02/23/2021 por Sergio León

Entrevista a Luis H. Antezana a propósito del Centenario del nacimiento de escritor Jaime Saenz

El campeón del mundo

Por Alba Balderrama

“En 1978 Jaime Saenz ya era un ser mítico en La Paz”. Ya había vivido en Alemania y bebido del pensamiento de los filósofos y escritores como Hegel, Heidegger, Thomas Mann y Kafka. Ya se había embriagado y obsesionado con la música del compositor austriaco Antón Bruckner; con él y sus “sordos estruendos”,  ya había presenciado el “hundimiento” en lo oscuro y perseguido la vida del “júbilo aniquilador”. Ya había conocido la noche, el frio y el alcohol; y con él, las tinieblas y el delirium tremens. Ya eran legendarias sus reuniones con amigos en esos dos cuartos llamados los “talleres Krupp” donde se jugaban partidas de cacho como en un ritual, por plata y con título de Campeón del mundo. En 1978 Saenz tenía 57 años y ya se había hecho de la ciudad; La Paz ya era “La Paz de Saenz”. Para esa época ya había escrito espesos poemas, verdaderos objetos de conocimiento del alma, la vida, la muerte y el conocimiento. Ese año ya había escrito un aquel poema que empezaba así: “Estoy separado de mi por la distancia en que yo / me encuentro; / el muerto está separado de la muerte por una / gran distancia. /Pienso recorrer esta distancia descansando en algún lugar. / De espaldas en la morada del deseo, / sin moverme de mi sitio ­­- frente a la puerta cerrada, / con una luz del invierno a mi lado.” Saenz ya sabía que la creación es recorrer una distancia hacia la oscuridad de uno mismo porque el misterio del ser está ahí. En 1978, Saenz era un mito y ya tenía una obra costurada de sus poemas y de su propia vida.

Entusiasmado y embriagado por esa obra poética, ese año, Luis H. Antezana logró hacer un milagro: conocer y entrevistar al mito. Cosa difícil en esos días. “Sus discípulos no dejaban que uno se acerque así no más a Saenz.  —Antezana hace memoria mientras bota el humo de su cigarrillo— Felizmente la Blanca Wietuchter logró que yo vaya a verlo y nos charlamos una noche; que es lo que salió en la entrevista”. Antezana había leído esa torrencial obra poética en la edición de la Biblioteca del Sesquicentenario de la República y que tenía títulos tan enigmáticos y corporales como: El escalpelo (1955), Muerte por el tacto (1957), Aniversario de una visión (1960), Visitante profundo (1964), El frío (1967), Recorrer esta distancia (1973), Al pasar un cometa, Bruckner y Las Tinieblas (1978) y se propuso entrevistarlo para la revista literaria Hipótesis que editaba junto a Gustavo Soto.

Esa noche mágica, Antezana, con una intuición que solo tienen los buenos lectores —los rigurosos— y los que se queman en la pasión por el lenguaje, le hizo esta pregunta a Saenz: “¿El tipo de la estructuración de la novela es distinto del de la poesía?”, refiriéndose a la novela Felipe Delgado, que no se había publicado aún pero que latía entre las líneas de la entrevista al ritmo del tic, tac de una bomba.

A lo que Jaime Saenz respondió que “indudablemente”, que se quería liberar de la “cuestión hermética” de la poesía y apostar por la “cuestión expresiva” que solo da la novela. Que cuando escribió Muerte por el tacto se “quedó de pronto desconcertado” porque había en el poema muchos “contenidos que están ahí latentes” y que “cómo no quisiera yo, utilizarlas, darles movimiento, es decir, el ¡hágase la luz! y que salgan, que adquieran vida propia. (…) Con la poesía no lo voy a poder lograr, solamente con la novela. Ahí ha surgido, es el germen de esta novela Felipe Delgado”, resumió. Antezana jaló el hilo de pesca: “Esa tal vez sea la relación, el vínculo entre la poesía y la novela. El encuentro de sus raíces” A lo que Saenz concluyo: “Por ende es una confirmación de la obra, de la unidad de la obra y del propósito de la obra y todo lo demás”.

