03/16/2012 por Marcelo Paz Soldan
Fragmentos de un amor según

Fragmentos de un amor según


Fragmentos de un amor según
Por: Irina Soto-Mejía

Salimos del amor
como de una catástrofe aérea
Habíamos perdido la ropa
los papeles
a mí me faltaba un diente
y a ti la noción del tiempo
¿Era un año largo como un siglo
o un siglo corto como un día?
Por los muebles
por la casa
despojos rotos:
vasos fotos libros deshojados
Éramos los sobrevivientes
de un derrumbe
de un volcán
de las aguas arrebatadas
y nos despedimos con la vaga sensación
de haber sobrevivido
aunque no sabíamos para qué.

-La Pasión, de Cristina Peri Rossi
Esa vaga sensación de haber sobrevivido, sin saber para qué. Sebastián Antezana presenta en El amor según un discurso sobre el amor, la ausencia, y la reconstrucción de la presencia. Un diseccionar del amor, o lo que podemos entender por ese término, es el recurso para ofrecernos las posibilidades frente a la pérdida: fragmentos, pedazos, despojos rotos después de la catástrofe, eso que queda posterior al derrumbe. El amor según no es una historia llena de esperanza. No es algo que fue escrito para hacernos felices: ¿a quién le gustaría recordar a esa persona que de alguna forma desapareció y se llevó consigo todo eso que nunca será?
La novela fue publicada el año 2011, y en más de una ocasión, críticos como C. J. Kanahuaty la han situado como una novela que juega con la estrategia íntima, en su artículo homónimo publicado en Ecdótica . Rocha Monroy, la sitúa como la confirmación de un cambio generacional en las letras bolivianas.
Ha sido Rocha Monroy quien con mayor precisión ha ahondado en el trabajo de escritura desarrollado en El amor según: “Ratifica una tendencia distinta a la que estamos acostumbrados en las letras latinoamericanas, en las cuales ocurre todo, y a veces con un abigarramiento que fatiga al lector. (…) [El amor según] se reduce prácticamente al planteamiento de los personajes y del drama que sufren o viven” (Los Tiempos, julio de 2011).
Y ciertamente, se describe solo lo justo acerca de los personajes: ni más, ni menos. En lugar de describir a profundidad su vestimenta, su pasado, y sus motivaciones, Antezana lleva el estilo policial -ya presente en la Toma del manuscrito- al máximo: no sabemos mucho sobre el protagonista, Zimmer. Lo único que llegamos a conocer (sin llegar a la fatiga) es la dimensión de su dolor, la profundidad de su vacío.
Redundar en el valor literario de El amor según, versar sobre su trama, o profundizar en impresiones personales sobre ella ya no resulta oportuno (Ricardo Bajo H, Christian Vera, Ramón Rocha Monroy y Christian J. Kanahuaty han realizado oportunos y elocuentes aportes), por ello, me limitaré a explorar fragmentos relacionados con el amor, la ausencia, y la presencia a partir de la obra ‘Fragmentos de un discurso amoroso’ de Roland Barthes.
I.
Conocemos a Zimmer después de que ‘le ha pasado’ Mariana. Antes de la desaparición ¿habrá existido amor? No llegamos a saberlo. Lo único claro es que la imagen, la presencia de Mariana más allá de su cuerpo, puebla todas las páginas de la novela: Zimmer siempre está esperando un retorno (no necesariamente del cuerpo, sino de la certeza de la existencia de Mariana):
(…) no hay más ausencia que el otro: es el otro quien parte, soy yo quien me quedo. El otro se encuentra en estado de perpetua partida, de viaje; es, por vocación, migratorio, huidizo; yo soy, yo que amo, por vocación inversa, sedentario, inmóvil, predispuesto, en espera, encogido en mi lugar, en sufrimiento, como un bulto en un rincón perdido en la estación. La ausencia amorosa va solamente en un sentido y no puede suponerse sino a partir de quien se queda –y no de quien parte-: yo, siempre presente, no se constituye más que ante tú, siempre ausente. Suponer la ausencia es de entrada plantear que el lugar del sujeto y el lugar del otro no se pueden permutar, es decir: “soy menos amado de lo que amo” (Barthes 1993).
Zimmer se cubre de sufrimientos, explora la ausencia en una espera prolongada, es quien ama, quien ama más porque no sólo no se entrega a otras mujeres, sino que no se entrega al presente, es por eso que la novela no presenta un nudo, ni un giro psicológico en su protagonista. Toda la acción es esperar:
Dirijo sin cesar al ausente el discurso de su ausencia; situación en sumo inaudita; el otro está presente como referente, presente como alocutor. De esta distorsión singular, nace una suerte de presente insostenible; estoy atrapado entre dos tiempos, el tiempo de la referencia y el tiempo de la alocución: Has partido (de ello me quejo), estás ahí (puesto que me dirijo a ti). Sé entonces lo que es el presente, ese tiempo difícil: un mero fragmento de angustia (Ídem).
