05/16/2016 por Marcelo Paz Soldan
Ficción Cotidiana: Entrevista a Edmundo Paz Soldán

Ficción Cotidiana: Entrevista a Edmundo Paz Soldán

Paz soldan

Ficción Cotidiana
Entrevista a Edmundo Paz Soldán
Por: José Emperador

¿Cómo crees que debe enfrentar Las visiones un lector que no ha leído antes Iris? ¿Se pierde algo? ¿Le cuesta más meterse en el escenario y darse cuenta de qué está pasando?

Cada cuento está pensado para ser leído por sí solo. A la vez, si lees todos los cuentos en la secuencia en que están publicados, tendrás una historia alternativa de Iris, y si has leído la novela, entenderás más rápidamente algunas claves de este universo. Me interesaba que cada texto funcionara por sí solo y que a la vez pudiera entrar en diálogo con los otros cuentos del libro y con la novela. Si no has leído la novela, no pierdes nada, y si la has leído, seguro que ganas algo.
Y quien sí ha leído Iris ¿Qué encuentra de nuevo en estos cuentos? ¿Son solo historias que no pudieron entrar en la novela y en el fondo una extensión del mismo libro? ¿O son diferentes, Las visiones una forma de echar otra mirada a la misma historia y al mismo tema o incluso de plantear temas nuevos?
Solo un cuento –“Luk”—fue escrito mientras escribía la novela. Iris tiene un arco narrativo claro, cuenta una historia de colonización y de liberación, es una novela de guerra e insurrección en la que predomina la perspectiva de los colonizadores; Las visiones se mete más en el día a día de ese mundo, y explora de manera más detallada algunos temas y grupos sociales que no son centrales en la novela; predomina la perspectiva de los dominados y también de esa clase social que está en el medio, que es parte compleja de ambos mundos. También diría que los libros tienen estados de ánimo distintos: Iris es más desbocada y violenta, mientras que Las visiones explora una cosa más espiritual.
Mucha gente piensa en la ciencia ficción y la literatura fantástica como algo para niños o, si es para adultos, como un simple pasatiempo sin mayor transcendencia y un poco para frikis. En tu obra no lo es, desde luego. ¿Cuesta superar esos estereotipos? ¿A cuánta gente has tenido que convencer, antes de que te leyeran, de que lo que tú haces no es literatura de aventuras?
Yo hago literatura de aventuras, no me parece malo eso porque es lo que han hecho autores como Borges o Stevenson, a quienes admiro. Pero es cierto, cuesta mucho superar los estereotipos con respecto a los géneros populares. La literatura realista también está llena de estereotipos, pero la gente le tiene más paciencia a esos estereotipos, supongo porque son más de adultos; yo veo una novela más sobre el mundo doméstico de la clase media y me quiero morir. Al final lo mejor es tener paciencia y dejar que los textos sigan su camino y encuentren sus lectores.
¿Cómo se hace para encontrar la dosis adecuada entre realismo y fantasía en un relato fantástico o de ciencia ficción? ¿Es algo más o menos instintivo o hay que trabajarlo mucho? Se me ocurre el ejemplo de la especie de neolengua que hablan tus personajes. No debe ser fácil dar con el punto para que no parezca una especie de spanglish poco creíble o un ejercicio de pura estética. Pero también aplica otros elementos de Las visiones, como las armas, las máquinas, los dioses…
Las dos cosas a la vez: es instintivo, y hay que trabajarlo mucho. En cuanto a la neolengua, quería que fuera diferente, pero que a la vez pudiera entenderse sin muchos problemas; y sí, lo más cómodo hubiera sido el Spanglish, pero yo entendía que el mundo de Iris era más políglota y que esa multiplicidad de lenguas debía reflejarse. Para la construcción de este mundo, partí de una frase de William Gibson: “el futuro ya ha llegado, solo que no está distribuido de forma pareja”. Es decir, en nuestro presente hay bolsones de modernidad y progreso dentro de oceános de tradición; el futuro que aparece en mis cuentos es similar, y por eso buena parte de los códigos que aparecen en los cuentos es más bien realista. Por darte un ejemplo, “El próximo movimiento” es sobre el uso de drones en la guerra; la mirada puede que provenga de la ciencia ficción, pero todo lo que ocurre en el cuento es completamente realista, esa tecnología está presente en las guerras de hoy. Para mí, lo fantástico o la ciencia ficción son más una cuestión de mirada que de género: tienen formas muy distorsionadas de mirar la realidad, a veces más útiles que el realismo puro y duro.
En la mayoría de los casos la ciencia ficción retrata un futuro, si no apocalíptico, sí menos agradable aún para el ser humano que el mundo que vivimos hoy: lleno de violencia, con guerras casi eternas, un medio ambiente degrado y agresivo, tecnologías deshumanizantes… La contra utopía. ¿Es que los escritores que os dedicáis a este género sois más pesimistas que el común de los mortales? ¿O es que realmente el futuro pinta mal?
La idea misma de distopía está conectada íntimamente a un género al que mucha gente piensa como escapista, por tanta película de superhéroes, pero que tiene los pies bien puestos en la tierra y es muy político. Un escritor de ciencia ficción lo que hace es ver los problemas del presente y, al extrapolarlos al futuro, percibir una tendencia; esa extrapolación tiende a concentrarse en su lado negativo: si vemos problemas éticos con experimentos biotecnológicos hoy, imagínate lo que podría ser eso en el futuro. De ahí nace la inclinación a la distopía en el género. No lo veo como algo malo: pensar en los peores escenarios nos puede ayudar, paradójicamente, a enfrentarnos mejor a los problemas del presente.
