05/26/2008 por Marcelo Paz Soldan

Fragmento de La virgen de los deseos

La virgen de los deseos (fragmento)
Por: Néstor Taboada Terán

Entre pintores anda el juego. Coubert pintó la vagina con un negro y prominente monte de Venus sobre la abertura rosa, pintura que se exhibe en el Musee d’Orsay de París. El Ilion y el Isqion unidos. La gruta prodigiosa que sirve para dar paso al líquido excrementicio de color amarillo cetrino que, secretado en los riñones, pasa a la vejiga de donde es expelido fuera del cuerpo, comúnmente cubierto a los ojos indiscretos con polleras amplias. Coubert creó un regressus ad uterum.
Las damas caniculares la pintan, la maquillan, la cooperan con vibradores que las mantienen en su elasticidad de los años juveniles. En la vagina están todos los pueblos, todos los mitos y toda la poesía del universo.
Conducto estático, infinito y colosal, cauteloso y avieso, en un lecho burgués de sedas aguardando con la paciencia de Job. O mejor, con la lenta perseverancia de un oso hormiguero de larga lengua tendida. La apoteosis de la carnalidad lleva la idea de una relación corporal implícita, y así lo entendió Yeni. Y por eso me lo envió por correo certificado. El canal llega al útero y se abre en la vulva. Bóveda en cañón, vaina ensanchada. Vampiro que chupa todas las sangres. Estupenda chawadora, extractora de jugos. Ahí está revelada con creces el enigma de la mujer. El origen del mundo, ha dicho Coubert.
Para halagar a esta concha divina hay que ponerse de pie como se suele hacer para entonar la canción nacional. Sublime qorichupila, vagina de oro, que se muestra atenta aguardando al Comendador. Materia pródiga, sustancia sideral que se hace por sí misma. Caudal de bienes y estimación. Compendio de dicha ungida al concierto de los cielos, al sueño de los peces. Por loco fanatismo muchos ilustres dignatarios de Estado se han visto transformados en fugitivos de la justicia. O derrotados entre barrotes de extrema seguridad. Cubriendo deslices de la condición humana con el manto sagrado de las Indulgencias, emboscados en medio de costumbres y leyes ladinas. El milagro de la caducidad de delitos para abrir cuentas nuevas diciendo aquí no ha pasado nada. Visto lo visto. Que no se haya visto antes que lo hiciera Gustavo Coubert, ni nadie, la vagina de la Gioconda, no quiere decir que no existía. Tanto ha protegido su rostro Monna Lisa que no ha sido menos su dedicación por velar lo que llevaba debajo de su bombacha. Y lo que es ahora menester alabar sus cualidades y méritos.
Vida y obra
Néstor Taboada Terán nació en La Paz el 8 de septiembre de 1929. Escritor e historiador con más de 70 títulos de novela, cuento, ensayo, crónica de viaje, historia y enciclopedia publicados.
Sus obras más destacadas son Ollantay: la guerra de los dioses; Angelina Yupanki, marquesa de la conquista; Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios; El precio del estaño; El signo escalonado; La tempestad y la sombra, y No disparen contra el Papa. Entre otros numerosos galardones, recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1964; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, 1978; Premio Nacional de Cuento Franz Tamayo, 1979, y Premio Nacional de Novela Erich Guttentag, 1989.
Fuente: www.laprensa.com.bo