El propósito de la unidad de su obra, incluida su vida como obra, y todo lo demás -la onda expansiva que siguió al estallido de Felipe Delgado en 1979 y el significado que tendría para la literatura boliviana, tal como lo diviso Antezana y lo recogió en innumerables ensayos sobre Saenz- es lo que celebramos este año al recordar el Centenario del nacimiento de Jaime Saenz (La Paz el 21 de octubre de 1921).

Cuarenta y tres años después de aquella legendaria entrevista titulada “En torno a la obra”, estamos en un café con Luis “Cachin” H. Antezana y el editor Marcelo Paz Soldán en esta otra entrevista. Nos hemos sentado en una mesita afuera, en la terraza; como medida de bioseguridad —espacio ventilado y distanciamiento social— pero también como pretexto para que el Cachin pueda fumar tranquilo. Sin dejar de emocionarse un segundo, se pide un café y un cenicero mientras habla de Saenz y sienta a la mesa a Felipe Delgado. Un aire a bodega concurrida y oscuridad nos abrazó en plena tarde.

“Felipe (Delgado) había descubierto un secreto que el piano guardaba. Toda obra del hombre tiene que gemir, y el piano con mayor razón; pues no podía ser obra del hombre aquello que no gimiera. Y desde que la música era obra del hombre, estos ruidos tenían que ser obra de la música”. Saenz y la conciencia de la obra. Antezana fue el primero en escribir sobre Felipe Delgado y recurre a él también para explicar porque “hacer ruido” en su centenario: “por la repercusión que ha tenido, es decir, su obra literaria anuda una tendencia que se estaba moviendo por todas partes en Bolivia, sobretodo en el eje: Santa Cruz, Cochabamba, etc., pero que no acababa de cristalizar. Y Felipe Delgado cristaliza toda una tendencia de lo que podríamos llamar la narrativa urbana en Bolivia. Se iba buscando, pero cuentito suelto por acá, alguna alusión allá, pero no una obra directamente dedicada a una circunstancia urbana y Felipe Delgado logra eso, es una novela de personajes, de nombres de personajes, pero está totalmente mezclado con La Paz, tanto que hoy en día se habla de La Paz de Saenz. Pero Jaime además ha insistido en eso, ese tema, en cuanto a narrativa y ahí tienes inmediatamente, hasta creo que es anterior, un libro que se llama Imágenes Paceñas donde recorre toda La Paz que él quiere recordar”.

Antezana da una honda pitada a su cigarrillo, chispean las pequeñas brazas naranjas e iluminan su ojos llenos de ideas, mientras visualiza la “fiesta grande”, la fiesta del Centenario de Saenz. “Yo quisiera que para el centenario se haga el recorrido de La Paz de Saenz. Eso creo que ya debería ser iniciativa de la Casa de la Cultura de La Paz. Yo estoy recordando, no me acuerdo el año, Dublín estaba rayada para Joyce y para Becket, todo lo que ellos mencionaron sobre Dublín en sus libros se podía pasear. (…) ¿Qué es La Paz de Saenz? No es cualquier La Paz, es una La Paz marginal, nocturna, alcohólica, periurbana en general. (…) Uno de los rasgos de la literatura contemporánea, en cuanto a siglo XX, es eso: ocuparse de las ciudades y claro el arquetipo de eso es el Ulises de Joyce, Dublín Dublín Dublín, pero no es así como se hacen las ciudades literarias, también puede ser por frecuencia, por ejemplo se habla del Dublin de Joyce pero también se habla del París de Balzac, porque él tiene otras cosas pero sobretodo es el mundo bajo y cuando tu vez, Los Miserables, Charles Dickens, Oliver Twist, ese mundo bajo hay. Pero es con Joyce que eso se vuelve arquetípico y en el caso nuestro con Saenz y notablemente con Felipe Delgado”.

