09/24/2013 por Marcelo Paz Soldan
El Sur también existe

El Sur también existe

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El Sur también existe
Por: Ramón Rocha Monroy

Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
Mario Benedetti

Siempre he tenido debilidad por los meses que terminan con la sílaba “bre”,acaso porque septiembre es el mes más tibio y caricioso del valle cochabambino. Por eso, me siento obligado a referirme a un tema ingrato que el poeta supo resumir en pocos versos.
Hace un par de semanas, el Centro Pedagógico y Cultural Patiño, seguramente con la mejor intención, invitó a críticos provenientes en su inmensa mayoría de la sede del Gobierno, donde funciona la única carrera de Literatura del país, para referirse a las rupturas posibles en la narrativa boliviana.
No asistí a las sesiones, de modo que hablo por testimonios ajenos, pero me asombra que todos coincidan en el olímpico ninguneo de lo que se escribe en Cochabamba, ciudad anfitriona, y en el resto del país, pues los expositores se limitaron a contar sus apreciaciones sobre la narrativa paceña; e incluso un crítico
de nota, como es Luis H. Antezana, leyó una reseña que se refería originalmente a la “literatura urbana paceña”.
No asistí a ninguna de las sesiones porque años antes escuché a Mauricio Souza, que decía que hacía 20 años que no leía novelas bolivianas y prefería leer sólo reseñas. Por higiene mental, le hubiera correspondido agregar, y muy a su gusto…pero él entiendo que es profesor de la carrera de Literatura y eso aprenden los alumnos.
Quizá por eso hay abundancia de egresados de dicha carrera con perfil de críticos y profesores, no así de creadores, aunque los haya buenos.
Más generoso fue Gabriel René Moreno, quien prácticamente se inventó cuatro o cinco escritores bolivianos para hablar de nuestra literatura. De ese modo conocemos a María Josefa Mujía y a Néstor Galindo, entre otros. Ídem el criticado Fernando Díez de Medina, que al final se inventó una literatura boliviana para escribir un libro que lleva ese título.
En fin, Elías Blanco, Adolfo Cáceres Romero y tantos otros que no ignoran el sur del país, porque el Sur también existe.
Rubén Vargas estuvo en el encuentro y en su nota de resumen, muy buena, destaca una fotografía de cuatro que serían los hitos de la narrativa boliviana: Jaime Sáenz, Jesús Urzagasti, Adolfo Cárdenas y Wilmer Urrelo.
No se ha equivocado en cuanto al talento de los cuatro nombrados, pero el Sur también existe y no es sólo Cochabamba, por favor, porque Bolivia limita al sur con Julio Barriga, que no es narrador, es cierto, pero…. Y al norte, limita con el escritor beniano Rodolfo Pinto Parada, a quien Luis Oporto acaba de dedicarle una honrosa reseña.
Y, también al sur, con Waldo Barahona, joven escritor tupiceño. Sí, ya sé que me estoy quemando como aquella vez que critiqué a los poetas paceños porque no admiten que haya otra poesía diurna, festiva, celebratoria y solar, y los califiqué de taparankus que revolotean sobre el augusto cadáver de Jaime Sáenz, sin una pizca de su talento.
¿Tendré que hacerlo hoy con los críticos paceños? ¡Dios me libre! ¿Con esos sabios clandestinos? ¿Con ese norte, que es el que ordena?
Quizá los cochabambinos nos prestamos a eso al gastar presupuestos en traer a puros críticos paceños, sin recordar que Santa Cruz, Chuquisaca, Tarija y la propia Cochabamba son también Bolivia.
Es lícito lo que hacen los críticos paceños, porque defienden su charque, aunque quizás deberían ser menos provincianos y no como Ana Rebeca Prada, por ejemplo, que aseguró que no leía a ningún escritor cochabambino (no la escuché, pero creo en el testimonio que me transmitieron).
Tal vez no tengan la culpa de sus gestos de suficiencia, pero resulta que ocho de los galardonados en el Premio Alfaguara de Novela son cochabambinos (contando a Gonzalo Lema, que en realidad vivió y creció aquí,como Luis H. Antezana y Eduardo Mitre, aunque formalmente sean orureños)… dos son de Sucre y van apenas 14 ediciones del citado premio.
Dirán que Urzagasti era chaqueño, como una prueba del pluralismo democrático de los críticos paceños, pero creció y vivió en La Paz, protegido y prohijado nada menos que por el monseñor Juan Quirós, quien -a Dios gracias- le dio alas al generoso espíritu poético del escritor chaqueño.
Entre los destacados en fotografía por Rubén Vargas, yo mismo he alabado la poesía de Jaime Saenz, en particular su libro La noche y algunas páginas iniciales de Felipe Delgado, aunque Imágenes paceñas me parece prosa de almanaque y el conjunto de Felipe Delgado -sé que es una herejía- me parece abstruso, pero de ningún modo peor que Los papeles de Narciso Lima Achá, que son francamente deplorables.
No me canso de valorar Periférica Blvd. de Adolfo Cárdenas y lo recomiendo a todo escritor extranjero que llega a Cochabamba, aunque no suelen estar a la altura del aymarañol en el que se escribió la novela.
Periférica Blvd.es una prueba de que hay una La Paz infinitamente más compleja que el tango Illimani, tan romanticón que ya debería surgir un compositor paceño que escriba Illimani 2, para dar cuenta de esa ciudad que no puede ser reducida a los barrios de mis sueños juveniles o a los callejones de Sáenz.
Por último, Wilmer Urrelo merece toda mi atención, es buen amigo y su novela Hablar con los perro s ha sido calificada por un crítico paceño como la novela del siglo; lástima que Alfaguara haya retirado todos, ¡pero todos!, los libros que editó, ¡de todas las librerías del país!, hace como seis meses, y que no haya forma de conseguir dicha novela.
¿Cómo convencerse de que es la novela del siglo si ni siquiera pudimos conseguirla recorriendo cinco de las nueve ciudades capitales de Bolivia?
No sé qué dirán los escritores cruceños ni qué los chuquisaqueños, tarijeños o pandinos, pero aquí en Cochabamba no sólo ocurren los fenómenos sociopolíticos más importantes de las recientes dos décadas como es la consolidación del movimiento cocalero, debido a la entereza de sus miembros, sus mujeres y sus
dirigentes, entre ellos Evo Morales, frente a la dura represión que sufrieron sobre todo a partir del Plan Trienal, que tuvo al menos dos brazos: las incursiones de Umopar al Trópico de Cochabamba y la Ley 1008.
No, no ocurre eso nomás: también hay gente que piensa y escribe, aunque los críticos de La Paz nos ninguneen e ignorenolímpicamente, y en nuestra ciudad, en nuestras narices.
Fuente: Página Siete