El amor según es un habitar en la intersección del pasado y el presente. Todo lo que ha ‘pasado’ se ‘presenta’. Zimmer decide encerrarse (en más de un sentido) y hacer de la repetición del pasado con Mariana su arte de sobrevivencia. Si una vida es muchas vidas, Zimmer se aferra a una vida pasada con Mariana, no se entrega a esta vida que le exige volver a ser uno: “Sólo con Mariana había podido ser el que quería ser. Se había entregado completamente, piensa, si es que eso era posible. Había tratado de olvidarse de Zimmer y de pensarse en dos. El amor como una forma de ser mejor, como la desaparición, como el renunciamiento del yo a favor de algo nuevo, algo distinto que se presume mejor” (Antezana 2011).
Así, la exudación de memorias es la actividad que Barthes denomina ‘manipulación de la ausencia’: Zimmer transita los recuerdos y hace de la ausencia una práctica activa. Para él, la forma de mantener la presencia de Mariana es pensar en ella, hablar sobre ella con otros y consigo mismo: “Esta escenificación lingüística aleja la muerte del otro: un momento muy breve, digamos, separa el tiempo en que el niño cree todavía a su madre ausente y aquel en el que la cree ya muerta. Manipular la ausencia es atrasar el momento, retardar tanto el tiempo como sea posible el instante en que el otro podría caer descarnadamente de la ausencia a la muerte” (Barthes 1993)”.
II.
Entonces, ¿qué escenarios puede convertir en escenarios lingüísticos? ¿Qué puede prolongar a Mariana en esa espera? Esos despojos, esos lugares deshabitados que han quedado: “Al final de las cosas, de las personas, nos quedan cascarones, sólo nombres, imágenes que se pierden, retazos de una memoria más imaginada que real. El amor es esencialmente cruel porque consagra el fetichismo de la presencia, el estar ahí para ser amado. Es como si uno tuviera que cumplir un papel, el rol de estar presente, para que suceda el amor” (Antezana 2011).
Zimmer se entrega al deber amoroso de habitar espacios pasados. Deja de lado su cotidianeidad y se limita a recorrer lo único que le queda después que el cuerpo de Mariana no está: “La falta del cuerpo como destino. ¿Y qué sucede, entonces, en el momento en que se deja de estar? ¿Qué pasa cuando no nos queda nada de la persona? ¿Qué se ama cuando la persona se ha ido, cuando no nos queda un cuerpo en el que concentrarnos?”, la respuesta, se encuentra algunas páginas más adelante, “Buscar a alguien precisamente allí donde no está. Tratar de encontrarlo en los lugares en los que ya no puede estar, en los que ya nadie puede estar. Inaugurar un espacio en la ausencia, habitarla como forma de encontrar a alguien. Buscar los ojos, los brazos y el cuerpo en el vacío de los ojos, de los brazos y del cuerpo. Es la única forma, se dice, empezar a amar cuando se empieza a perder” (Ídem).
III.
Entonces, El amor según nos habla del amor que se inaugura después del final del amor primero. Después del amor en presencia, Zimmer inaugura un amor en ausencia, quizás, mucho más comprometido que el primero:
Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación (…) De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar, lo que afirmé una vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Digo al otro (viejo o nuevo): Recomencemos (Barthes 1993).
Para este recomienzo, Zimmer busca comprender que es lo que ocurrió, de otra forma ¿Cómo repetir? ¿Cómo encontrar la redención? ¿Cómo recuperar al otro? El primer paso es comprender la desaparición de Mariana, pero:
¿Conoce alguna vez alguien a otra persona? ¿Puede uno prever, si se excluyen de la ecuación la contingencia y la exclusión de terceros, los movimientos del otro? ¿Puede alguien decir que es lo que una persona hará al día siguiente, al minuto siguiente? (…) ¿Cómo se forma una mujer? ¿Cómo tratar de comprender la formación, el crecimiento de alguien, cuando no se comprende el de uno mismo? (…) Piensa que es imposible saber cómo se forma una mujer, que es imposible saber cómo se forma alguien, cualquier persona, que vamos por el mundo contándonos historias que no son la nuestra, que el dolor es una forma de aquella incapacidad narrativa, una imposibilidad de saber quién es uno mismo (Antezana 2011).