Paz Soldán, el editor, se inclina por los libros y ediciones que pueden equipararse a Saenz y pregunta si hay otros autores parecidos: “No hay, hay intentos que se venían dando, pero no cristalizaban”. Antezana menciona algunos de esos forzudos intentos que convergen en Saenz y que “no son solo ecos sino obras las que van cimentando eso –la literatura urbana boliviana”: La Tumba Infecunda (1985) de René Bascopé “que también es marginal, es nocturna, tiene también sus vicios”, “Bajo el oscuro sol (1971) de doña Yolanda Bedregal, que también transcurre en La Paz y eso es antes que Felipe Delgado pero ella estaba perdida en una literatura de protesta porque la protagonista muere durante una represión a los universitarios, pero toda la novela transcurre, como en la obra de Rene Bascopé, en conventillos. La chica vivía en un conventillo y tiene que venir su profesor para averiguar qué le ha pasado. Vida subterránea, más subterránea porque ahí hay un caso de incesto. No uno sino varios”, “hasta el Potosí (1970) de Arzans podría ser ahora considerado una manifestación de literatura urbana. Porque ese Potosí era la ciudad más grande del mundo, la más compleja y en la historia de Arzans es una joya de relato”.

El imán Saenz, atrae a su obra no solo a sus precursores pero también a sus sucesores, a los que vienen después de él. Antezana robustece el inventario de esas obras que desembocan en Saenz: “Su obra ya era reverenciada, ya era un mito, pero además estaba la intensidad de su poesía, después vienen Los cuartos, Imágenes paceñas, La piedra imán, todas insisten sobre ese mundo (saenzeano) y eso causa un impacto y tienes obras como: Cuando Sara Chura despierte (2010) de (Juan Pablo) Piñeiro,  ­—Periférica Blvd. (2004) de Adolfo Cárdenas, acota Paz Soldán—Claro! pero es un poco más diurna porque tiene que ver con la fiesta del Gran Poder, es marginal, con trago, solo que ahora toman más cerveza que singan, pero igual, es de las cosas marginales y poderosas de La Paz. Pero claro, hay una obra que es notable como desarrollo, no es saenzeana para nada. Lo lindo es que no lo imitan sino que convergen. (…) No es que le sigan o lo copien. Por ejemplo el lenguaje del Pablo Piñeiro o el del Adolfo son lenguajes totalmente distintos. Ahí está (también) Urrelo con Fantasmas Asesinos (2007) también novela urbana, paceña, de clase media, marginal, en este caso con crímenes de por medio”.

Así como hay precursores de Saenz hay sus continuadores, él las anuda. “Esto es bien borgiano, —razona Antezana— alguien tiene que producir una obra para hacerte entender el resto de las obras aun cuando sean antes de él, que es la idea borgiana de que todo gran escritor crea sus precursores y sus continuadores, lo vemos con esa lupa, sin esa lupa no lo veíamos, sin esa perspectiva no lo veíamos. La versión crea el original. Eso está en los Precursores de Kafka”.

En los precursores de Kafka (1951) de Borges, efectivamente dice eso (léase sustituyendo Kafka por Saenz): “En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría”. Y es precisamente por eso que —en su centenario— hay que celebrar la existencia de Saenz; de su idiosincrasia, de su obra, de su La Paz, de su vida, de su oscuridad y su tufo. Y con él, todo lo que se ha creado antes y se seguirá creando después de él como una sinfonía en constante crescendo.

La influencia saenzeana ha ido creciendo más allá de la literatura; se la puede rastrear en otras voces, otros ámbitos. “Más que influencias, resonancias. Eso es lo que tiene él, ha hecho una caja de resonancia donde todo lo que es urbano, nocturno, etc. tiene eco saenzeano”, explica Antezana, mientras, los tres en la mesa hacemos memoria y listas de algunas de esas resonancias sobretodo en el mundo cultural e intelectual. Pero Antezana es el especialista, sabe más y comienza a desenvolver la lista de resonancias a partir del saco de aparapita —traducido como “el que carga”— que está en una de las escenas de la bodega en Felipe Delgado y que Antezana rescató y publicó en la entrevista de 1978: “En una de las secuencias, de borracho, Delgado ve el saco de aparapita. Bueno, eso es La Paz, una ciudad hecha de remiendos pero que sin embargo, en alguna parte, estaba el original y al escribir los remiendos escribes el original. Es una imagen preciosa y se puede aplicar a un montón de cosas. Yo lo he aplicado hasta para entender el criterio de sociedad abigarrada de Zavaleta. (…) Esa imagen por ejemplo se ve en la colección de cuadros bellísima de Enrique Arnal sobre el aparapita en La Paz, yo diría saenzeano totalmente”.

