10/01/2014 por Marcelo Paz Soldan
El trauma andino

El trauma andino

FILBA

El trauma andino
Por: Patricio Zunini

Sucede un efecto paradójico con la cultura y, en particular, con la literatura boliviana. Parece completamente invisibilizada para el resto de los países de América latina, pero las actividades del Filba Internacional que se ocupan de ella son las que más público convocan. Ayer, mientras en la sala vecina, Jorge Edwards participaba de una entrevista pública, la Sala de Conferencias 2 del GAM de Santiago de Chile, donde se realizó el panel “Imaginarios ausentes, imaginarios presentes” se vio desbordada. Liliana Colanzi (Vacaciones permanentes), Edmundo Paz Soldán (El delirio de Turing) y Wilmer Urrelo (Hablar con los perros), con la moderación de Carlos Cardani, hablaron de aquellos colectivos identitarios que tuvieron mayor presencia en la literatura boliviana y también de los más olvidados.
—Me fui a estudiar a la Argentina cuando tenía 17 —comenzó Edmundo Paz Soldán— por eso conocía más a la literatura argentina o uruguaya antes que la boliviana.
Otra vez, un efecto paradójico: como muchos latinoamericanos, Edmundo Paz Soldán contó que conoció la tradición literaria de su país una vez que llegó a Estados Unidos, a donde viajó para estudiar un doctorado de literatura latinoamericana. Destacó como escritor clave al poeta Jaime Sáenz (“desconfío de las antologías de poesía boliviana donde él no está”), a la vez que señaló que en la primera parte del siglo XX, los dos espacios privilegiados fueron sobre todo el campo y las minas:
—Alcides Arguedas, que quizá hoy es demasiado tradicional, escribió Raza de Bronce donde trataba de denunciar la explotación del indígena. Pero hay una triste paradoja en esa denuncia, porque la defensa fue más bien paternalista y persistió en prejuicios sobre el indígena.
Liliana Colanzi también descubrió la litertura boliviana en Estados Unidos, donde en la actualidad está haciendo un doctorado de literatura en la Universidad de Cornell. En la invisibilización de las letras bolivianas, para Colanzi las mujeres son aún más invisibles. Por esa razón, prefirió destacar a Hilda Mundy, una poeta singular de la década del 30:
—Es un caso rarísimo en la historia de la litetarura boliviana. La literatura boliviana ha sido más que todo indigenista, seria. Y de pronto en la ciudad de Oruro aparece una escritora totalmente zafada; una escritora vanguardista cuando no hay vanguardia en Bolivia. (De hecho, se dice que la vanguardia pasó de largo en Bolivia). Es la autora de Pirotecnia. Tratado miedoso de literatura ultraísta, un libro fragmentario que tiene algo novedoso: habla de la ciudad. Ella está fascinada con la llegada del tranvía; está asombrada con la tecnología de la imprenta y cómo eso atraviesa la escritura, cómo eso produce una nueva escritura. Experimenta con tipografías. Se podría decir que es casi una futurista. Tiene un sentido del humor muy fino. Pero publica ese libro y desaparece: se casa con un poeta y se dedica a recopilar la obra del marido en cuatro volúmenes. No quiero meterme en problemas, pero en mi modesta opinión, Hilda Mundy era más talentosa que él.
¿Por qué Hilda Mundy no vuelve a publicar? Una especulación más conservadora es que se dedicó a su marido y su familia. Otra dice que se volvió alcohólica. Colanzi prefiere una tercera:
—Pirotecnia ya contenía la semilla de su autoaniquilación. Hay un gesto autodemoledor de no dejar obra. Una especie de reflexión de la apuesta del arte por el arte en el sentido romántico: una pirotecnia, algo que deslumbra y después se apaga.
Wilmer Urrelo —que se presentó como Troy McClure: “tal vez me recuerden por libros como…”— intentó desmitificar la imagen exclusivamente andina de Bolivia que, en su opinión, se da por una influencia negativa y determinante de La Paz:
—Odio La Paz. No sé por qué, pero la odio profundamente. Creo que la explicación está en cómo somos los paceños y las paceñas. A la cónsul, aquí presente: perdón. [risas] Creo que el gran problema que tenemos es creer que La Paz es una ciudad mágica, misteriosa. Ahora va a ser declarada una de las nuevas siete maravillas del mundo. Pero creo que el gran problema es ese. A mí no me gusta Jaime Sáenz ni los escritores que se desprenden de él (no sé quién es peor: si Sáenz o los saencianos) y hablan de esa condición mágica de la ciudad. En mis novelas yo hablo de la ciudad, pero le bajo el tono mágico que no tiene. La Paz tiene una luz horrible; nos sentimos orgullosos de estar a 3700 metros a nivel del mar y la incidencia del cáncer de piel es altísima. Somos una sociedad realmente conservadora, hipócrita y fea. Hace poco ha empezado a cambiar, pero todo pasa por La Paz. Y es nuestro trauma andino, pero si ves el mapa casi el 60{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} de Bolivia es un país amazónico.
—Nos quejamos de cómo nos miran afuera —Paz Soldán retomó a partir de lo dicho por Urrelo— pero nosotros hemos tardado mucho en darnos cuenta que somos un país andino-amazónico más que andino. Ahora hay una intención de abarcar el país entero, no sólo el occidente. Cuando en los ochenta comenzaron a aparecer libros ambientados en la ciudad, alguien me dijo que los habitantes no tenían la textura suficiente como para material narrativo… La tradición urbana se ha desarrollado recién en los últimos 30 años.
Liliana Colanzi coincidió en la década del ochenta como el momento en que empezó a tomar auge la ciudad en las letras, sobre todo a partir de la presencia del narcotráfico, y señaló como uno de los títulos fundantes de la literatura narco a Jonás y la ballena rosada, de Wolfango Montes. Pero luego volvió al problema de la identidad:
—La literatura del oriente boliviano es una más de las desconocidas de Bolivia —dijo.—De hecho, para ser honesta, son muy pocos los autores que conozco. Nací en Santa Cruz pero no por eso me considero cruceña y no boliviana. Me parece falsos los debates acerca de qué es lo camba, qué es lo coya, qué es lo chapaco: estamos todos tan cruzados que ya no se puede hablar de una identidad paceña o cruceña. En esa mezcolanza tan barroca es donde está lo más vivo, lo más intenso. Las etiquetas de los regionalismos no van más.
Con más puntos de encuentro que desencuentro, los tres escritores mostraron una cara de Bolivia que rompe el cliché andino y que acentúa algo que el Gobierno muestra a nivel político. No es casual que Bolivia tenga un Ministerio de Culturas: culturas, en plural.
Fuente: blog.eternacadencia.com.ar/