Por Jorge Saravia Chuquimia
Un breve comentario sobre la obra de Jaime Saenz (1921-1986) es irremediablemente insuficiente para verificar el lúcido talento inmenso que posee y que está desperdigado en la novela, la poesía, el drama, el cuento, los relojes y el dibujo. En otras palabras, en ocasión de conmemorar los 100 años del nacimiento del autor de Felipe Delgado, apuntar que es un escritor espléndido no es bastante. Por lo cual pretendo aumentar a distinguir otra faceta de esta figura, la de Saenz-lector. En este entendido leeré y revisaré, con sus ojos, un libro de su biblioteca. Y todavía me extendería a indicar, sin temor a exagerar, que de esta exploración surge Jaime Saenz: Lector onírico.
Paulovich, en el libro de perfiles Apariencias (1967), refiere que el día del autor de Muerte por el tacto empieza en la noche. Asegura que él “vive cuando los otros duermen, duerme mientras los otros viven”. Pues bien, a medianoche empieza a escribir hasta las 7 de la mañana. Se acuesta y “generalmente se levanta a las 3 de la tarde y lee”. Pero, ¿qué lee Jaime Saenz? Por un lado, Paulovich da un indicio que lee a Franz Kafka, porque Saenz comenta que éste: “tuvo la maravillosa virtud de plasmar objetivamente el mensaje de lo onírico sin hacer cuentos de hadas”.
Y de mis búsquedas en los puestos de libros usados hallé uno de la biblioteca personal del escritor de La noche. Es la obra Los mitos de Cthulhu (Alianza editorial, 1970), de HP Lovecraft y otros. Este hallazgo me servirá para responder la interrogante que me planteo líneas arriba y vislumbrar las lecturas que hacía el apasionado de Bruckner.
El libro encontrado tiene la firma de Saenz, acompañada del número 73, que expondría el año de posesión de la obra. En la guarda posterior hay un recuadro con anotaciones editoriales de cómo debe ir el título y los subtítulos y avisos al lector de algún texto a publicarse en el fututo. Finalmente aparecen rastros de lectura de puño y letra, del estudio introductorio Los mitos de Cthulhu, elaborado por Rafael Llopis.
Es verdad que en este fragmento rastreo atributos singulares, casi únicos, que pintan de cuerpo entero el tipo de lector que es. En esta dirección, explicaré que de lo visto y leído las particularidades más sobresalientes están alojadas únicamente en el trabajo preliminar y no así en los relatos del texto mayor. Este detalle me permite (de)mostrar que Saenz lee escritos precisos de la antología. De otro modo diría que ojea lo que le conviene o interesa. Con esta idea brota el lector concreto. Este factor constituye un primer testimonio íntimo de la forma en que lee (algunos) de sus libros.
Mencionaré que todas las impresiones que efectúa Saenz son prolijas. No están sobrepuestas al conjunto del discurso, menos anotadas en los márgenes. Traza notas al final del libro, en la guarda trasera, en hojas blancas. En ellas escribe con marcador de punta fina negra y los encuadra. El enmarcado es signo de importancia. Este modelo descriptivo define el respeto que tiene Saenz-lector por el impreso como tal.
Llopis resalta: “Aunque muy relacionados con la science-fiction, con la literatura onírica y con la fantasía pura, en rigor los Mitos de Cthulhu deben adscribirse a la tradición del cuento de miedo anglosajón”. Noto que la expresión “onírico” se repite en palabras de Saenz cuando opina sobre la lectura de Kafka. Esta relación podría entenderse coincidente, más, me es útil para entretejer la dirección de esta lectura saenzeana.
Jaime Saenz lector se limita a subrayar pasajes relevantes que le causan eco, por ello el trabajo lecto-escrito tiene dos formas gráficas de marcado. El primer contraste se aprecia en la forma en que señala la lectura y lo plasma con líneas rectas en las oraciones o expresiones seleccionadas de algunos párrafos. El volumen de diseño de las grafías es preciso y recto y develan que solamente raya con lápiz en el preciso momento en que lee.
Transcribo algunas de ellas: “En el Romanticismo, ya no se cree en los muertos, pero éstos aún dan miedo”; “la memoria es el residuo físico de lo que algún día fue razón”, en este resaltado asoma lateralmente un asterisco y “Freud hace ver que la razón no es más que la última capa evolutiva de la conciencia y que, bajo ella, palpitan terrores sin nombre”.
Sorprende que en el acápite Lovecraft: historia y leyenda, Saenz registra: “Él sólo sabía hacer una cosa, escribir”, sin embargo, lo más lindo está al pie de la página 23, donde elabora un cálculo aritmético de resta: “1890-1937=47 años”. El valor determina la edad de muerte del escritor Lovecraft. Otro testimonio es: “El elemento fundamental de los Mitos (…) es la angustia cósmica del ateo Lovecraft y su expresión simbólica onírica”. En este escenario de impresiones de lectura asoma: “Mis temores no son de Alemania (…) sino del alma”. Aquí me trueco en un lector leyendo.
Otra formidable segunda prueba de lectura del Saenz-lector es cómo distingue a diferentes autores citados por Llop. La dinámica consiste en colocar signos diagonales: , , , , , , , . La lista que señala es precisa, pero sospecho, imprime el sendero de una tradición de autores a leer, o en el peor de los casos, piezas de sus obras. Al Recorrer esta distancia, me coloco en la posición de un lector ávido, ya que son pistas importantes a indagar para cualquier habitué de la lectura saenzeana.
Recordar el centenario del nacimiento de Saenz es un tremendo júbilo como Al pasar un cometa. Poder estimar las anotaciones de lectura de un libro de la biblioteca de Saenz bordea lo alucinante. No me equivoco al explicar que la privilegiada observación que ofrezco de este vestigio es tan solo una posibilidad interpretativa de como hubiera leído Jaime Saenz el ejemplar de Lovecraft.
Todos estos elementos diversos de la conciencia lectora que proyecto de él harían comprender, de cierta forma, a Saenz-lector-onírico y, por ende, imaginar parte de la literatura de Saenz y distinguirlo como una de las máximas figuras de la literatura boliviana y mundial. Hay que recordar que su obra fue traducida al inglés, italiano y alemán. Las imágenes de las rubricas de lectura de Saenz son un alarde pleno del repertorio vasto de como lee “en un mundo mágico”.
Fuente: Letra Siete