El otro influenciado es Ricardo Pérez Alcalá con su secuencia de 20 acuarelas dedicadas a Saenz, “con esa imagen de aparapita cargando su propio cuerpo”. La lista se pasa al cine: “Yo veo algunas películas del Marco Loayza bien paceñas sobretodo El corazón de Jesús (2003), donde se hacen paseos por La Paz y, en un momento dado, va aparecer un aparapita. Por ejemplo, Cuestión de Fe (1995) cuando comienza en una alusión al Bar El Averno y es uno de los bares que Felipe Delgado habría transitado”. Siguen otras películas como El cementerio de los Elefantes (2008) de Tonchy Antezana, por eso de “sacarse el cuerpo”, la película inconclusa de Mela Marquez, el cortometraje No le digas. En el teatro, por supuesto, la caja de resonancia es ya una sala llena con obras como una adaptación escrita por Adolfo Cárdenas y, las más conocidas, las cuatro adaptaciones que ha hecho David Mondacca: “adaptaciones saenzeanas, una es la Bodega de Jaime Saenz que es un fragmento de Felipe Delgado directamente, otra es Los Cuartos que es la puesta en escena de Mondacca de la novela breve de Saenz, el otro es Santiago de Machaca pero sobretodo la adaptación de Vidas y muertes, otro libro de personajes paceños prácticamente. Mondacca ha hecho un montaje de ese libro que es una joya y lo ha titulado No le Digas. Ahora porque viene no le digas —saltamos a las resonancias en la música— porque es la famosa cueca que está en Felipe Delgado y que le ha puesto música Willy Claure, aunque a mí —confiesas Antezana— lo que más me gusta es la versión de Jenny Cardenas, pero eso no importa”. Exhaustivo como es, Antezana menciona resonancias saenzeanas hasta en los renglones más impensados, como la del alcohol, por ejemplo, o el farrear: “de farrear, farrear, ahorita me haces recuerdo a Santiago Blanco del Gonzalo (Lema) que lee literatura, o noticias literarias, en suplementos literarios y los lee cuando va al baño para después romperlos y usarlos de papel higiénico. Pero cuando lee Saenz, lo lee con dos botellas de pisco. Lo lee, pero tiene que leer chupando”. Después de una ronda de risas, Antezana se anima a más, el tema del alcohol que aparece en “la obra del poeta Victor Hugo Vizcarra, por ejemplo, aunque es indirecto con respecto al Jaime, vive en esos mundos que abrió Saenz a la literatura. Hay una provocación enorme y una seguidilla de consecuencias”.

Una de esas consecuencias es que Felipe Delgado sea considerada como una de las 15 novelas fundamentales de Bolivia. Y se haya traducido al italiano y al inglés, por ejemplo.

Saenz estaría feliz. “El apreciaba las resonancias que podía tener la obra, no era un ensimismado, cerrado. Estaba alegre de concederme la entrevista, estaba contento de que haya salido bien”.

Tan bien que este año se espera una gran celebración, aunque Antezana en una reflexión colateral diga: “he estado buscando en mi memoria, aunque no sistemáticamente, que no tenemos la costumbre de celebrar centenarios de autores y de obras literarias en la historia de Bolivia”.

A estas alturas, la entrevista, quizá por el influjo de Saenz y por la emoción que provoca en nosotros la celebración, ya se ha convertido en algo parecido a ese juego de palabras y moscas en el que se embala Felipe Delgado en la novela; donde “a tiempo de pronunciar una palabra dada, cada jugador intentaba cazar una mosca, y con ese propósito, ejecutaba un rápido movimiento con la mano semicerrada, y si acertaba en el intento, bautizaba a la mosca con la palabra en cuestión y luego la arrojaba al abismo. En cada serie, el bodeguero daba la pauta con una palabra, y cada uno de los jugadores en su respectivo turno pronunciaba una consonancia, siempre y cuando tuviera la fortuna de captar debidamente los mensajes que surgían del referido abismo. En caso contrario, tendrían que pronunciar alguna palabra de su cosecha, y si esta palabra no era bien recibida por los demás jugadores, entonces seria pasible del correspondiente castigo, quedando automáticamente convertido en mosca.

