06/24/2011 por Marcelo Paz Soldan
Guerra del Chaco. Planes y conducciones de operaciones militares de Edmundo Paz Soldán Pol

Guerra del Chaco. Planes y conducciones de operaciones militares de Edmundo Paz Soldán Pol


Guerra del Chaco. Planes y conducciones de operaciones militares de Edmundo Paz Soldán Pol
Por: Darwin Pinto Cascán


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Salida al mar y petróleo. Dos temas siempre fundamentales para Bolivia en materia de memoria, desarrollo y también, en un ámbito menos serio, de maniobra política interna.
Temas tan importantes que, en el caso del mar, el país ha anunciado un juicio internacional contra Chile, exigiendo una salida soberana al Pacífico luego de 132 años de haber perdido nuestros puertos allí.
¿Reivindicación o demagogia? el asunto es que casi todos nos queremos cuando hablamos del mar y nos sentimos muy ricos cuando pensamos en nuestra abundancia petrolera.
En el caso del petróleo, nos desesperamos porque perdemos mercados regionales de hidrocarburos debido a la inestabilidad social y a la irresponsabilidad en el cumplimiento de contratos internacionales que aquella irresponsabilidad conlleva. Mar y petróleo.
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Ambos temas no son poca cosa hoy, como no lo eran también durante junio de 1932, cuando unos tiros en el Chaco Boreal hicieron pedazos la paz de América y condenaron a muerte a 100.000 hombres en la guerra internacional más feroz vivida por Latinoamérica. En la Guerra del Chaco se usaron tanques, aviones, ametralladoras pesadas y lanzallamas. Fue el primer gran conflicto moderno en la región, diez años antes que explotara la II Guerra Mundial en Europa.
Bolivia afrontó una guerra con su vecino guaraní para salir al Atlántico a través del rio Paraguay, tras perder el Pacífico con Chile. Pero terminamos defendiendo el petróleo de Tarija y Santa Cruz, donde se encuentra casi la totalidad de los pozos, que generan hoy el 80{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} de los ingresos económicos del Estado Plurinacional de Bolivia.
Y aunque en la Guerra del Chaco terminamos de espaldas contra la cordillera del Aguarague en Tarija, el ejército paraguayo estuvo a punto de ser exterminado en ese mismo lugar, según crónicas de su propia oficialidad recogidas por el autor de la Guerra del Chaco, Edmundo Paz Soldán Pol.
Por eso Asunción tuvo que pedir a Argentina que le tire la toalla. El guaraní estaba exhausto después de tres años de lucha. Bolivia levantaba un cuarto ejército teniendo al Paraguay lejos de su fuente de aprovisionamiento, agotado, sin capacidad ya humana, económica y militar. Por eso la neutral Argentina, después de pasarle armas, vituallas, combustible, voluntarios y de jugar las cartas del Paraguay en el plano internacional, llamó al fin de la guerra en 1935, y su canciller, Saavedra Lamas, ganó el premio Nobel de La Paz por eso.
Todos estos elementos antes mencionados, son solo una pequeña parte de este libro escrito por Edmundo Paz Soldán Pol, ex combatiente y estudioso del tema. Testigo y actor en el drama chaqueño, el autor de esta obra escrita con la mente y el corazón de un boliviano que estuvo en ese infierno y salió de ahí con más suerte que los 50.000 compatriotas muertos de 1932 a 1935, nos da luces que hasta el momento yo no había visto en otra literatura a la que el boliviano de hoy pueda tener acceso.
La obra Paz Soldán Pol, escrita de forma clara, precisa y sin apasionamientos chauvinistas, desnuda la disposición estratégica y táctica de ambos ejércitos combatientes en las distintas etapas de la guerra, un detalle paso a paso de las resistencias heroicas de Boquerón, la recuperación de Charagua, las terribles derrotas de Campo Via, el Carmen o Picuiba, el infierno vivido en Nanawa, las victorias de Kilómetro Siete, Cañada Strongest y Villamontes y, lo que personalmente considero la gran novedad del libro: los planes de invasión y anexión de Tarija y Santa Cruz por parte del Paraguay. Aquí también se exponen las dificultades de Bolivia a la hora de coordinar la campaña entre el mando civil y el mando militar.
