12/08/2015 por Marcelo Paz Soldan
Instrucciones para perder

Instrucciones para perder

Juan-Villoro

Instrucciones para perder
Por: Juan Villoro

No es por presumir, pero acabo de perder un premio. Ahorraré los detalles puntuales, pues no pretendo caer en el melancólico revanchismo de sugerir que todo pudo haber sido de otro modo. Mi propósito es reflexionar sobre una arraigada costumbre latinoamericana: la derrota.
Si un escritor se indigna de no recibir un premio significa que el mal trago le hacía falta
Colombia y Perú organizan premiaciones literarias en las que se invita a cinco finalistas para anunciar a un ganador. Esto genera emoción en tiempo real; los aspirantes tiemblan de nerviosismo, solidariamente tomados de las manos.
La dinámica parece inspirada en la entrega del Oscar, con la diferencia de que los escritores no disponemos de adiestramiento en el Actors Studio para fingir alegría en el infortunio.
¿Qué tan grave es perder? Si un escritor se indigna de no recibir un premio significa que el mal trago le hacía falta. Nadie puede exigir aceptación garantizada. La valoración artística pertenece al veleidoso mundo subjetivo. Un jurado representa la combinación de cinco bien intencionadas arbitrariedades. Y aún más: la originalidad posee una carga disruptiva; algo falla cuando lo desconcertante es celebrado. Andrés Trapiello señaló que si el Premio Cervantes hubiera existido en tiempos del autor del Quijote, el ganador hubiera sido Lope de Vega.
Los autores estamos al tanto los unos de los otros, a veces más de lo que conviene. Google permite sondear la insoportable vanidad del ser. Hay quienes tienen una alerta para saber lo que se dice de ellos y quienes tienen alertas de lo que se dice de sus “rivales”. Sin embargo, la competencia literaria no es directa y escapa a la irrefutable medición.
No se escribe contra el otro, sino hacia el otro. Obligados a elegir entre Proust y Joyce, caeríamos, simultáneamente, en un acierto y una injusticia. Y sin embargo, la tradición requiere de jerarquías, comparaciones, orientaciones en el bosque de los signos. Los premios pertenecen a los esfuerzos por crear un canon o a lo que Brecht llamó “los modos de producción de la gloria”; contribuyen a la cartografía de la cultura y, como los mapas antiguos, son corregidos por el tiempo.
Normalmente, no te enteras de que estás perdiendo un premio. Tal vez fuiste considerado, pero no lo supiste. La iniciativa de congregar a cinco ilusionados para que uno gane y cuatro pierdan permite reflexionar sobre nuestras costumbres. En la mesa redonda previa al fallo, dije: “Como buen mexicano, estoy preparado para perder”. De inmediato, mis compañeros de Perú, Chile, Bolivia y Ecuador reivindicaron sus respectivos aprendizajes en la derrota y pasamos a un entusiasta intercambio sobre las tragedias nacionales que nos habían capacitado para la caída. América Latina nos había preparado mejor que el Actors Studio para ponerle al mal tiempo buena cara.
He jugado póker pocas veces. En una ocasión me tocó la suerte del principiante y me sentí mal de quitarle dinero a mis amigos. No sabía qué hacer para librarme de la culpa y el destino me seguía maltratando con cartas magníficas. Me puse tan nervioso que tomé uno de los frijoles que hacían las veces de fichas y me lo metí al oído. A las dos de la mañana me tuvieron que llevar al médico. Al volver, olvidamos la partida y sentí alivio de no ganar.
América Latina nos había preparado mejor que el Actors Studio para ponerle al mal tiempo buena cara
Hace unos días, los cuatro que perdimos suspiramos al saber que regresábamos a la normalidad. La cofradía de la esperanza se transformó de inmediato en la cofradía de las ilusiones perdidas. Nuestra única preocupación fue hacerle saber a la conmovida ganadora que no nos ofendía con su victoria. Nunca habíamos pasado por esa prueba, pero demostramos ser expertos en la tarea.
En la ambivalente América Latina, la derrota pertenece a la superación personal.
Fuente: internacional.elpais.com/