12/17/2008 por Marcelo Paz Soldan
Ensayo: El Tío en la mina boliviana

Ensayo: El Tío en la mina boliviana

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El Tío de la mina – Primera Parte (Ensayo)
Por Javier Claure C.

Foto No1: www.enjoybolivia.com
(Durante estos últimos meses, javier Claure ha realizado un estudio sobre “el Tío”, personaje mítico en las minas de Bolivia. Este trabajo ha resultado en un ensayo completo. Se lo ha dividido en tres partes, las que se las iremos presentando día a día. El ensayo está basado en lectura de libros, conversaciones con los mineros de la mina San José (a principios de este año visitó Oruro, su ciudad natal), una pequeña investigación en el Museo Antropológico (Oruro), fotos de Javier Claure, Museo del Minero (Oruro) etc. Todo esto se indica, como Bibliografía, en la tercera parte del ensayo.)
La historia del Tío, personaje mítico en las minas de Bolivia, ha ocupado las mentes de muchos investigadores, antropólogos, escritores y poetas.
Según los historiadores, los mineros bolivianos rendían pleitesía al Tío antes de la llegada de los españoles.
Las palabras del cronista español, Vásquez de Espinoza, revela este hecho de gran importancia histórica: “… un gran edificio de piedras muy labradas de notable grandeza… hay deuajo de la tierra grandes salas y aposentos tanto que hay cierta noticia que pasa por deuajo del río” (Rostworowski de Diez Canseco).
“Wari, dios chtónico, auspicia su culto en un templo subterráneo, deuajo de tierra” (Carlos Condarco S, antropólogo orureño).
La cultura Uru
Para acercarnos a la imagen de este misterioso personaje, es necesario remontarnos a la cultura Uru. Los urus fueron los pobladores más antiguos del Continente Americano, cuya formación data de los años 1000 a 1500 a. C. Se habían establecido en las costas del Pacífico y en la parte altiplánica del Alto Perú. Concentrándose en Paria, Orinoca, Salar de Coipasa y a las orillas de los lagos Titicaca, Poopó y Desaguadero que pertenecen a la actual Bolivia. Vivían en las montañas, en sus cuevas hechas de piedra y barro. Se dice que eran solitarios y se sentían bien en los lugares más recónditos del altiplano andino. Eran diestros para la caza, comían pescado crudo, aves lacustres, carne de llama o de cerdo. Hábiles, como ellos solos, para los tejidos, cerámica y diferente tipos de bordados.
Arturo Posnansky (1873-1946), considerado padre de la arqueología en Bolivia, escribe textualmente: “Se les ha preguntado a los urus, si el nombre de su raza era verdaderamente el de uru, y contestaban que así los llamaban a ellos los aymaras por insulto, porque van por la noche a pescar y a cazar, pero el verdadero nombre de su casta es kjotsuñi, lo que quiere decir hombres lacustres. La lengua de los urus no es gutural como el aymara y el quechua, más bien es casi tan melodiosa como la de los chipayas, y una lengua completa, bien combinada y lingüísticamente evolucionada. Su vestimenta es distinta a la de los aymaras, no usan poncho sino un vestimiento largo de lana que va hasta los tobillos y al que llaman ira”.
Por otro lado, el Padre José de Acosta, hombre importante en los asuntos del gobierno pastoral de aquella época, relata en una crónica que los urus eran huraños y muy difíciles de comprenderlos. Cuando les preguntó: “Que clase de hombres eran, los urus contestaron que “no eran hombres, sino urus”. El título de “hombre”, según los urus, era para los pobladores que gozaban de ciertos derechos” (Julio Delgadillo V.).
“Para los urus prevalecía la idea de que a cada fenómeno del Universo correspondía otro fenómeno análogo” (Schneidder). Es decir, los fenómenos tendrían una correspondencia antagónica. Por lo tanto, interpretaban su entorno como un mundo antagónico; donde el día se contrapone a la noche, las sombras se enfrentan a la luz, el mar al fuego, el bien al mal y así construyeron su mundo basado en un sistema de dualismo.
La cultura Uru adoraba a su dios Wari, dios del fuego que vivía en las montañas. Carlos Condarco Santillán, en su libro Uru-Uru: Espacio y Tiempo Sagrados, nos dice: “es posible que el antiguo pueblo Uru haya considerado a Wari como el principio que animaba el mundo. Como emanadero del espíritu universal. Hacemos esta conjetura partiendo de la observación de que, en uru, hahuari (con la variante huahuari) significa alma”.
Al mismo tiempo, el historiador y antropólogo orureño, Ramiro Condarco Morales, basándose en otros investigadores; pone en alto relieve una interesante teoría, digna de mencionarla:
“… algo remarcable consiste que a lo largo de su accidentada existencia, el espíritu de la ururidad, vivió presidido por una deidad que poseía el don de la “ubicuidad”. Es comprensible que los urus hayan imaginado al providencial rector de su existencia, como un genio que transita por encima de aguas, tierras, pantanos y peñascos, pero que también habita, como ellos, en el fondo de sus cavernas, convertidas pronto en veneros de metales suntuarios. Esa divinidad recibió el original nombre de TIW, o el Tío de nuestros días, que en lengua uru equivale a “Protector”. La creencia en el TIW, dio lugar a la creación de adoratorios, en los cuales se rendía culto a los ídolos de piedra, representativos de una imagen antrozoomorfa, cuyo rostro con boca y ojos culmina por arriba, en una suerte de largas orejas verticalmente dispuestas sobre el conjunto, a manera de cuernos”.
Existen varias versiones del mito entre Wari y los Urus. Para que el lector comprenda mejor este mito y la relación Dios-Hombre en la cultura Uru, tomaré como puntos de referencia dos versiones.
