07/19/2012 por Marcelo Paz Soldan
Es tiempo de vivir, reseña de Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente

Es tiempo de vivir, reseña de Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente


Es tiempo de vivir, reseña de Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente
Por: Marcelo Paz Soldán


Fabiola Morales
me trajo de Barcelona Tiempo de vida, del español Marcos Giralt Torrente, libro que había encargado a mi hermano que estaba unos días en España; quería leerlo por la curiosidad despertada por la pronta visita de Marcos al VII Encuentro de Escritores Iberoamericanos que cada año organiza, acertadamente, el Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño, un evento que, como dice Diego Trelles, ayuda a convertir a Cochabamba, de a poco, en una de las ciudades literarias de la región. Sus encuentros crecen, y pronto habrá que ir pensando en opciones más espaciosas como el Coliseo de la Coronilla o el Alemán Santa María ya que los escritores de turno son tratados, literalmente, como ‘rock stars’.
El libro que me llegó es la tercera edición y venía con una cintita azul alrededor en la que la crítica se pronunciaba. Es intimidante leer ahí los comentarios de Rosa Montero, Enrique Vila-Matas o Ana Rodríguez Fischer, por nombrar algunos. El libro llevaba una portada algo inusual que a primeras me llamó la atención: la foto de un hombre cargando sobre sus muslos un bebé, muy parecidos ambos. Luego me enteré de que la foto era del padre del autor, Juan Giralt, pintor español. Lo otro que me llamó la atención fue que el narrador firmaba con sus dos apellidos. Nadie me había hablado del libro, ni del autor, así que realmente no sabía que iba a encontrar en sus páginas, tal vez una novela, cuentos. Ni lo uno ni lo otro: eran las memorias de Marcos, un relato familiar, de esos que nos contamos entre amigos íntimos, porque Giralt Torrente se ha hecho, con su libro, un conocido mío. Este libro está lleno de íntimas confesiones, especialmente la relación con su padre. Para ser creíble, para que los lectores sepamos que nos estaba contando una historia cierta, no debía dejar nada al azar, y no lo hizo. La historia es un relato honesto desde el punto de vista del autor. No involucra ni la mirada ni las opiniones de las personas (o personajes) que ahí se encuentran. Podremos conocer de la importancia de la madre en la vida del autor, del padre pintor, del abuelo escritor, pero nunca leeremos un comentario de alguno de ellos, salvo tangencialmente; por tanto, la responsabilidad de la historia es únicamente del autor “Pero fui débil, me sentía solo y hasta que mi vida no estuvo más o menos encauzada no pude absolver y olvidar. Tuve que crecer, tuve que resignarme, dejar de pensar en mi madre y en mí, dejarme de preocuparme por lo que sería de nosotros”. Marcos Giralt Torrente se hace enteramente responsable de lo que él dice y lo dice en primera persona. La distancia, el desconocimiento de los personajes tratados, hace que el lector le crea, tome por cierto lo narrado; somos los que leemos la historia, la escuchamos, nos volvemos cómplices pero para nada somos parte de ella, somos mudos espectadores. Es una historia de padre-hijo narrada por el hijo, en la que se expían todos los probables demonios que pudieron haber existido entre ambos. Ahora con el padre muerto ya no hay nada que reclamar ni a que rebelarse (el hijo de Marcos se llama Juan, como el abuelo, y ya le tocará a él rebelarse con el padre y, probablemente, contárnoslo) “Porque todo fue un equívoco. Porque es probable que, si no hubiese estado tan necesitado de él, si no lo hubiera echado tanto en falta, sino hubiese sido tan consciente de la vulnerabilidad de mi madre y mía, tampoco me habría dolido del mismo modo sus deserciones”.
Al leerlo uno va descubriendo cómo el autor la escribió y la relación con su padre, y también con su madre, a quien el libro, implícitamente, está dedicado; con la mujer que el padre conoció en Brasil porque es a partir de la rabia del autor hacia ella que se construye el libro “En este impúdico relato, hay cosas de las que no podía prescindir aunque quisiera: la amiga que conoció en Brasil. Lo mejor para todos habría sido que hubiese pasado la prueba, pero no fue así. Referirme a ella mediante una perífrasis tan larga no es más que la constatación de este hecho”.
Tiempo de vida no esconde nada, no tiene trucos ni artificios literarios, si el mérito de estar muy bien escrito. El padre pintor influye en la vida del escritor a pesar de tener un abuelo escritor, Gonzalo Torrente Ballester. Pero Marcos es escritor gracias al padre pintor, como un acto de rebeldía: “Enfrentarse con la figura problemática de mi padre, y con lo que su nebulosa personalidad entrañaba para mi madre”. Es un libro en el que los lectores nos convertimos en ocasionales curas de turno, para escuchar una perturbadora y desasosegada confesión. Un lujo contar en Cochabamba con escritores con la calidad narrativa de Giralt Torrente y ya cuento los días para leer Los seres felices, una de sus novelas.
Fuente: Ecdótica