Somos tres jugadores, Antezana, Paz Soldán y yo, agarrando ideas al aire para que no se escapen, o caigan en el abismo y tomen nombre de palabras; hacemos una lista de ideas para celebrar el Centenario de nacimiento de Jaime Saenz.

Una primera serie de actividades ya han arrancado: “Ya se sabe en el ambiente literario que eso tenía que venir, pero se ha hecho un corte debido a la pandemia, todas las iniciativas se han postergado. Pero la primera iniciativa como anuncio del Centenario fue la de la Carrera de Literatura de La Paz que en su revista El Zorro Antonio, decidieron para el 2019 hacer un volumen de homenaje a Felipe Delgado porque serian 40 años de la publicación de la novela. Ese iba a ser el primer escalón de un paseo que iba ir creciendo a lo largo del 2020 y que se debía continuar el 2021. Ya ha salido el ejemplar que está a cargo de Bernardo Paz y se llama Felipe Delgado de Jaime Saenz y esto iba a ser un numero de la revista El Zorro Antonio. (…) Y este volumen se inaugura con la entrevista que yo le he hecho — “En torno a la obra” —  y después hay cualquier cantidad de colaboradores”.

En febrero o marzo, “va estar lista otra iniciativa del grupo de los Estudios Bolivianos es un grupo que surge y se desarrolla por los bolivianistas en Estados Unidos, ya es antiguo, comienzan con los antropólogos y los historiadores, y han tenido reuniones bianuales en Sucre el “Encuentro de estudios bolivianos” y ellos tienen una revista que se llama Estudios Bolivianos y esa revista va salir este año en Homenaje al Centenario de Saenz. Lo que quiero subrayar es que hay una continuidad de interés, orientados al Centenario de Saenz. La anterior publicación era un peldaño, ahora ya es andar por el terraplén”.

Otro paso que está dedicado al Centenario de Saenz es el que está dando la Editorial Nuevo Milenio, a la cabeza de Marcelo Paz Soldán, con la edición de la publicación Habitando a Jaime Saenz, que tiene por editor a Alfredo Ballerstaedt, con prólogo de Rodolfo Ortiz. Un libro que recoge cerca de treinta ensayos escritos por Luis H. Antezana sobre la obra del homenajeado. El libro estará listo para agosto de este año y se espera presentarlo en la Feria Internacional del libro de La Paz.

La primera serie o lista de ideas ya están haciéndose realidad. Pero siguiendo el juego de las palabras y las moscas aquí va una segunda serie que siguen a la palabra deseo, o a la frase “cosas que podemos hacer para celebrar a Saenz”.

  • Arranca con la reposición de una Exposición pictórica de Pérez Alcalá y Saenz.
  • Puesta en escena de No le Digas de Teatro Mondacca.
  • Lanzar un número especial de El Quevedito. “En la paz una de las fiestas más celebres es la de alasitas y en la época de alasitas el Jaime Saenz publicaba una pequeña revistita llamada El Quevedito, donde hacían bromas y cosas sobre la literatura. Y estoy seguro que, para la época de alasitas, los encargados de la revista La mariposa mundial el Rodo Ortiz y el Omar Rocha, seguramente pueden sacar un Quevedito en nombre del centenario del Jaime Saenz”, sugiere Antezana.
  • “Hay que ver que harán los historiadores”
  • Una Feria Internacional del Libro de La Paz con conferencias, charlas, presentaciones de libros, lecturas de textos, teatro y todos los libros de Saenz.
  • Ciclos de cine con las películas de Loayza y otros directores que han caído al embrujo de Saenz.
  • Traducciones de las obras de Saenz a otros lenguajes, como historietas o el cine.
  • Un mapa de “La Paz de Saenz”, visitas a los lugares que visitaba y a los que se mencionan en sus obras. Pueden ser virtuales.
  • Escuchar la cueca No le digas, en todas sus versiones, en todos los pianos, guitarras y voces del país para que la luz que fue Saenz caiga sobre todos y nos unamos a júbilo de la gran celebración.

¡Que comience la fiesta!

Fuente: Editorial Nuevo Milenio