Versión de Vicente Terán Erquicia
Wari, semidiós de la mitología altiplánica, dormía en las entrañas de la Cordillera Occidental. Enterado de que los hombres rendían culto a Pachacamac, “representado por Inti (sol), luminoso y bienhechor”, sintió deseos de emular a la luz solar. Con este designio intentó apoderarse de la aurora, hija del sol. Frustrado su propósito descargó su venganza “sobre los hijos del Inti”. Los urus se dejaron llevar por el dios forastero, abandonando el culto al sol… Se volvieron hoscos y esquivos, tomaron los bríos de la sedición y se convirtieron en laickas y asiris (brujos, hechiceros) para zaherir y dañar al prójimo, conjurar en las sombras, hablar con los espíritus malignos, manipular sapos, víboras…
Por manejo de los urus, víboras, lagartos y sapos considerados como sus “probables mensajeros”, infestaban los poblados. Todos temían aproximarse al pueblo “maldito y destructor…”. Pero un día apareció una bella Ñusta (doncella del Imperio Incaico). Era hermosa, blanca y esbelta y les habló a los urus en una lengua eufónica pidiéndoles “la piedad y la solidaridad entre ellos para la grandeza de la raza protegida por Inti”.
Wari envió por el sud, una enorme serpiente que devorase; entonces la Ñusta “blandiendo flamígera espada, dividió en dos al monstruo que retorciéndose murió convertido en rocas. Por el norte envió Wari un enorme sapo. De certero hondazo, la Ñusta transformó al sapo en piedra. Por el este avanzaba un gigantesco lagarto. La Ñusta lo decapitó, transformándolo en piedra. La sangre del reptil se encharcó, formando la laguna de Calacala. De los fauces del lagarto salieron, entonces, millones de hormigas, que avanzaron hacia el pueblo de los urus. Nuevamente, un hondazo de la Ñusta bastó para convertir a las hormigas en dunas. La Ñusta clavó una cruz en la cabeza del lagarto.
La Ñusta que salvó a Oruro de las cuatro plagas enviadas por Wari, dice que fue la Virgen del Socavón.
Versión recogida de la tradición popular
Cuenta la leyenda que cuando llegaron los conquistadores con su carga evangelizadora, los urus empezaron a olvidar a su dios nativo Wari. Entonces fueron castigados con plagas. Wari envió un gran sapo por el norte, una serpiente por es sud, hormigas por el oeste y un lagarto por el este. A salvarlos llegó una Ñusta, que se asimila a una Virgen y convirtió en piedras y arena a los animales. La Ñusta derrotó a Wari que descendió al infierno. Esta figura, equiparable con el Supay (ser dividido, diablo) andino, devino en el Tío o dueño de la mina que, lejos de la concepción occidental, “ni es totalmente bueno ni totalmente malo” La Ñusta protectora de los urus, era la Virgen del Socavón.
Breves conjeturas
En la primera versión, Terán Erquicia va más allá que otros investigadores y escribe:
“ … Y ahora nos falta decir quien fuera la heroína que salvó a Oruro de las cuatro plagas enviadas por Wari, pues esa Ñusta dice que fue la Virgen del Socavón y que volvió a aparecer cuando los conquistadores habían llegado. Desde entonces es la patrona de las armas de la ciudad”.
La frase “… y que volvió a aparecer…”, refiriéndose a la Virgen del Socavón, nos hace pensar que esta Virgen, conocida como una Ñusta, ya existía antes que los españoles pisaran las tierras del Nuevo Mundo.
En ambas versiones Wari, al ser abandonado por sus devotos, se enfurece y se revela como un monstruo lanzando fuego por todas partes. Entra en una Guerra con toda una población que deja de rendirle pleitesía y, en consecuencia, les envía feroces animales hambrientos para hacerles desaparecer del mapa andino. A este feroz ataque se contrapone una bella mujer, llamada Ñusta o Virgen del Socavón de aspecto angelical, que decididamente defiende a los urus de los malhechores. Por obra y gracia de su poder milagroso, logra petrificarlos al sapo, a la víbora y al lagarto. A las hormigas las convierte en arena. La Ñusta vence, entonces, a Wari que se siente humillado y con las alas rotas. Wari es calificado como el “diablo” por los españoles y se transforma en el Tío. A partir de este hecho, el Tío, se aleja del mundo y todas sus bulliciosas combinaciones. Se adentra a los socavones de las minas, a las rocas frías y silenciosas para que le cuiden como él cuidaba a los urus. Pasa a formar parte de las tinieblas subterráneas y con sus ojos de cristal advierte que nadie se puede hacer la burla de él.
El Tío, se adentra a esos parajes (lugar en una galería) donde reinan los callapos (tronco de árbol), los barrenos, las perforadoras y los guardatojos (cascos). A ese sitio donde se siente el olor a azufre y a copagira (agua mezclada con residuos minerales). Paradójicamente, a su condición de vencido, el Tío se transforma en dueño y señor de yacimientos de oro, plata, estaño, zinc y otros metales preciosos. Es entonces cuando se le asume una suerte de dios del bien y del mal, dependiendo como lo tratan.
“Sapos y serpientes, hasta el día de hoy, son considerados como indicadores temporales y “portadores del agua”. La aparición en los campos de estos pequeños seres, señala la transición entre la temporada seca y la de lluvias” (Carlos Condarco S.).
Para los urus estos animales eran sagrados, por ser símbolo de lluvia tan requerida en los sembradíos. Pero cuando se desata la “Guerra” entre la Ñusta y los animales enviados por Wari, el sapo, la víbora, el lagarto y las hormigas son vistos como animales destructores y de uso para las brujerías.
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Imagen de la Virgen de la Candelaria, 1789
Fuente: Ecdótica