Por ejemplo, el presidente Salamanca buscaba el objetivo político de llegar a Asunción, mientras que los militares apuntaban al clave objetivo militar que era fuerte Olimpo para asegurar una costa del navegable rio Paraguay, de modo de no solo operar bélicamente por las aguas navegables de tal rio, sino también salir al Atlántico, que era el gran objetivo político de Bolivia, a diferencia del paraguayo que era el petróleo.
Aquí se explican con detalle los planes de campaña, y se agrega que muchos de ellos más tenían que ver con la poesía que con la táctica y estrategia militar dada la imposibilidad de su consecución en términos reales. Se exponen los conflictos internos de índole político dentro del ejército boliviano, y la dificultad operativa que implicaba el obedecer órdenes que llegaban desde La Paz, a 1.700 kilómetros del teatro de operaciones, con las que se debía movilizar efectivos insuficientes, lo que era la fórmula más fácil y pública para el desastre.
En el Arte de la Guerra, de Tzun Su, las máximas más simples del combate rezan así: “Si el enemigo te persigue, huye. Si se detiene a descansar, acósalo. Si se retira, persíguelo. Si es superior, evítalo. Si es equivalente, atácalo por sus alas más débiles. Si es inferior, aplástalo”. Bolivia violó casi todos estos preceptos. Y hubo un precepto más del sabio chino que Bolivia no acató: “El mando civil no debe interferir nunca en el mando militar”.
Salamanca pretendió dirigir la Guerra desde Palacio Quemado desautorizando a sus oficiales que estaban en el campo de batalla, al punto que fue en persona a Villamontes para ordenar la defensa pero… su oficialidad le dio un golpe de Estado a 400 metros del frente de batalla.
Pese a ese antecedente, el libro muestra datos que no se deben olvidar: por ejemplo, los 600 defensores de Boquerón que sostuvieron 20 días el fortín ante 14.000 atacantes, entre los que habían tres futuros presidentes de Paraguay: Jose Felix Estigarribia, Rafael Franco y Alfredo Stroessner, además de un futuro Premio Cervantes de Literatura, Augusto Roa Bastos, que de 15 años ya era camillero en la guerra.
Tampoco hay que olvidar las victorias de Kilómetro Siete, Cañada Strongest o la gran victoria de Villamontes, para cuyos efectos el autor de esta obra cita a la oficialidad paraguaya en la que tales fuentes afirman que su ejército estuvo a punto de ser exterminado ahí, tratando de apoderarse del petróleo boliviano. Perdieron 12.000 efectivos en una etapa de la guerra en que ya no quedaban hombres para reclutar en el país guaraní.
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¿Por qué es importante este libro?
Hay que tener en claro que aquel conflicto no es nomás parte de la historia que enseñan en los colegios. El resultado final de la Guerra del Chaco sigue gravitando sobre nuestras vidas aún hoy.
Si el objetivo político del Paraguay, de invadir Santa Cruz y Tarija para quedarse con el petróleo se hubiera concretado, la historia de Bolivia hubiera sido distinta. Para empezar, no hubiéramos tenido la materia prima que nos mantiene económicamente. Hubiéramos estado peor, aunque a uno le cueste imaginar eso.
El libro es un mapa de ruta en el que los senderos peligrosos y traicioneros de nuestra historia son marcados de modo que el país no vuelva a cometer los errores que le costó la vida a buena parte de dos generaciones de bolivianos. Es también un documento en el que se sientan las bases de lo que será la revolución de 1952, nacida en las trincheras de soldados insatisfechos de 1932-1935. Revolución que reconfigura para siempre el mapa político y social de Bolivia. Tras esa guerra, Bolivia pasó del feudalismo al cuasi estado nacional.
Gracias a esos viejos soldados que aún sobreviven con a las limosnas del Estado. Gracias a ellos Bolivia es rica en hidrocarburos. Gracias a esos viejos, ya no vivimos en la prehistoria. Por eso este libro es importante. Narra esa epopeya en la que los destinos del país estuvieron en manos de oficiales y soldados rasos cambas y collas, chapacos, chaqueños y mestizos. Y todos estuvieron a la altura de tal sacrificio aunque hoy eso a casi nadie le importe.
Este libro es la voz que revive sus hazañas, los invoca y a nosotros nos explica qué tan cerca estuvimos del abismo definitivo.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio