06/04/2021 por Sergio León

Gesta y Génesis: laboratorios de aprendizaje

Por Jorge Saravia Chuquimia

En el mapa literario de Bolivia de la primera mitad del siglo XX es singularmente llamativa la aparición de dos importantes grupos artístico-culturales. Conjuntos visionarios que abordan y se relacionan con el saber nacional a partir de representar el escenario patrio desde la reflexión crítica. Las conexiones artísticas de esta generación de jóvenes con la literatura nacional acrecientan ansiedades que configuran nuevos espacios de pensamiento, sobre todo, en la visión de país. Vínculos generadores de evolución crítica en la constitución de sentido progresista que concluyen en colosales publicaciones. En esta ocasión deseo trazar el impacto intelectual que fundan los colectivos Gesta Bárbara y Génesis (G+G) con su aparición, bajo la forma de un laboratorio de aprendizaje de experiencias.

 Gesta Bárbara nace en el año 1918, en Potosí. Los primeros y principales cinco fundadores del colectivo son Carlos Medinaceli, Gamaliel Churata (Juan Cajal), Armando Alba, Alberto Saavedra y María G. de Medinaceli. Paulatinamente se añadirán, entre otros, los talentosos Walter Dalence y José Enrique Viaña. Al respecto, Viaña en el prólogo de Chaupi p’unchaipi tutayarka ( 1978), de Carlos Medinaceli, indica que los “cinco espíritus fueron quienes iniciaron la descabellada gesta de dotar a un pueblo, hecho hurón de las negras entrañas del Sumaj Orko, de un espíritu las vetas del Arte y de la Poesía”.

En La Paz, el 15 de enero de 1925 asoma un grupo de amigos que funda el Centro Génesis. Los primeros asociados y fundadores son Alfredo P. Arias, Jorge Alcázar, Augusto Pacheco Iturrizaga, Enrique Alarcón, Carlos Ibáñez  y Alberto Lima. Más adelante complementan el movimiento personalidades como Ismael Sotomayor, Rafael Ulises Peláez, Casto Pinilla, Antonio Díaz Villamil, por citar algunos. El unido grupo como una sola voz “expone ante el criterio público las inquietudes de sus asociados, encerradas hasta el presente en las cuatro paredes de su pequeño laboratorio espiritual”.

En el libro Trigo, estaño y mar (Ediciones Populares, 1950), Gamaliel Churata brinda detalles dotados de beldad para entender la denominación del movimiento bárbaro y la influencia que crean alrededor. Rescato pinceladas de esta declaración. Él rememora que por aquellos días llega a ellos el libro Castalia bárbara (1899), de Ricardo Jaimes Freyre. Por ende, reflexiona: “¿Influyó algo Castalia bárbara en el bautismo del grupo? En último análisis, sí”. Esta confesión permite a Churata revelar que los bárbaros es el “grupo (que) fue siempre astrólata, un poco nec plus ultra, y hasta extraórbico”. El testimonio orbe-histórico de Churata cierra cuando expresa que el grupo “surgió como una contramarcha, como una contención”, donde “la dilacerante y despótica literatura se apropiaba de nuestros vésperos”. Empero, en el lucero de la tarde, el movimiento “cumpliría un destino energético”, con el país.

De igual manera, en el texto Justificación del nombre Génesis (1940), de Augusto Pacheco, el autor genético menciona que “el nombre bajo el cual laboramos, aparentemente anticuado, significa una necesidad de ser y un deseo de evolución colectiva”. Más adelante, Pacheco confirma que el nombre “no es antiguo ni moderno, es perpetuo, por ser el símbolo de la incrustación del pensamiento en el cielo de la eternidad cultural”.

Resalto la idea del grupo de apegarse a la expresión “perpetuo” que induce a pensar la búsqueda de un espacio de funcionamiento permanente de una generación que desea descubrir otra interpretación de la realidad nacional. De ahí “generación” es sinónimo de “incubación”, de ideas. Pacheco fortalece la nominación de esta escuela generacional al subrayar que “el nombre de nuestra entidad, se encuentra en perfecta armonía de significado y procedimiento, para realizar una obra digna de nuestra generación intelectual”.

Líneas arriba mencioné que G+G producen grandiosas publicaciones. Difusión con contenido de ciencias, letras y artes. Por un lado, Gesta Bárbara es un lugar de ensayo que divulga la investigación y producción creativa, de los bárbaros, en formato de revista cultural, que lleva el mismo nombre. La revista Gesta Bárbara es una colección de diez números, entre 1918 a 1926. Casi la totalidad de las ediciones (salvo tres) el director es Carlos Medinaceli. El conjunto bárbaro, en la revista N° 2, ensalza el sentimiento de patria con un epígrafe a modo de grito plural: “Patria: En este magno día, nosotros, sacerdotes de tu culto, con la locura de nuestros idealistas, te ofrecemos en estas páginas la carne de vuestra carne y el vino de nuestro festín”.

Por otro lado, el laboratorio Génesis edita dos revistas, proporcionalmente admirables tal cual los bárbaros. El nombre de ambas ediciones es Antología Génesis, publicados en 1940 y 1948. El volumen N° 2 (1948), coincide con el IV Centenario de la fundación de La Paz. Así, esta efeméride propicia exaltar todo lo que represente el termino país. Por eso, el autor genético Alfredo Arias  habla en nombre del colectivo y comenta que “como el hijo, grato a las bondades de la madre, venimos pues hoy día a venerar a esta noble progenitora, plenos de unción, de profunda emoción, de respetuosa admiración y de infinito cariño. (…) Venimos con la unción y el panteísmo del primitivo aymara a decirte: Pachamama, Huahuamahua. ¡Oh Tierra, yo seré tu hijo! Y con el poeta te pedimos: Pachamama, Huakaychaquita ¡Tú, fuente de la vida, conserva mi existencia!”.

G+G son dos movimientos artísticos que edifican recintos de lucubración artística. Espacios donde el trabajo mental de los miembros es absorbido por la tarea de (re)pensar críticamente. Noble misión que despliega esta generación de jóvenes, en la primera mitad del siglo XX, predominando la dimensión de país. Esta percepción generacional, sobre el territorio y desde las letras hace que “se inscriba dentro de un contexto ético, como declararía alguna vez Walter Benjamin. Los grupos G+G, siguiendo a Churata, germinan en la “época (que) fue de embriaguez decadentista, de tumores verlainianos, de esquizofrenias alcohólicas”, sin embargo, aclara, que “logran inyectar licores primitivos en la sangre intoxicada, barbarie, es decir transparencia y salud mental y física” que transmiten a los miembros de uno y otro colectivo. Experiencia que se convierte, a futuro, en grandes logros literarios: La Chaskañawi (1945), de Carlos Medinaceli y Añejarías paceñas (1930), de Ismael Sotomayor, por citar lo más cercano de ambos frentes.

Fuente: Letra Siete