Zimmer está convencido (o empeñado en convencerse) de que Mariana no está muerta. Se trata de una desaparición, voluntaria o involuntaria. Pero el cuerpo (el alivio) de Mariana se encuentra en alguna parte. Es por eso que acepta reunirse con Alejandra, quien ofreciendo nuevas luces sobre el caso, le permite descansar de su práctica activa de la ausencia, aunque esto, por supuesto, no signifique que él se entregue al paso de la ausencia a la muerte: “Actúo como un sujeto bien destetado; sé alimentarme mientras espero, de otras cosas que no vienen del seno materno. Si se soporta bien esta ausencia, no es más que el olvido. Soy irregularmente infiel. Es la condición de mi supervivencia; si no olvidara, moriría. El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga, y tensión de memorias” (Barthes 1993).
IV.
El encuentro con Alejandra y Larsen le obliga a recordar la infidelidad de Mariana y al mismo tiempo, a reconfirmar su amor con el perdón a la relación con Larsen: “Había sido sólo sexo, dijo, y tal vez ni siquiera eso, tal vez simplemente la necesidad de un cambio, la urgencia de un descentramiento, de una exploración. (…) no había sido más que eso (…) un intento de ver cómo podía ser la vida que había elegido no vivir, el camino no recorrido” (Antezana 2011).
Aquello, es lo que Barthes contempló como una alteración en la imagen ‘bienpensante’ que el sujeto atraviesa en relación al objeto amado: aquel que creía perfecto, no lo es, aquello que he estado creyendo cierto, no lo es.
Sumada a la memoria de la infidelidad, se encuentra la sugerencia de Alejandra: Mariana murió en manos de los enemigos que se había ganado por sus polémicos métodos en la producción de su trabajo fotográfico. Pero : “(…) Zimmer no quiere ver la verdad que se encuentra frente a sus ojos. Mariana está allí y él prefiere desviar la mirada. Alguien ha hecho algo horrible. Sin embargo, Zimmer no cree en nada más que en la desaparición, la evaporación sin rastros, la pérdida incomprensible” (Ídem).
Zimmer, entonces, no se permite olvidar y decide creer que Mariana ha desaparecido, esa es su estrategia para rechazar todo aquello que “(…) vincula bruscamente al objeto amado con un mundo simple”. (Barthes 1993).
V.
Detenerse en un momento: eso es, en esencia, la fotografía (Mariana no es fotógrafa sin motivo). Ser una fotografía, esa esla decisión de Zimmer: detenerse en el pasado, no avanzar, y habitar la ausencia de dos, frente a la corrosiva decisión alternativa que representa el existir en un presente para uno: “Con los ojos cerrados, siente que el detener el fluir incesante del río del tiempo, recuperar a las personas, a los gestos que una vez eran parte esencial de la vida, reconstruir la narrativa personal, revisitarla y quedarse a vivir en un momento privilegiado, es una puerta abierta, una posibilidad de alejarse para siempre de ese momento” (Antezana 2011).
Zimmer decide consagrarse a un, también cruel, fetichismo de la ausencia del cuerpo, pero no de la imagen: esa no sólo existe con la misma fuerza que en el pasado, sino que se hace más fuerte. Las líneas, conclusivas, de Barthes (19993) bien podrían ser prestadas a Zimmer: “Es evidente entonces que estoy en vías de fetichizar a un muerto. La prueba de ello es que, si el cuerpo que yo escruto sale de su inercia, si se pone a hacer algo, mi deseo cambia; si, por ejemplo, veo al otro pensar, mi deseo cesa de ser perverso, vuelve a hacerse imaginario, y regreso a una Imagen, a un Todo: una vez más, amo”.
El autor de indicó (en entrevista con La Ramona publicada en julio de 2011) que ‘El amor según’ es “una invitación al lector a completar la historia y un gesto que intenta acercar la obra a la indeterminación”. Sobra dejar en claro que esta aproximación a la historia es un solo punto de vista, queda aún mucho por decir sobre esta pieza de Sebastián Antezana.
Un lector que revise el libro amando más o menos que yo -en este presente-, cambiaría esta lectura de la novela. Como dice Zimmer: “No hay un recuento único de los hechos, no hay una sola verdad, no hay una sola historia. Lo que pasó necesariamente pasó de múltiples maneras. (…) De la misma forma, la lectura del pasado personal será necesariamente la exploración de varias versiones de uno mismo, de varias interpretaciones de la persona que trata de encontrarse, de ver cómo llegó hasta ese punto, de descubrir en el tiempo los momentos definitivos de la constitución del que es hoy, y lo hará para siempre, fatalmente, a ciegas, velado por un filtro que pluraliza la historia y el recorrido”.
Fuente: Ecdótica