga que no intenté reavivar su fuego.
Es decir, cumplir con mi destino”.
Fuente: Ideas