Las visiones por momentos —y en el tono general— me ha evocado El Corazón de las tinieblas de Conrad, los cuentos fantástico de Borges y, claro, 1984 de Orwell, y Crónicas marcianas y Fahrenheit 451 de Bradbury. ¿Tiene que ver con estos autores? ¿Con otros?
No lo había visto así, pero ahora que lo dices, Las visiones es mi propio Corazón de las tinieblas. Está, por supuesto, Borges, pero también otros autores más laterales, como James Tiptree Jr. Y Theodore Sturgeon. Están, en momentos puntuales, Rulfo y Cortázar. Y está muy presente Guimarães Rosa: su descripción del mundo rural en Sagarana fue clave para mí.
Las drogas están muy presentes en Las visiones, quizás desde el título del libro. Y se les da un uso bastante perverso: o para torturar y sacar información o para escaparse de una realidad agobiante. Pero también gracias a ellas parece que logras profundizar más en muchos personajes, en sus mentes, en sus miedos, sus esperanzas, en su pasado… ¿Es que en general los seres humanos tenemos dificultades para sacar lo que llevamos dentro o afrontar grandes retos sin esa “Little help from my friends”?
La literatura es una visión. A partir de ahí, hay muchos juegos con la palabra “visión” en el libro, pero lo has visto bien: quería escarbar en la vulnerabilidad, en la fragilidad de los personajes en un mundo hostil, a partir de una frase de Guimarães Rosa—“¿qué es el hombre? Una cosa que tiembla”–, y pensé que esas visiones que aparecen en sus diversas experiencias podían revelar de la mejor manera posible los miedos y esperanzas que anidan en su inconsciente. En el mundo de Iris las drogas son fundamentales, por sus efectos paradójicos: te adormecen, te hacen escapar de una realidad terrible, y a la vez logran que te enfrentes a esa realidad. Por supuesto que uno puede sacar sus miedos sin ayuda de drogas; solo que en Iris, por una o otra razón, llegan a ser imprescindibles.
Recuerdo Norte y su serial killer y pienso en muchos pasajes de Las visiones, no solo en los disparos, los jeeps militares y las torturas, sino también en esa especie sanatorio de personas deformes. ¿Cómo es de importante el papel de la violencia en tu literatura? ¿Ha ido ganando presencia con el tiempo?
Comencé a interesarme en la violencia como parte central de la sociedad contemporánea cuando comencé a explorar la realidad norteamericana. Eso fue con Los vivos y los muertos, hace casi diez años ya. De ahí, esa exploración se ha ido extendiendo, hasta convertirse en parte central de la condición humana en mis últimas novelas, ya no solo atada a los Estados Unidos.
Tienes fama de ser muy viajero y buen viajero. ¿Los viajes dan buenas ideas para crear historias? En Las visiones se describe una especie de guerra de civilizaciones entre los irisinos y el imperio. ¿Las culturas tienen que chocar necesariamente? ¿Ahora estamos viviendo un choque de civilizaciones como anunciaban? ¿Va ser peor en el futuro, al hilo de lo que decíamos antes de la visión pesimista del futuro?
Las culturas están en conflicto constante, solo que a veces ese conflicto se resuelve de manera pacífica y creativa. En otras, estallan las diferencias, por nuestra escasa capacidad de empatía para meternos en la piel de quienes no son como nosotros. En el futuro, seguirá funcionando la ley de las consecuencias no esperadas: los avances tecnológicos producirán un mayor desarrollo social, pero también exacerbarán las diferencias ya existentes entre culturas.
Cuando preparas cuentos o novelas nuevas, ¿qué cuesta más: documentarse bien sobre hechos reales y decidir cómo manejar esa información para escribir algo más realista, o inventarte todo un mundo de ficción en el que las piezas encajen y sean creíbles? Aunque imagino que a veces la realidad también es bastante increíble… de esos casos en que piensas: “esto lo cuento y no me cree nadie”.
Todo depende del proyecto y lo ideal es tener todo tipo de recursos. En Iris, por ejemplo, pensé que al ser un mundo más inventado, podría ser más libre, pero al final terminé leyendo mucho de antropología para armar los fundamentos de la sociedad irisina. Para no ser realista tuve que hacer muchas lecturas realistas.
¿Qué ventajas y qué inconvenientes te presenta escribir historias fantásticas respecto a escribir realistas? ¿Y al revés: las más realistas frente a las más fantásticas? ¿Es cuestión del momento, del momento que uno está viviendo?

No me pongo a pensar si un cuento va a ser fantástico o realista. De hecho, así fue como escribí los cuentos de Las visiones. Como si Iris existiera de verdad y los narradores de los cuentos estuvieran dando cuenta verosímil del mundo que les tocó vivir. En eso, quizás Las visiones también sea diferente a la novela: los cuentos están narrados desde adentro, mientras que en Iris la mirada es más de alguien que acaba de llegar a ese mundo y lo está descubriendo mientras lo narra.
¿Tienes idea de seguir con la ciencia ficción o fantasía? ¿O volverás a escribir historias más realistas? ¿Y más bolivianas? ¿Te planteas volver a contar historias que transcurran aquí? ¿En qué estás trabajando ahora?
Mi próxima novela será realista y está ambientada en una prisión muy similar a la de San Pedro en La Paz.
Fuente: Tendencias