03/12/2024 por Sergio León

Gaby Vallejo: la jefa del aquelarre

Por Rosalba Guzmán Soriano

Conocí a Gaby alrededor de mis 16 años cuando fue a visitar a mi padre Augusto Guzmán (1903-1994), uno de los más importantes escritores del siglo XX, junto con Adolfo Cáceres (1937-2023), otro escritor notable que nació unos años antes que Gaby (1941-2024). Ambos cumplían años en septiembre, ella el 24 y él el 27, y murieron con una diferencia de solo un mes. Adolfo era un hombre serio, cordial, de fino humor, un tanto callado, Gaby era un volcán, nunca estaba quieta, fue gestora, promotora, fundadora y/o presidenta nacional e internacional de múltiples organizaciones ligadas a la literatura infantil y de adultos como el IBBY – Bolivia ((International Board on Books for Young People), la biblioteca infantil T’uru Chapitas, el PEN Bolivia, Centro del PEN Internacional, el ABOLEC, (Asociación boliviana de la lectura) parte del IRA, el Comité de Literatura Infantil, la Unión Nacional de Poetas… imposible nombrar todas.

Se jubiló tempranamente siendo docente de la Carrera de Idiomas en la Universidad Mayor de San Simón porque renunció a corregir tantos trabajos de estudiantes, tantos exámenes. Sentía que necesitaba ese tiempo para leer literatura nacional e internacional, para conocer a los nuevos escritores y viajar por el mundo. Por eso dejó esas prosaicas y fatigosas labores pedagógicas que se lo impedían.

Vuelvo al origen del encuentro con Gaby Vallejo, esta mujer que me marcó desde el inicio. Recuerdo que había publicado su primera novela “Los vulnerables”. Una obra, que, si bien habla de la guerrilla urbana, toca la médula de lo que uno arriesga y debe encarnar en las elecciones que hace en la vida. La mujer y el territorio de su cuerpo como espacio del placer y de la muerte. Temáticas que siempre van juntas en su escritura, una especie de leitmotiv que atraviesa su obra, y como la de todos, también su vida.

En esa época, pocas mujeres bolivianas eran capaces de relatar en sus libros escenas descarnadas de sexo, violencia, placer y horror. Mi padre me llamó para decirme “esta obra, todavía no puedes leer”. Y por supuesto, como no hay nada que avive más el deseo que la prohibición, me escabullía en su cuarto, para sacar el libro a escondidas y leerlo sorprendida de cómo era posible nombrar lo innombrable. Me quedaba despierta horas pensando en las escenas leídas. El efecto que tenía su escritura era muchísimo más fuerte que cualquier película. Ella inauguró mi interés por la política, acusó mi sentido crítico, mi sensibilidad social, iluminó mi alma y mi cuerpo.

Cuatro años después ganó el premio Nacional de Novela Erick Guttentag (1977) con “Hijo de Opa”, alguna vez escuché decir que el jurado se sorprendió al descubrir que fuera de una mujer. Esta obra fue llevada a la pantalla grande por Paolo Agazzi, con el nombre de “Los Hermanos Cartagena”, otra novela más que habla de la historia de Bolivia a través de personajes que están marcados por sus propias historias personales, y que son el fruto de lo que nunca lograron elaborar de otra manera. Me quedó de “Hijo de Opa” una de las últimas escenas, cuando los sicarios de la política de los gobiernos de facto, de los de la derecha, contemplan al pueblo en las calles festejando la caída del gobierno y la recuperación de la democracia, con la certeza de que también en ese o en cualquier nuevo escenario político, de derecha o de izquierda, ellos siempre tendrán trabajo asegurado. La historia le da la razón.

Así era Gaby, decía lo que pensaba, lanzaba la flecha sin dubitar, directo al corazón de la opinión pública, de los políticos, de los padres, de las mujeres, de los hombres, de todos los que usaban el poder para su propia satisfacción en detrimento de los que estaban bajo su dominio. Ella decía que la rabia la movía y la conmovía, pero indudablemente, también el amor a la infancia y la admiración por las mujeres y sus logros.

En Bolivia refundó el PEN (Asociación Mundial de escritores) que había quedado sin funcionar por varios años, cuya actual labor se realiza a través de varios comités: El que denuncia y tramita la liberación de escritores en prisión, el comité de mujeres escritoras, el comité por la paz, y el de los derechos lingüísticos. Gaby reinició el PEN Bolivia organizando el Comité de Mujeres Escritoras y con este comité fundó la revista Teluria, en la que se publicaron cuentos, poesías y ensayos de escritoras de todo país. Pero además promovió a las ilustradoras, pintoras y artistas invitándolas a ilustrar la revista. Algunas de ellas ahora nos representan a nivel nacional e internacional, como Alejandra Alarcón y María Laplaca entre otras.

Siguiendo esa trayectoria el 2014 publicó ¡Basta!, una antología con treinta y nueve microcuentos de escritoras bolivianas denunciando la violencia contra la mujer, publicado por la Fundación Iberoamericana del PEN Internacional, el PEN Internacional Women Writers’ Committee y el Comité de Escritoras del Pen Bolivia.

Esa era la Gaby revolucionaria, contestataria, la que escribía con las vísceras. Esa, me enseñó a no quedarme callada, a no asumir cosas en las que no creo, a rebelarme y revelarme.

Pero cuando hablamos de la literatura infantil Gaby para mí, es la jefa del aquelarre, porque todas las brujas escritoras que descubríamos nuestro poder creador, estábamos imbuidas de algún modo por su magia.

La Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, le brindó un homenaje el 2021, en plena pandemia. Entonces escribí lo que sigue para mi amada jefa del aquelarre que conmovida me pidió que le enviara este escrito:

La jefa del aquelarre guarda en su interior la energía del universo y la luz de las estrellas, agarra su varita mágica, y decide ser el hada madrina para bautizar los nuevos libros que lee. Ella descubre nuevos escritores de quienes habla, a quienes escucha atentamente, a quienes festeja con sus cometarios siempre agudos, generosos y honestos, despertando a los personajes que andan en los rincones por donde las letras enmarañadas hacen sus propios enlaces.

La jefa del aquelarre, tiene una cueva y un séquito que la sigue por todos partes, las “T’uruchapitas. Ellas administran una biblioteca infantil, escuela para brujos y brujitas que van a leer, esos libros fantásticos, de terror, de fantasía, algunos tristes y otros para morirse de risa, libros nacionales e internacionales, pero todos escritos respetando la infancia como tal, sin adultomorfismos, ni pedagogismos ni moralina. Libros con bellas ilustraciones, obras con propio encantamiento. 

Ella, la jefa del aquelarre tiene una gran cartera en la que mete libros grandes y chiquitos, gruesos y delgados, pesados y livianos, muchos, muchos, muchos libros, de las brujas y brujos escritores de literatura infantil y juvenil, y los lleva por el mundo para que nos conozcan y nos lean. Coge su escóbula en secreto, porque es muy discreta, (apenas algunas la vemos dar vueltas por la luna llena, cuando ella nos lo permite), y luego aparece en Colombia, en Venezuela, en china, en Atenas… Gana todos los premios porque es supertalentosa, pero promueve a muchos otros y acompaña a las brujas elegidas a los encuentros internacionales del IBBY en cuya lista de honor también estuvo. En realidad, ese es el aquelarre universal.  Así estuvo presente en todos los Congresos mundiales del IBBY y en muchos de ellos aplaudiendo a quienes estuvimos también en las listas de honor de tan importante evento. En México acompañando a Charito Moyano y luego en Atenas conmigo, ella y su séquito actual, de brujas Casilda, Evelín, Lastenia, Olga, por nombrar a algunas que la suelen acompañar a hacer barra por Bolivia con generoso entusiasmo; porque de siglo en siglo ese séquito, cambia se renueva, o vuelve a reencarnar.

La jefa del aquelarre fue a recibir ese honor para Isabel Mesa en Copenhague, ya que ella no pudo hacerlo en persona. Gaby volvió a Bolivia portando esa estrella para Isabel.

Además de su escóbula, ella se monta en aviónulos que la llevan por todos los países, y trénules, y búselus y bárculos, y camiónules…. Y así es como visita la gran muralla china, o el Partenón, o las pirámides de Teotihuacán, visita a los niños de las cárceles, o las familias de los cerros marginales de la ciudad, o a los ancianos, o a los indigentes, o las señoras de las archicofradías, o a los defensores de los derechos de cualquier cosa, especialmente si se refieren a los derechos de las niñas o las mujeres.

La bruja del aquelarre llega a todos los lugares inimaginables llevando y recogiendo a la vez historias, cuentos, anécdotas, sueños, esas cosas que atesoran las brujas, y que a la bruja mayor no le faltan nunca. Luego en noche de luna llena, cuando los búhos ululan en el lenguaje de la sabiduría, ella saca al medio de su jardín secreto un enorme caldero y en medio de mágicos efluvios de inspiración, pasiones condensadas por años y contestario desenfado elabora sabrosas novelas, cuentos, historias, artículos, críticas, diarios de viaje, todo lo que se le antoja crear, abriendo de ese modo espacios para el intercambio de magias.

Ya revelé tu secreto querida Gaby, entrañable amiga, la Academia festeja tu vida en este día junto a este pequeño grupo de personas presentes que te amamos, en esta célebre casa de Augusto Guzmán, como tú dijiste cuando te avisé que aquí sería este homenaje, y junto a familiares y cientos de escritores amigos tuyos, y admiradores que se conectaron desde distintos tiempos y espacios para aplaudirte.

Brindamos pues por ti, por tu vida y por otros 999.999 millones de años de creación literaria y promoción de la lectura.

Así pues, mi jefa del aquelarre, mi escritora predilecta, mi amiga entrañable, estará por siempre en mi corazón, y estoy segura, que a veces, solo algunas veces, la veré cruzando la gran cara de la luna.

Fuente: Suplemento Cultural El Duende